Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 13 Sep 2020 07:55 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

El cine de la gente de a pie

 

Hace cinco años, en 2016, del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) surgió un proyecto denominado Red Nacional de Polos Audiovisuales (RNPA), sucintamente definido así: “es una iniciativa [que tiene] la finalidad de descentralizar las actividades de formación cinematográfica para la producción e intercambio de contenidos audiovisuales a través del cine”. Amén de la referida descentralización, el objetivo del proyecto consiste en la impartición de talleres cuyo objetivo es dotar a los participantes –emanados de un proceso selectivo, previa convocatoria– de los conocimientos necesarios para la elaboración de material audiovisual en temáticas específicas, de manera que desemboquen en la producción de cortometrajes documentales.

Como tantas manifestaciones de la cosa pública en México –si no es que todas–, con el aún reciente cambio no sólo de gobierno sino de perfiles ideológicos fundamentales, así como de prioridades programáticas y presupuestales, este proyecto corrió el riesgo de simplemente desaparecer, sin que importaran los resultados obtenidos desde su arranque. Por eso, es digno de celebrarse que la RNPA siga vigente, este año y a consecuencia de la pandemia actual, bajo el nombre de Polos Virtuales, pero sobre todo el hecho de que su naturaleza, propósitos y alcances permanezcan y se busque fortalecerlos.

En un lustro de vida, Polos Regionales/Virtuales ha hecho posible la producción de unos trescientos cortometrajes documentales, con la participación de aproximadamente un millar de personas a lo largo de todo el territorio nacional, enfocadas en un objetivo virtuoso: “fomentar la reconstrucción de la memoria colectiva, la expresión de la identidad regional y el restablecimiento de los vínculos comunitarios”. Lo anterior puede sonar a mero fraseo oficialista y, por ende, carente de verdadera sustancia, más cuando uno se entera de que al proyecto se suman las instituciones de cultura estatales, históricamente tan acostumbradas al amiguismo, la simple y comodona simulación de que trabajan, así como el ejercicio muchas veces opaco de sus presupuestos. Empero, y corroborarlo es una sorpresa muy agradable, los resultados están valiendo la pena, al menos a juzgar por el puñado de producciones que a este juntapalabras le ha sido posible ver y que, debe suponerse, se hallan a disponibilidad pública y abierta en las plataformas y espacios de difusión tanto del IMCINE como de los mencionados organismos culturales estatales. Por lo demás, existe al menos un disco Bluray compilador de las multimencionadas producciones audiovisuales, hechas entre 2016 y 2018, con una docena de títulos, como sigue: Norma (Norma Kpaima Robles, Aguascalientes; tradiciones); Portal de vida (Francisco Escobar, Chiapas; preservación); Vestido rarámuri (Marina Ríos Santini, Chihuahua; tradiciones); Jimulco (Ángeles Pelayo, Coahuila; medio ambiente); Espasmos de la memoria (Jackelin González; experimental); C de ceviche (Richo Beso, Guerrero; gastronomía); Después de los dioses (Rubén Magallán, Michoacán; arte tradicional); El capo y la lluvia (Octavio Mendívil, Sinaloa; personajes); Darío (Rocío Ríos, Sonora; equidad de género); Omar Selvín (Nereida Mora, Tlaxcala; migración); La comadre (La Raza Colectivo, Veracruz; vida cotidiana), y finalmente Jorge, mi hijo (Colectivo, Zacatecas; salud).

En más de un caso a medio camino entre el lenguaje cinematográfico y recursos más habituales para la televisión o el audiovisual en redes, pero con algunos resultados no sólo interesantes sino fílmicamente más que dignos e incluso notables –es el caso de Darío, de Omar Selvín y, sobre todo, de La comadre), lo más destacable de estos doce cortometrajes documentales es, por supuesto, el origen y el propósito que los anima: se trata de las comunidades hablando de sí mismas, sus preocupaciones, sus intereses, problemáticas, visión del mundo; es un cine hecho por la gente de a pie para ella misma, y con él se logra, entre otras cosas y así sea modestamente, una sanísima democratización del discurso audiovisual.

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