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Tlatelolco: historia y documentos 

'Tlatelolco. Un concepto de ciudad',  Varios autores,  Miquel Adrià (autor y compilador), México, 2020.
Xavier Guzmán Urbiola

El libro Tlatelolco. Un concepto de ciudad contiene textos de Alfonso Suárez del Real, Miquel Adrià, Héctor de Mauleón y Rubén Gallo. Se trata de una visión multidisciplinaria y sugerente sobre ese conjunto urbano y habitacional al norte de la capital. Estoy seguro de que Adrià quiso ofrecer un enfoque histórico, otro urbanístico y arquitectónico, una crónica breve, así como una visión artística. Por supuesto, cada colaborador rebasó esos límites. El hoy secretario de Gobierno, hablando del Colegio de Santiago Tlatelolco, encontró que gracias a la política educativa de las instituciones de Nueva España, puesto que ésta se sustentó en la cultura humanística del Renacimiento, se unió a la tradición prehispánica cimentada en valores comunitarios, logrando así permanecer. Adrià, capitán de Arquine, en una explicación ponderada del contexto internacional en que deben entenderse esas grandes intervenciones urbanas del siglo xx (Brasilia de Niemeyer, Chandigarh de Le Corbusier) insertó la biografía del arquitecto Mario Pani, principal autor de ese conjunto. Así, dio pie a la exposición de su visión crítica sobre los excesos de un tipo de planeación “dictatorial” y la caída del mismo arquitecto. El periodista De Mauleón partió de la crónica del hallazgo de un centenar de osamentas en 2009 para explicar la reincidencia de la crueldad que poseen ciertos escenarios. Esos esqueletos presentaban contusiones terribles. El arqueólogo responsable se preguntó: ¿pertenecieron a jóvenes sacrificados antes de la Conquista, eran guerreros caídos durante la última resistencia por la defensa de Tenochtitlan, o fueron ejecutados posteriormente en un motín?

Por último, Gallo, autor del delirante libro autobiográfico Teoría y práctica de La Habana, para hacer su pormenorizada reseña sobre las manifestaciones artísticas a que ha dado lugar esa unidad habitacional, sintió previamente la necesidad de explicar con lucidez de qué manera esa planeación desmedida montó el escenario de los dos eventos que modificaron el significado de ese espacio en el imaginario colectivo: la matanza del 2 de octubre de 1968 y las consecuencias del terremoto del 19 de septiembre de 1985. Así, en seguida pasa revista a las obras o instalaciones de una serie de artistas, dando al lector los elementos para tramarlas con sucesos puntuales. Se trata de un volumen no sólo para urbanistas o arquitectos, sino dirigido a un público más amplio.

El libro se complementa con un fino trabajo de investigación documental. Desde hemerografía reproducida pulcramente: la primera plana de El Nacional el 22 de noviembre de 1964, un día después de la inauguración; páginas de Life a color que congelaron a los felices primeros habitantes del conjunto y vinculadas al discurso del “desarrollo estabilizador”, o un encarte con el facsímil de tres números de la revista Arquitectura. México. Entre su profusa iconografía hay desde imágenes de los avances de obra, el presidente Adolfo López Mateos acompañado de Ernesto p. Uruchurtu haciendo visitas de supervisión, Sigfried Giedion y a Richard Neutra en su paso por Tlatelolco (por desgracia no está la reina Juliana de Holanda el día que la llevaron al mismo conjunto habitacional, hecho que recuerdo porque tapizaron de tulipanes Reforma, gesto dispendioso digno de Gengis Kan), hasta fotos tomadas ex profeso (las de Onnis Luque son estupendas) o fotogramas de películas icónicas del lugar: Los olvidados, Rojo amanecer, Temporada de patos. Se trata casi de una enciclopedia del sitio.

Sin embargo, falta la crítica de algunos otros excesos del conjunto, por ejemplo, el pastiche del Jardín de San Marcos, que el arquitecto Ricardo de Robina convenció a Pani de levantar ahí y que hoy resulta ridículo. Si hubo esa pretensión enciclopédica, ¿por qué no se mencionó el proyecto de la “Ciudad Obrera de México” (1938), en el mismo norte de la capital, de los arquitectos Alberto t. Arai, Raúl Cacho, Balbino Hernández y Enrique Guerrero?

No obstante, es un libro excelente sobre el anhelo de un país que se fue junto con sus gestos megalómanos. Recuerdo un “corto” de El mundo al minuto, previo a una película cualquiera de mi infancia. En él se hacía alarde de la dotación de vivienda para las clases trabajadoras, con música triunfalista, mientras las imágenes en blanco y negro mostraban a un recolector de basura en Tlatelolco. Se le veía perfectamente uniformado, montado en un carrito, eléctrico tal vez, ¿algo entonces posible para el servicio de limpia? No lo creo. El hombre recorría los pasos peatonales a cubierto, mientras se podía admirar los edificios. Se paraba periódicamente, bajaba de su vehículo, abría unos curiosos hongos (seguramente de fibra de vidrio contaminante), y sacaba los deshechos en bolsas que depositaba en el contenedor de su maquinita. Y así continuaba en tanto la voz estridente del locutor se iba apagando, a la vez que subía la música del Huapango, de Moncayo.

 

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