La muerte escribe la historia, entrevista con Andrea Bajani

- Alejandro García Abreu - Sunday, 26 Jul 2020 00:16 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Nacido en Roma hace cuarenta y cinco años, Andrea Bajani es considerado uno de los mejores escritores europeos de su generación y ha sido traducido a varios idiomas. En esta charla, el narrador y poeta italiano, autor de "Mapa de una ausencia", "Saludos cordiales", "Me reconoces", "Un bien al mundo", "La mosca y el funeral", "Recordatorio" y "Promemoria", entre otros títulos, aborda y abunda sobre la importancia del silencio, la pérdida, lo fantasmal y los viajes, desde una óptica literaria.

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–En Cada promesa escribiste: “en una fotografía, estaba pasando más allá de la muerte”. ¿De qué manera contrastas esa percepción de la finitud con la de la muerte de la madre de Lorenzo en Mapa de una ausencia?

–Esta es una pregunta muy interesante sobre la percepción de la muerte y sus diversas vertientes. Es una pregunta muy difícil.

–En Mapa de una ausencia, el yo del narrador le habla a un tú que es su madre recién muerta. ¿Cómo fue el desarrollo de la novela?

–Fundamentalmente, este libro es una carta a un fantasma. En el fondo, la literatura siempre es una carta que se le remite a un fantasma. Una historia narrada a alguien que no ves, a un lector que está en su casa, que viaja en tren, que se traslada en Metro; sin embargo, aun si no lo ves, le cuentas una historia. Y esta es la historia de un hombre que hasta su niñez supo perfectamente quién era su madre, pero que, al hacerse adulto, ya no sabe quién es ella. Su madre desapareció, se marchó, de alguna manera lo abandonó. Por lo tanto, le escribe una carta a su propia infancia, entonces, le escribe una carta a esa madre de cuando él era niño y, al mismo tiempo, le escribe una carta a alguien cualquiera, es decir, a la madre que lo abandonó y que ya no sabe quién es. Por lo tanto, en el fondo, este es un libro sobre la fidelidad a la propia infancia. Simple y sencillamente es un libro sobre esa banal, desgarradora y muy normal necesidad de amor.

–“Ahora que te has convertido en una muñeca, pueden vestirte como les apetezca. Te meten los brazos en las mangas y te cortan las uñas de los pies antes de vendarlos con las medias que resulten más apropiadas para la contingencia de la muerte. Alguien te levanta la cabeza y te tira hacia atrás el pelo con el cepillo, como una niña con su Barbie. Por fin estás desconectada del mundo exterior y lista para saltar a la furgoneta e ir a dejar que te recen en la iglesia y que te quemen luego para la eternidad. Ahora estás lista, y encerrada en el ataúd te has convertido en la caja negra de ti misma”, se lee en la novela. ¿De qué manera vinculas a la muerte con la literatura?

–Resulta evidente que sin muerte no hay historia. Por paradójico que pueda parecer, la vida deviene resplandeciente, maravillosa, cuando está por concluir. Las vacaciones se tornan estupendas los últimos dos días, toda historia de amor deviene bellísima cuando dos personas están por dejarse. Estamos hechos así. El fin hace comenzar las cosas. En este caso, el fin es lo único, decía Pasolini, que, de alguna manera, crea una edición cinematográfica de tu vida hasta ese momento. Por lo tanto, es la muerte la que escribe la historia. Solamente en la perspectiva del fin se puede escribir una historia. Y, por lo tanto, en este caso en particular, un niño que está tan ligado a su madre, la que le ha dado la vida, ante su muerte debe preguntarse: ¿qué soy yo? ¿Cómo sobrevivir después de la muerte de aquella que me ha dado la vida? Por lo tanto, de alguna manera, la muerte de su madre lo obliga a amar más todo, en esta mixtura entre el dolor de la pérdida y el deseo de ir hacia adelante y volverse un hombre.

–“Nos quedamos allí en silencio durante un rato, mirando la cama como si en la cama aún estuvieras tú”, escribiste en Mapa de una ausencia. ¿Qué significado le otorgas al silencio en la literatura?

