La existencia condenada: Ciudad Juárez y sus muertas

- Rafael Aviña - Sunday, 19 Jul 2020 07:33 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Recuento filmográfico de los documentales, docuficciones, reportajes y 'thrillers' realizados en nuestro país sobre los 'feminicidios' en Ciudad Juárez, que muestra la abundancia, con variantes de calidad y acierto, de las obras producidas para denunciar, estudiar y acaso tratar de comprender la naturaleza y el grado de abyección que supone la violencia contra las mujeres y su campante impunidad.

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La muerte de periodistas, la desaparición forzada de estudiantes y civiles en Guerrero y otros estados del país, el caso de feminicidios bestiales en Ciudad Juárez y en el Estado de México, se agrupan en un brutal documental de producción canadiense, filmado en México y dirigido por Julien Elie: Soles negros (2018), cuya visión siniestra y fatídica permea a lo largo de sus espeluznantes 152 minutos, donde se muestra que los mexicanos estamos condenados a la peor de las violencias, al abandono total de justicia y a la indefensión absoluta.

De 1993 a la fecha, Ciudad Juárez se trastocó en un recodo del infierno. A los problemas de una urbe insegura, en la que cabían prostitución, narcotráfico y pornografía, se sumó el asesinato en serie practicado sistemáticamente contra un sector desprotegido y nulificado por una sociedad machista y violenta: jovencitas entre los quince y los veinticinco años, en su gran mayoría trabajadoras de las maquiladoras que abundaban en esa región. Vulnerable carne de cañón para una jauría hambrienta que operó con el apoyo de instituciones de justicia corruptas y gobiernos priistas y panistas que se lavaron las manos en el caso de más de cuatrocientas mujeres violadas y asesinadas en el desierto de ignominia en que se transformó Ciudad Juárez.

Horrendos crímenes que antes nos parecían entresacados de una obscena noveleta pulp o dignos del más truculento argumento cinematográfico, al igual que sus asesinos psicópatas, impensables en una sociedad como la nuestra, se volvieron una aberrante realidad, que atrajeron incluso al eminente criminalista Robert Ressler, responsable de acuñar el término serial killer y creador de los perfiles criminales de verdaderos pesos completos del sadismo más sanguinario.

En su imprescindible cronología y ensayo reportaje titulado Huesos en el desierto (Anagrama, 2002), Sergio González Rodríguez analiza todas las posibles opciones y versiones alrededor de los homicidios de mujeres en Juárez y el cine hizo lo propio. Ejemplo de ello es el valiente documental Señorita extraviada (Missing Young Woman, 2001) de la cineasta méxico-estadunidense Lourdes Portillo, que retoma el asunto de los crímenes juarenses como microcosmos del horror tangible y real, centrado en la desesperación de las familias de las víctimas, su impotencia y la falta de credibilidad de un gobierno que inventaba sospechosos y culpables, incapaz de frenar esa ola de crímenes, cómplice por obra y/u omisión en esa pegajosa porquería en la que se mezclaban expedientes perdidos, ocultamiento de información, burocracia, corrupción, desdén hacia el dolor humano, cuerpos descompuestos e inocencias rotas por uno de los tantos tentáculos del crimen organizado, que incluía desde la trata de blancas hasta un posible cine snuff.

 

Del cine snuff al documental

Al lado de Señorita extraviada y un par de cortometrajes: Ni una más (2001), de Alejandra Sánchez y Juárez: desierto de esperanza, (2002) de Cristina Michaus, destaca otro documental realizado para la televisión: Ciudad Juárez. Destino mortal (City of Dreams, 2001), escrito y dirigido por Bruno Sorrentino, en cuyo prólogo un narrador comenta: “La muerte acecha a esta ciudad. Más de doscientas mujeres fueron asesinadas en los últimos años. Esta pesadilla transformó lo que todos creían que sería la ciudad de los sueños...”

Se trata de un trabajo sobrio que centra su atención en el asunto del egipcio Abdel Latif Sharif Sharif y la detención de “Los rebeldes”, mostrando los efectos de una sociedad machista proclive a la violencia, en una ciudad cuya población se sextuplicó a raíz de la entrada de las maquiladoras. Aquí se narra, por ejemplo, el caso de Sagrario, obrera de la planta de General Electric, profesora de religión y sin novio alguno, de quien se dijo que llevaba una activa vida nocturna, o el de Nancy González, adolescente de la maquila que sobrevivió al feroz ataque sexual de un chofer de los autobuses contratados supuestamente para proteger a las jóvenes.

En sólo diez minutos, el realizador Enrique Arroyo construyó una de las más espeluznantes y notables minificciones sobre Ciudad Juárez: El otro sueño americano (2004). Sandra (Amorita Rasgado) intenta cruzar la frontera hacia Estados Unidos; sin embargo, no sólo se enfrenta a los abusos sexuales y a la bestialidad machista de su “pollero” captor (Fermín Martínez), sino que termina siendo vendida/entregada a un repulsivo gringo (espléndido, Eduardo Gleason) en una parada en el desierto juarense, donde encontrará finalmente su “otro” sueño americano.

