Bemol sostenido

- Alonso Arreola | T: @LabAlonso / IG: @AlonsoArreolaEscribajista - Sunday, 18 Oct 2020 00:16 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp

La grandeza de Eddie Van Halen

El tap o tappipng que pasó del piano a los instrumentos cordófonos alcanzó una popularidad insólita en la década de los años ochenta gracias al genio y carisma del guitarrista holandés Eddie Van Halen. Dicha técnica consiste en pisar con los dedos directamente en el diapasón sin pulsar las cuerdas como normalmente se esperaría. La posibilidad que ofreció la tecnología de amplificación, aunada a los efectos y las pastillas o micrófonos de los propios instrumentos, abrió un mundo sonoro que calzó a la perfección con la imagen del músico de rock que alcanza el estrellato por una rebeldía intrínseca, ya no social, que revienta hacia adentro a través de una búsqueda personal.

Dos vehículos clave para llevar la guitarra eléctrica al extremo circense –en el mejor de los sentidos– fueron Jimi Hendrix y Pete Townshend haciendo remolinos al frente de The Who. Ninguno, sin embargo, se ensimismó al grado de Van Halen. Inmediatamente después se le sumarían otros virtuosos que fortalecieron la ola desde el hard, el glam, el heavy y el metal. No es momento para nombrarlos. Son demasiados y muchos cayeron del otro lado de la cerca convirtiéndose en acróbatas de enorme vacuidad sentimental. Eddie, por el contrario, tuvo un buen gusto inalterable.

Basta verlo en ese video cuando, frente a la enloquecida audiencia de Connecticut en el año 1986, Sammy Hagar (entonces vocalista de Van Halen tras la salida de David Lee Roth), dice al micrófono: “Este es el momento que más me gusta de la noche… es cuando me siento a tomar una bebida fría para disfrutar del más grande guitarrista del mundo del rock, el señor Eddie Van Halen.” Entonces sucede un momento musical de gran plenitud. Sí, con las dosis de superficialidad que supone un escenario del hard rock ochentero; sí, da pena verlo fumar con fruición mientras ejecuta ese enorme solo (el cigarrillo terminaría matándolo); pero su contenido melódico, las referencias clásicas (su hijo, el último bajista de la banda, se llama Wolfgang), la variedad tímbrica y su relajación mecánica patean nuestra mandíbula hasta desprenderla del cráneo.

Dicho esto, ¿sabe nuestra lectora, nuestro lector, quién fue Vittorio Camardese? Hoy se le considera uno de los verdaderos pioneros del tapping junto a Jimmy Webster y Roy Smeck. Todos ellos se anticiparon por mucho a lo que luego hicieran nuestro Eddie o el enorme Stanley Jordan. Hablamos de los años treinta, cincuenta y sesenta. Empero, es seguro que antes ya se habrían originado experimentos del tipo en músicas africanas, gitanas u orientales. Hoy podemos ir a Youtube y maravillarnos con viejas cintas en blanco y negro que surgen de las tinieblas para reordenar la cronología del mundo. Lo que debemos hacer notar, intentando justicia, es que durante el desarrollo y aprendizaje de músicos como Van Halen esa información yacía oculta. Esto lo obligó a un “nuevo” descubrimiento que influyó en quienes emocionadamente lo sucedieron.

Su explicación a propósito de la técnica que acuñó fue, palabras más, palabras menos, ésta: “Terminé haciendo todos esos trucos… técnicas… cosas en la guitarra… o como quieran llamarlas, porque no podía comprarme efectos ni pedales como los que muchos tenían y quería sacar la mayor cantidad posible de sonidos del instrumento.” Y sí. Quienes revolucionan la aproximación a un instrumento responden a pulsiones íntimas; inquietudes personales relacionadas con una búsqueda que transformará al mueble en un puente para llegar a lo otro, lo que nos rodea sin convencernos del todo.

Finalmente, sabemos que esta columna parece un cementerio como los de Montparnasse o Pere Lachaise en París; como el de la Recoleta en Buenos Aires... En semanas consecutivas recordamos a Quino, Rocco Prestia, Gary Peacock y ahora a Eddie Van Halen. Lo sentimos. Mientras la oficiosa muerte se ensañe, nosotros seguiremos interpelándola lanzando flechas de memoria. Son tiempos terribles y la fuerza pasada nos aguarda, mañana. Buen domingo. Buenos sonidos. Buena semana.

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