Artes visuales

- Germaine Gómez Haro | [email protected] - Saturday, 10 Oct 2020 20:45 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

Franco Maria Ricci: el laberinto de la belleza

Para Laura, musa y cómplice

Se cumple un mes de la pérdida del editor de arte más importante de nuestra época, creador de las colecciones de libros y revistas más sugerentes y suntuosos que se hayan realizado; ediciones hoy míticas que son en sí objetos de arte para admirar y coleccionar. Con la partida de Franco Maria Ricci (Parma, Italia, 1937), se nos va toda una época representada por un personaje irrepetible, creador de utopías y visionario, de un talento, sofisticación y sensibilidad sublimes, cuya vida y obra estuvieron nimbadas por la búsqueda de la belleza y la divina proporción. Tuve el privilegio de conocer a Franco y a Laura Casalis, su mujer y cómplice creativa, por conducto de nuestro mutuo y querido amigo también desaparecido, el historiador y bibliófilo Guillermo Tovar de Teresa. Fue en 1993 durante un viaje de los Ricci a México, año en el que se inauguraba la Casa Lamm, donde emprendíamos con Tovar la aventura de crear la fabulosa librería bautizada por él con el nombre de Pegaso. Ricci se fascinó con el proyecto de Casa Lamm y su librería, y los hados hicieron que eligiera este naciente espacio para acoger sus ediciones (FMR) en lo que fuera su única sede en América Latina (había sucursales en Italia, París y Nueva York). Los Ricci eran profundos admiradores de nuestro país y de nuestra cultura, y a lo largo de los siguientes años verían la luz importantes publicaciones de temas mexicanos bajo su prestigiado sello editorial, como el Hermenegildo Bustos, con textos de Octavio Paz y Luis González y González; en la colección Guías imposibles, de literatura de viajes, aparecieron La Nueva España, Anáhuac y Huasteca, y fue comisionado por fundaciones de Monterrey para la creación de espléndidas ediciones, como los tres tomos del imprescindible Repertorio de artistas en México, de la autoría del propio Tovar (Grupo Financiero Bancomer), entre otros. De artistas contemporáneos mexicanos publicó Faces, de la pintora Mari Carmen Hernández (1994); el Códice Hernandino-Mixteco y Hernández. Tres pasiones (2016), sobre el artista oaxaqueño Sergio Hernández y Daidalos (2017), sobre el escultor Javier Marín. En 2014 tuve la fortuna de visitar a los Ricci en su paradisíaca villa en Fontanellato, a una veintena de kilómetros de Parma, para conocer la obra culminante de su vida, emprendida tras su retiro del mundo editorial en 2005. Era un sueño acariciado desde su niñez: la creación del laberinto vegetal más grande del mundo, construido con alrededor de 200 mil bambúes en una extensión de 3 km, y un centro cultural que albergara su biblioteca y su colección de más de quinientas obras de arte de los siglos XVI al XX reunida a lo largo de cinco décadas. El Labirinto della Masone, inaugurado en 2015, es reflejo de la armonía, belleza y equilibrio que Ricci supo imprimir a toda su creación, siguiendo el espíritu humanista del Renacimiento que fue su mayor inspiración. Reproduzco las hermosas palabras del historiador del arte y curador italiano Giorgio Antei, cercano colaborador y amigo de Ricci, escritas para esta columna: “Más que un camino, la vida de Franco Maria Ricci se asemeja, precisamente, a un laberinto: un vaivén ininterrumpido hecho de avances, rodeos, desvíos y bifurcaciones, pero guiado en todo momento por la misma convicción: lo bello como condición de la vida humana. Más que una aspiración ideal, la belleza, para nuestro editor, es una meta obligada, tan irrenunciable como la felicidad. La búsqueda de lo bello ha sido el motivo inspirador de la carrera de Ricci como diseñador, editor, coleccionista y artífice de utopías. Su misma vida personal, sus gustos, las personas y las cosas que lo han acompañado equivalen a facetas de un propósito estético totalizador. Quien se interne en el Laberinto de la Masone reconocerá las hormas de sus precursores, hormas del Minotauro, de Teseo y de Ariadna, imágenes hermosas y fugaces que nos conducirán una y otra vez al encuentro de Franco María Ricci. Este es su legado: tenemos que buscar lo bello a costa de perdernos.”

Buen viaje, caro Franco Maria, por el laberinto de la belleza eterna.

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