Luego del fallido intento televisivo de TV Azteca por documentar los sucesos de Juárez en Tan infinito como desierto (2004), miniserie de formato cinematográfico dirigida por Albino Corrales y Néstor Galván, el cineasta Rafael Montero utilizó material de archivo de la propia televisora para realizar su documental de largometraje Preguntas sin respuesta: los asesinatos y desapariciones de mujeres en Ciudad Juárez y Chihuahua (2005): eficaz, bien realizado, aunque quizá demasiado convencional, intenta sumergirse en las entrañas de ese monstruo de corrupción, violencia y sadismo.

Todo eso se da en medio de thrillers que aprovecharon el morbo y la paranoia que el affaire Juárez despertó, como los videohomes: Las muertas de Juárez (2002), de Enrique Murillo, con Eleazar García Jr., Carlos Cardán y Salvador Pineda, sobre un equipo de detectives que sigue el caso de un asesino feminicida, y Espejo retrovisor/ Las muertas de Juárez 2 (2002), de Héctor Molinar, centrado en una pareja cuya felicidad se trunca cuando a ella la secuestran, violan y arrojan a un lote baldío en Ciudad Juárez, o el telefilme Historias y testigos. Ni una muerta más (2004), de René Cardona III, sobre una reportera (Fabiola Campomanes), que se involucra en la investigación cada vez más confusa de los asesinatos de mujeres en el desierto juarense.

Junto a ellos está La virgen de Juárez/The Virgen of Juarez (2006), de Kevin James Dobson, que aprovecha la tragedia para construir una pésima historia de misterio y fanatismo religioso que indaga de manera por demás estúpida sobre el genocidio en esa ciudad. Otra periodista (Minie Driver) pretende desenmascarar a los culpables de los crímenes, al relacionarse con una bella y carismática jovencita (Ana Claudia Talancón), sobreviviente al ataque de un asesino, y que tiene visiones de la Virgen y sufre fenómenos de estigma.

Bordertown (2006), de Gregory Nava, es otro bienintencionado pero ridículo drama hollywoodense con reportera honesta (Jennifer López), que pretende denunciar el horror de Ciudad Juárez, enviada contra su voluntad a México para cubrir las indagaciones de las jóvenes muertas y desaparecidas, que con el apoyo del director de un diario local (Antonio Banderas) se conecta con una estupenda Maya Zapata que ha sobrevivido a una muerte espantosa.

 

Retrato múltiple de una pesadilla

El purgatorio de violencia, machismo, prostitución y corrupción en Ciudad Juárez fue retratado a partir de tres historias paralelas de mujeres con los riesgos que el vivir allá implica, en Contracorriente (2006) –antes Mujer alabastrina–, dirigida por Elisa Salinas y Rafael Gutiérrez. Ficción que palidecen ante un documental como Bajo Juárez. La ciudad devorando a sus hijas (2006), de Alejandra Sánchez y José Antonio Cordero; temerario recuento sobre la tragedia y la pesadilla de las muertas de Juárez. Los realizadores intiman con las madres de las víctimas y exponen sus videos caseros y recuerdos más personales, como sucede en el caso de la quinceañera asesinada, Lilia Alejandra García Andrade, madre adolescente de dos pequeños que quedaron a la custodia de su abuela.

Apoyada en valiosos testimonios de Sergio González Rodríguez, la periodista Diana Washington y el criminólogo Óscar Máynez, a quien la fiscalía especial le pidió que fabricara pruebas para inculpar inocentes, Bajo Juárez… denuncia métodos de tortura a chivos expiatorios –algunos choferes de autobuses– y presenta a fiscales –mujeres ambas– Suly Ponce y María López Urbina, funcionarias ineptas, irresponsables e ignorantes y, a su vez, sugiere elementos inquietantes, como la gran cantidad de jovencitas torturadas y asesinadas en terrenos de familias muy poderosas del estado de Chihuahua.

Después, Carlos Carrera dirigió Backyard: El traspatio (2009) a partir de un guion escrito por Sabina Berman, en un filme que parece seguir las fórmulas del thriller hollywoodense de acción criminal, con protagonistas femeninas e historias de machismo y violencia contra las mujeres. Ana de la Reguera, una policía idealista, llega a Ciudad Juárez para enfrentar la feroz cacería de mujeres asesinadas que permea en el estado. Por su parte, Amorita Rasgado llega de Tabasco a trabajar en la maquila: el azar y las circunstancias harán que sus destinos se crucen en un fatal amanecer en el desierto.

Por último, de manera reciente, De las muertas (2016), de José Luis Gutiérrez Arias, escrita por Rubén Escalante, es un relato que consigue salir bien librado al evitar todo tipo de excesos y tremendismos gráficos en un tema proclive a todo ello. Un hombre (Tomás Rojas) dialoga en una celda con un reportero (Héctor Kotsifakis). Aquél alega su inocencia sobre las muertes que se le adjudican, en una suerte de thriller cercano al telefilme sobre los feminicidios de Juárez, inspirado en la abundante información periodística y legal sobre los brutales crímenes que, a veintisiete años de distancia, continúan sin respuesta, evidenciando la complicidad y la ineptitud de gobiernos partícipes.

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