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- Alonso Arreola / t: @LabAlonso / ig: @AlonsoArreolaEscribajista - Sunday, 12 Jul 2020 07:45 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

Morricone y el paraíso absoluto

Hace ocho años compartimos aquí nuestras emociones a propósito de la visita de Ennio Morricone a México. Fue su primera y única –contando casi ochenta años de edad– y sucedió por todo lo alto. Si lo recuerda nuestra lectora, nuestro lector, este gran gigante llegó en un avión también muy grande, rentado exclusivamente para él y su Sinfonietta di Roma, con la que se presentó en Ciudad de México, Guadalajara y Monterrey. Hablamos de doscientos músicos, seis solistas más el equipo técnico e instrumentos. Un convoy que supuso gran hazaña para Music Frontiers, productora de Julio Rivarola a cargo del evento.

Mucho más prolífico que los legendarios Nino Rota, Bernard Herrmann o Henry Mancini, el gigante Morricone sumó un total de cincuenta y ocho años haciendo música para películas, series y programas de televisión, cortometrajes, animaciones, musicales, ballet, teatro y teleteatro, primero en Italia y luego en el mundo entero. Su primera incursión musicalizando el celuloide ocurrió en 1961 con el espagueti western El federal, y terminó en 2016 con La Corrispondenza. Un año antes, en 2015, estableció récord al ser el artista más longevo en recibir un Oscar –su segunda estatuilla– por la alianza con Quentin Tarantino para The Hateful Eight. Sin embargo, si bien su nombre es ejemplo insoslayable de un arte aplicado a otro arte, pocos conocen su variada y nutrida obra absoluta.

Sobre ella habla, entre muchas cosas más, en las magníficas conversaciones con su joven colega y amigo Alessandro De Rosa que publicara la editorial Malpaso en 2016 bajo el nombre En busca de aquel sonido/ Mi música, mi vida. Una belleza de objeto por donde se le mire. Una fuente de claridad no sólo para quienes aman la música del inmenso gran gigante Morricone, sino para quienes se interesan en la creatividad que rodea al cine, para músicos y artistas que desean internarse en la mente de un genio dialogante que satisfizo a los más exigentes directores lo mismo que a su íntima inspiración.

Autor de piezas para grupos numerosos y medianos; para solistas, dúos, tríos y ensambles de cámara; responsable de composiciones sacras y coros de variada especie; intervencionista a poemas de Leopardi, Gnoli o Pavese (Verrá la norte; Cantata per coro e orchestra), el descomunal inmenso gran gigante Morricone no dejó preguntas en el tintero pues tuvo claro que, aunque la música aplicada al cine y la música absoluta se contaminaban en su alma cruzando fronteras mentales, de alguna manera prefería la segunda, una forma sonora independiente, pura, que se basta a sí misma para llegar a la gracia. Sólo de ese tipo escribió más de cien composiciones.

Durante los años sesenta, setenta y ochenta experimentó con combinaciones extremas (obras para once violines, para ocho trompetas, para una clase de treinta y seis niños con un maestro, para coros dobles…); igualmente se interesó por nuevas tecnologías. Allí están Suoni per Dino (para viola y dos magnetófonos); o Gestazione (para voz femenina, instrumentos electrónicos pregrabados y orquesta de cuerdas ad libitum); o Cadenza (para flauta y cinta magnética); o Grido (para soprano, orquesta de cuerdas y cinta magnética ad libitum). También hizo exploraciones peculiares para el contrabajo, la armónica, el clavicémbalo y el piano a cuatro manos. Una variadísima ruta de timbres y posibilidades que sonaron –por gusto o por encargo– a la par de su trabajo más remunerado entre las estrellas de la pantalla grande.

Es por todo ello que le dieron el Premio Princesa de Asturias este año, al lado del único colega que se le acerca en numeralia: John Williams. Es por ello que su partida resulta dolorosa y nos deja en la misión paradisíaca de escuchar, ya sin imágenes, lo que este inabarcable descomunal inmenso gran gigante dejó sonando entre nosotros de forma absoluta, inmarcesible, imperecedera, impoluta. Una prueba de que los destrozos acumulados por el homo sapiens en el planeta a veces dejan rastros de belleza y valor incuestionables. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

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