–El silencio lo es todo. La literatura ideal sería sin palabras. En el sentido que las cosas suceden en el silencio. Las personas dejan de amar en silencio. Las personas comienzan a amar en silencio. Las personas nacen en silencio. Todas las más grandes cosas de la vida suceden en silencio. Los glaciales se derriten en silencio. Los terremotos suceden en silencio. Nada de todo esto sucede con palabras. Yo creo que el verdadero castigo divino por la caída de Adán y Eva y la expulsión del paraíso terrenal ha sido el de ponerle cerebro al hombre, porque en el fondo es condenar al hombre, a través de las palabras, a tratar de encontrarle un sentido a cosas que no lo tienen, y, por lo tanto, lo que podemos hacer los escritores, con las historias, es intentar construir, a través de las palabras, el silencio. Es decir, intentar alcanzar el corazón de las cosas utilizando las palabras, pero el corazón de las cosas no tiene palabras. Gran paradoja de la literatura, que utiliza las historias y las palabras para narrar el silencio. Puede parecer paradójico diciéndolo de esta manera, pero así es. Todas las grandes historias son narraciones de cosas que ocurren sin palabras. Las palabras son, en el fondo, el patético intento de los hombres de creerse la especie más fuerte del planeta. La época en la que vivimos, en la que el mundo se está yendo al infierno, se está destruyendo, es la evidencia de que esta presunción de ser nosotros la especie más fuerte es completamente ridícula. Por lo tanto, quizá si dejáramos de utilizar tanto las palabras y empleásemos más el silencio sobreviviremos más tiempo.

–¿Cómo percibes la relación entre el padre y el hijo, después de la ausencia materna?

–Sustancialmente es interesante porque el padre y el hijo en realidad no son un verdadero padre y un verdadero hijo. Entonces, de alguna manera, él es un padrastro. Es una relación que ellos no eligieron, la eligió la madre. La madre ha elegido amar a un hombre y tener un hijo. La ausencia de la madre pudo haber destruido esa relación porque no eran padre e hijo; por consiguiente, tranquilamente pudieron haberse dicho adiós y marcharse cada uno por su lado. Sin embargo, es precisamente el momento en el que ellos se eligen, un padrastro y un hijo se eligen; y entonces, de alguna manera, en ese momento, ya sin la madre, devienen en realidad padre e hijo.

–¿De qué manera experimentaste los viajes entre Italia y Rumania para escribir el libro?

–Para mí, viajar, explorar los lugares antes de escribir una novela, siempre es importante. Primero, me abandono con total confianza en la realidad, es decir, viajo y observo, y luego traiciono la realidad escribiendo historias en las que esa realidad deviene solamente un indicio, una idea, una parte de una historia. Pero la realidad es muy sorprendente porque cuando escribes una historia eres el dueño absoluto de la realidad que produces, y cuando viajas, en cambio, la realidad es más fuerte que tú y te sientes más atemorizado, eres más frágil. Eso es; creo que el viaje a Rumania fue una manera de volverse más frágil y descubrir las cosas a través de esa fragilidad. Más en particular, Rumania fue el lugar, como muchos del así llamado este europeo, en el que afortunadamente me fue posible ver, en el año 2000, con cincuenta años de retraso, qué sucede en un país cuando llega el capitalismo a un lugar que durante muchos años vivió bajo una economía socialista, comunista. Para mí, viajar a Rumania resultó de enorme interés para ver qué es lo que sucede cuando el capitalismo arriba, qué cambios se producen, cuáles son las reacciones, qué cambios se verifican en las costumbres, qué sucede en las relaciones de las personas, que, entre todas, creo, es la cosa más interesante. Por eso, hoy, si yo quiero saber qué es lo que está sucediendo, para mí, lo más sencillo es tomar un avión y viajar a Bucarest. Allá las cosas, con el hecho de que el pasado todavía se percibe, son más evidentes,
más nítidas.

Traducción de María Teresa Meneses.

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