Vita Nova (dos poemas)
- Louise Glück - Saturday, 17 Oct 2020 22:09



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La poesía de Louise Glück (Nueva York, 1943) es interiorista y cotidiana, casi menor, heredera de William Carlos Williams, sin la desesperación “expresionista” de Anne Sexton y Sylvia Plath. En definitiva, una voz de la Costa Este de Estados Unidos. Una hija más de Emily Dickinson, como ya se ha señalado, que rara vez intenta convencernos de que esto es poesía. En Vita Nova (Ecco Press, NY, 1999) nos conduce al fin del amor y la redención de aquella muerte. “Pensé que mi vida había terminado y tenía roto el corazón. Entonces me mudé a Csambridge”, concluye su esbelta colección de cuestionamientos y lamentaciones en voz baja. Acude a Dido, la abandonada reina de Cartago, y aborda repetidamente la separación de Eurídice y su Orfeo antes de encontrar el reducto inesperado para una vida nueva en otra parte.
En el mito clásico y sus paisajes busca la salvación. En el aire mediterráneo de Castilla e Italia, sobre las huellas de Dante y Virgilio, agita los rescoldos de un corazón en llamas, alguna vez promiscuo pero siempre dado al absoluto.
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Ley no escrita
Interesante cómo nos enamoramos:
en mi caso, de manera absoluta. Y caramba,
con frecuencia–
así fue en mi juventud.
Y siempre de hombres un poco niños,
inacabados, hoscos, o que pateaban tímidos las hojas muertas
a la manera de Balanchine.
No que los viera como versiones de una misma cosa.
Con mi platonismo inflexible,
mi fiera búsqueda de una cosa a la vez,
legislé contra el impreciso reglamento.
De todos modos, los errores de mi juventud
hicieron de mí un caso perdido
pues se repetían, como es lo común.
Pero sentí por dentro algo más que el arquetipo–
una verdadera responsabilidad, un optimismo
y un amor por entero ajenos a mi naturaleza.
Reconozco que en ti bendije mi buena suerte.
La bendije absolutamente, como se acostumbraba entonces.
Y tú, en tu cruel sabiduría,
me enseñaste de manera gradual
la inutilidad del término.
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Amor inmortal
Como una puerta
se abrió el cuerpo y
el alma salió a mirar.
Tímidamente primero, luego
menos tímida
hasta que se sintió segura.
Con hambre se aventuró.
Luego con hambre feroz,
luego a la menor invitación
de cualquier deseo.
Promiscua tú ¿cómo encontrarás
a dios ahora? ¿Cómo
reconocerías lo divino?
Ya en el jardín te habían dicho
que vivieras en el cuerpo, no
fuera de él, y sufrieras allí
dado el caso.
¿Cómo dará dios contigo
si nunca te estás en un mismo sitio
el tiempo suficiente, nunca
en la casa que él te dio?
¿O a poco crees
que no tienes casa, ya que
nunca tuvo dios la intención de contenerte?
*Nota y versiones del inglés de Hermann Bellinghausen.