Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Saturday, 10 Oct 2020 20:09 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

Requiem por un fideicomiso (I de II)

Recuerdo, con una repulsión precisa, cierta escena del documental Toro negro (Carlos Armella/Pedro González Rubio, 2005): bajo los influjos del alcohol, el protagonista, un tal Fernando Pacheco, aspirante fracasado a torero, violenta verbal y físicamente a su pareja, una mujer igualmente joven. Lejos de intentar algo para detener la agresión que se desarrolla frente a ellos, Armella y González Rubio siguen grabando, tan campantes, como si hacer un documental fuera más importante que evitar un momento real y concreto de violencia de género. Un rechazo equiparable provoca la postura, generalizada no sé si de manera real o sólo aparente, que la comunidad cinematográfica sostiene ahora que la desaparición del Fide/Foprocine es un hecho: el mundo bien puede estar cayéndose –por ejemplo, a fuerza de covidazos–, pero que a ellos no les toquen su fideicomiso.

Discúlpese la autocita, pero de esto se habló aquí mismo desde el pasado mes de junio. Entre otras cosas, se dijo lo siguiente: “cualquier situación o medida gubernamentales que suene o huela a retroceso, es decir, que dé la impresión –sea cierta o falsa– de que estamos por perder algo de lo poco ganado en las últimas épocas, tiene como inevitable consecuencia la reacción –ojo con esta palabra, clave para entender no sólo coyunturas sino procesos en conjunto– de una comunidad profesional como la cinematográfica, bastante fogueada en las amargas pero necesarias lides que toca librar de tanto en tanto, para defender lo suyo, sea esto último lo que sea. Es el caso, ahora que los fideicomisos cinematográficos estuvieron en riesgo de desaparecer. [Y más, ahora que ya desapareció.] El problema estriba en que se estaría haciendo pagar a justos por pecadores… o al menos eso es lo que se da por hecho […] cuesta creer que absolutamente todos los fideicomisos padecían/padecen de corrupción […] pero al mismo tiempo cuesta –y mucho– creer que ninguna de dichas entidades ha incurrido en manejos turbios. Debió ser la duda y, debe añadirse, también la […] urgencia por reorientar recursos de por sí escasos, lo que originó el plumazo exterminador.”

 

Los filmes de mi compadre

Firmado por una veintena de entidades, entre las que figuran lo mismo la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) y la Asociación Mexicana de Productores Independientes (AMPI), que algo llamado Red de Distribuidores (¿quiénes la conformarán?) y una nebulosa “Prensa Especializada”, circula públicamente un mensaje abierto, dirigido a la Cámara de Diputados en el cual, plausiblemente, reconocen que “esta crisis sanitaria y económica nos brinda una oportunidad de corregir y fortalecer los mecanismos de apoyo y las instituciones cinematográficas”, aunque, no sin contradicción implícita al recusar la derogación de ciertos artículos de la Ley Federal en la materia, en el fondo por lo que se aboga es por mantener el actual estado de las cosas –aunque ahora más bien se trataría de volver– o, ya de perdida, que los dineros del extinto fideicomiso pasen íntegros al IMCINE, lo cual, por cierto y hasta donde este juntapalabras ha entendido, leído y escuchado varias veces, tanto en voz del secretario de Hacienda como del presidente de la República, es precisamente lo que sucederá.

Aquí mismo se preguntó, en junio pasado: “¿no puede ni siquiera aventurarse la propuesta/pertinencia/sugerencia de un uso distinto, como el que podría dárseles en una situación extraordinaria y urgente, como la actual de la pandemia por coronavirus? […] no se está diciendo aquí nada del tipo ‘el cine no importa’ ni se aboga por la extinción total y permanente del apoyo material que el Estado debe brindarle a un rubro de la vida nacional tan relevante como la cultura en general y el cine en particular. Lo que inevitablemente saca ronchas es que absolutamente todos, ya sean cineastas, científicos […] de cualquier rama de actividad, remunerada o no, en el fondo incurren en este otro refrán: ‘aplíquese la ley, pero en los bueyes de mi compadre’.” (Continuará.)

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