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Ver y decir la espera

"La espera", Laura González Durán (poemas), Silvia González de León (fotografías), Ediciones El Reloj, México, 2020.
Javier Guzmán

En 2006 apareció Los bárbaros, libro donde Alessandro Baricco reflexiona sobre la modernidad a partir de un personal y sugerente análisis de fenómenos como el futbol, el vino, las nuevas formas de leer, y Google, o las entonces recientes maneras de buscar información. Resulta imposible creer que este novelista y ensayista no haya iniciado hoy un esfuerzo de comprensión de la violenta rebelión femenina, o la pandemia de Covid-19. Múltiples conferencias y foros virtuales se han llevado a cabo, o están anunciados, con el objetivo de pensar el mundo actual y las consecuencias que se esperan en todos los ámbitos. ¿Qué permanecerá y qué cambiará?

En esta línea y para abrir boca, las autoras del pequeño libro que reseñamos, una verdadera joya, aspiran nada más (y nada menos) que a compartir sentimientos, impresiones, sensaciones, soledades paradójicas, porque son en compañía; cercanías lejanas, porque están mediadas por máquinas (pantallas o gadgets), mismas que indudablemente abonarán a las reflexiones en curso. De formato reducido, cada doble página de La espera despliega un poema de Laura González Durán y una foto de Silvia González de León muy bien acoplados entre sí y en los que, pletóricos de sugerencias crípticas o transparentes, paso a paso, aspiramos la soledad y monotonía, las compañías no satisfechas con paliativos o eufemismos, las sorpresas y miedos ante lo concreto, o las angustias ante lo indescifrable, las impresiones de sorpresa, reticencias o incomprensión, el humor maravilloso, ¡por fortuna!, que siempre nos salva en el momento oportuno. Dice la poeta en este libro: “Sueño que soy otra/ y me vuelvo azul:/ único disfraz/ para engañar/ al tiempo.”

Respecto al trabajo de Silvia González de León, Susan Sontag en Sobre la fotografía, escribió, palabras más, palabras menos, que la foto en su origen registraba lo notable: los hechos memorables, los sitios destacados, los personajes históricos. Sin embargo, pronto empezó ella misma a decretar como notable lo que fotografiaba; esto es, al hacer sus encuadres y seccionar la realidad impulsó un enfoque y dirigió las miradas hacia lo que ella dictamina que debe y cómo debe verse. Bien, pues conozco de mucho tiempo atrás la obra, siempre en blanco y negro, de esta querida alumna y amiga de Kati Horna, de esta fotógrafa, veracruzana por adopción, y sé de cierto que buscó en su archivo imágenes editadas y fraccionadas que dialogaran con los poemas de González Durán y, ¡vaya si lo logró! No obstante, me encanta imaginarla también, durante estos días, bien protegida, con su cámara estenopeica (sin lente), su cámara digital y su celular, haciendo encuadres de calles solitarias a ras de piso, o banqueta, seccionando vistas en vertical llenas de dramatismo, con primeros planos desenfocados y fondos nítidos que, capturadas antes o tomadas durante la pandemia, se avienen excelentemente con lo que ella quiere comunicar: soledad, angustia y el paso lento de las horas mientras la espera se nos impone.

De pronto una invasión, o a veces sólo la sugerencia de luces y espectros desconcertantes que intrigan, “fantasmagóricos”, ella afirma, presencias o contornos que sólo se sugieren o aparecen desdibujados, otras veces nítidos, pero lejanos, incluso de espaldas. ¿Qué o quiénes están por llegar? ¿Qué permanecerá y qué cambiará?

Lo que vendrá después del Covid-19, puesto que no lo conocemos, puede desde luego causarnos angustia, pero con la belleza de estas imágenes, estoy seguro, no sólo lograremos acompañarnos para resistir la espera y el paso de esta pandemia, sino transitar hacia un mundo, por fortuna, pensaba Heráclito, siempre el mismo y siempre en movimiento.

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