Prosaísmos

- Orlando Ortiz - Sunday, 20 Sep 2020 13:52 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

Amado Nervo narrador

 

Como otros poetas decadentistas, Nervo cultivó también la narrativa. Pocos se han ocupado de ella, empeñados en menoscabarlo a partir de su poesía, sobre todo la de su última etapa, en la que se ponen en relieve con mayor fuerza sus inclinaciones metafísicas y su melancolía.

Como prosista, lo dije ya en mi columna anterior, es espléndido en sus artículos y crónicas periodísticas, en las que campean ironía y humor sutiles, no corrosivos ni tendenciosos. En cuanto a su narrativa, incursionó en el cuento desde sus inicios, posteriormente lo hizo en la nouvelle o novela corta. De sus primeros cuentos me sorprende su malicia narrativa, que contrasta con su, por otra parte, inocencia, lo cual es natural si tomamos en cuenta su temprano ejercicio literario. Con “malicia” quiero decir que no se deja llevar, como casi todos
los que comienzan a escribir narraciones, por el lado de sus “vivencias” y de un “yo” ontológico, lacrimoso y justificativo de todo; es decir, Nervo se preocupa por contar una historia, no por vomitarnos sus náuseas existenciales.

En los cuentos de Nervo se pueden encontrar páginas espléndidas, narraciones encomiables que abarcan los asuntos más insospechados. Están, desde luego, las anécdotas románticas, idílicas, sin caer en lo melodramático o melifluo, pero también historias que sorprenden por su anticipación, al grado de que se podrían calificar de cuentos o relatos de ciencia ficción, como “La última guerra”, y otros más en los que se vislumbra, por ejemplo, la criogenia (desde luego que no la llama así). Lo que muchos no sospechan es que ese poeta “melancólico, tristón o conformista” es un humorista de primera línea; conste que dije humorista, no chistoso. Ese rasgo aparece en algunos de sus cuentos, y matizado con habilidad, pues a veces ese humor es fresco, o es negro, y en ocasiones esa negrura colinda con la crueldad.

Nervo, hombre sensible de su tiempo, fue modernista, nos dicen desde la primaria, creo, y nos transmiten la imagen de un individuo con cara de que le aprietan los zapatos. Es más adelante, si se nos ocurre asomarnos a su obra, cuando nos enteramos de que era decadentista, es decir, afín a la corriente de autores como Lugones, o Díaz Dufoó, por lo tanto, a más de ser extremadamente cuidadoso en sus escritura, era simpatizante de temas oscuros, paranormales, fantásticos; de ahí que uno de sus volúmenes de narraciones se titule Cuentos misteriosos, aunque no solamente en este libro podamos encontrar textos que lo marcan, y aunque se le ignore, como precursor de la literatura fantástica latinoamericana, a lado de Lugones, para no mencionar a otros autores.

Si bien sus cuentos deben leerse tanto por los asuntos como por su tratamiento y manejo del lenguaje, creo que sus mayores cumbres están en las nouvelles, o novelas cortas. Ya en la que me parece que es la primera de ellas, El bachiller, el desarrollo y desenlace son sorprendentes, mas no se aproxima a lo fantástico. A esos linderos se aproxima con El donador de almas, en la que también parece sentirse más a sus anchas y rompe moldes y apuesta a lo lúdico y lo maravilloso. Mencía es otra de las novelas cortas que deben leerse para tener una idea más precisa del Nervo narrador que, para Manuel Durán, “en muchos casos –y sobre todo para el gusto de hoy– (es) superior al Nervo poeta”.

La fantasía, los desdoblamientos ontológicos, lo paranormal, las psiques turbias, lo metafísico, el erotismo, el subconsciente... son recursos que podemos encontrar en las narraciones de Nervo. Y temo haberme quedado corto. Lo que sí es evidente y no deja lugar a dudas es, por un lado, la calidad de la prosa de este poeta y, por el otro, su afán por recorrer nuevas rutas, por buscar horizontes inexplorados para una narrativa que se había estancado en el naturalismo chato.

Si la memoria no me falla, creo que José Emilio Pacheco ya había señalado en su momento que era necesario y urgente revisar la obra de Nervo, pues se le ha menospreciado injustamente.

 

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