La oquedad del espacio íntimo. Otras formas de mirar

- Anitzel Díaz - Sunday, 29 Nov 2020 09:12 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
La pandemia ha generado nuevos parámetros en el espacio íntimo, personal, en el que, al final, sólo “contamos con nosotros mismos”. En este artículo se comentan dos obras en ese sentido: ‘Historias propias desde casa’, de Lorena Wolffer, sobre lo que ha significado el encierro para la mujer, y ‘Días de coronavirus’, de Jorge Ferrer, una crónica de cuarenta días metido en su domicilio.

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Hace algún tiempo que lo que no puede ser visto en los medios o subido a la red “no existe”. Al respecto hay quienes tienen una actitud apocalíptica o quienes aluden a que “el uso de la red no supone más peligros que los de ventilar la privacidad personal y familiar gritando, peleando o haciendo ruidos que los vecinos escuchan a través del cubo del edificio, o esparciendo chismes y rumores de una oficina a la otra.” Un paradigma que consigna: “que quede testigo de lo que hago para tener consciencia que lo estoy haciendo”.

Lo cierto es que, sí, hoy necesitamos testigos. El ejercicio es en ambos sentidos, tanto del que muestra como el que observa. “La intimidad es un tema salvaje donde casi todo está por reflexionar. En él se junta identidad, experiencia, memoria, acción, valoración, ficción, recreación. Todo esto se mezcla con el ingrediente explosivo de la libertad.”

De ahí que las cartas privadas de escritores famosos sean tan populares. Hoy el confinamiento nos ha regresado al espacio privado. A estar con nosotros mismos. Se han quitado estímulos, ha cambiado la mirada y ha cambiado lo mirado. Se ha instalado el silencio. El tiempo sobra, ya no es necesario desplazarse.

Esa ventana a lo íntimo, lo que todos tenemos de voyeur y en el aburrimiento de la cotidianidad; suena apetecible. ¿Cómo la está pasando? ¿Qué está haciendo? En este sentido el arte reflexiona y vislumbra la intimidad.

 

Historias propias desde casa

Lorena Wolffer, artista y activista mexicana, propone en Historias propias desde casa una reflexión sobre lo que ha significado para la mujer volver al espacio privado de la casa, de donde había logrado salir.

El ejercicio visual es una mirada a los espacios de intimidad; desde la recámara hasta la cocina y lo que hay en medio. Es una muestra del impacto diferenciado del confinamiento. La mujer regresó al espacio que históricamente tenía; al cuidado de la casa y sus habitantes. Es una ventana a lo que está sucediendo, una introspección. Historias propias que te harán pensar en la otredad durante la pandemia; qué se hace en la intimidad que el día de hoy abarca todos los espacios de la cotidianidad.

Comentaba la artista que una amiga le relató cómo estaba cursando de nuevo segundo de primaria en las clases virtuales “Que ellas, las mujeres, se sigan ocupando de lo doméstico es una clase de violencia. Porque los roles se multiplicaron, ellas siguen ocupándose de su trabajo, de sus hijos, de la casa… dentro del confinamiento.”

 

Días de coronavirus

En Días de coronavirus, Jorge Ferrer, escritor cubano, narró durante cuarenta días una crónica del confinamiento por la pandemia de Covid-19 en Barcelona, su actual residencia. La crónica fue originalmente publicada en la Revista virtual Estornudo.

El recuento transita entre el humor y la ironía. Se puede imaginar al escritor ante la computadora, el ordenador diría él, desgranando el día, lo que queda por hacer, lo ya hecho. En ese recuento se trasluce lo que sabe, mucho de literatura rusa (está traduciendo fragmentos censurados a Vasili Grossman), lo que quiere; mucho de cocina española y cubana, el desasosiego y la cotidianidad que se vuelve más pesada por el tedio y la rutina.

“El humor que nunca lo abandona y la literatura rusa, el cine que ve confinado y los libros que lee, el seguimiento obsesivo de la pandemia con sus cifras de muertos y la gestión política [...], la nostalgia de un pasado que vuelve con fuerza a medida que el encierro lo obliga a contar solo consigo mismo.” Dice la contraportada del libro, donde se recoge la crónica completa, publicado por Editorial Hypermedia.

 

Telegramas cantados

Un placebo para la soledad. “Estamos ansiosos de conectarnos con otros”, dijo Pablo Helguera, artista, performer y autor mexicano, en una entrevista reciente. “Es un momento de gran dolor en el que intentamos comprender la pesadez que todos sentimos todos los días.”

Helguera propone formas de estar con otras personas desde lejos. El teléfono, primero, el telegrama, después. Otro retorno. Es un cuento, pensado para ti. Los telegramas se entregan mediante una cita de Zoom y son gratuitos; son mensajes personales y privados que no se pueden compartir en redes sociales.

Piezas efímeras donde la única documentación son los testimonios de las personas que presencian y son parte de la obra. Lo que queda es la experiencia.

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