Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 08 Nov 2020 07:24 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Morelia 18 (I de III)

 

Como era de esperarse dada la situación presente, la décima octava edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM18) fue atípica por breve en términos cronológicos y de oferta fílmica, por escasa en términos de presencia cinéfila física en la capital michoacana, y también por relativamente discreta en términos mediáticos. No podía esperarse algo distinto; de hecho, no faltó quien considerara una temeridad, más que una opción atendible, el hecho de que con todo y medidas de seguridad se llevaran a cabo funciones en salas, además de las virtuales en las que, a fin de cuentas, tuvo verdadero lugar este FICM18. No deja de ser una lástima que, en la edición que marca su mayoría de edad, al festival le diera Covid-19, pero cabe dar por seguro que Daniela Michel y el cuate Cuauhtémoc querrán volver por sus fueros el año entrante.

Como tampoco podía ser de otra manera, entre lo que se mantuvo figuran las secciones más esperadas del FICM, es decir, las de largometraje mexicano tanto de ficción como documental. Aquí se echará un vistazo a la primera de ellas. En términos generales también se conservó, irremediablemente, una notable distancia entre lo mejor y lo peor de la selección presentada, como puede verse a renglón seguido.

 

Las del cielo

Con todos los merecimientos, Sin señas particulares (2020) fue la ganadora absoluta al llevarse tanto el premio del jurado como el que otorga el público, situación que se presenta de manera escasa. Coproducida entre México y España, es la ópera prima de Fernanda Valadez, coautora del guión junto con Astrid Rondero; súmese la fotografía, por cierto espléndida, de Clarice Jensen, y lo que se obtiene es otra condición todavía escasa no sólo en nuestro país: una película concebida, estructurada y ejecutada de manera preponderante por mujeres. En términos cinematográficos, el resultado es no sólo feliz sino sobresaliente; en cuanto al aspecto temático, la película es desoladora: cuenta la historia de Magdalena (encarnada de modo extraordinario por Mercedes Hernández, quien merecidamente fue reconocida con el galardón a la mejor protagonista femenina), una mujer de mediana edad que abandona su localidad en busca de su único hijo, luego de que durante demasiado tiempo éste no diera señales de vida, tras haberse ido a tratar de cruzar la frontera para trabajar como inmigrante ilegal en Estados Unidos. Previo al FICM18, Sin señas particulares ha obtenido diversos reconocimientos y, a menos que en el ínter surja otro garbanzo de a libra, es de esperarse que obtenga varios más, incluyendo entre otros el próximo Ariel y la nominación mexicana a ser postulada para el Goya y el Oscar. Al tiempo.

De no haber sido por Sin señas particulares, la cual, como se dijo, es un auténtico garbanzo de a libra, seguramente el premio al mejor largometraje de ficción del FICM18 se lo habría llevado Blanco de verano (2020), escrita y dirigida por Rodrigo Ruiz Patterson, egresado cum laude del ccc que ya cuenta con un largo documental –Bad Hombres (2019)–, así como cortometrajes de estupenda factura, como Arreglo napolitano (2019) y Paradisio (2013). Narrador sutil y afecto a las ambigüedades que profundizan y vuelven complejos relatos sencillos sólo en apariencia, y apoyado en la fotografía minuciosa y sensible de María Sarasvati, en Blanco de verano Ruiz Patterson explora la psique y la conducta de un adolescente que no atina sino al desatino cuando ve amenazado su pequeño universo seguro y rutinario. Destaca el trabajo histriónico del muy joven Adrián Rossi, el protagonista, en quien recae la mayor parte del peso específico dramático del filme. Con apenas treinta y tres años de edad, de seguir con este nivel de concepción y ejecución fílmicas, a Ruiz Patterson le esperan tiempos venturosos (Continuará.)

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