El canto elegíaco de Francisco Brines, Premio Miguel de Cervantes 2020
- Alejandro García Abreu - Sunday, 06 Dec 2020 07:41



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Luis Cernuda permaneció “instalado, como siempre lo estuvo, en su soledad conscientemente construida y en una ansiosa, necesitada búsqueda de libertad interior y externa”, se lee en Unidad y cercanía personal en la poesía de Luis Cernuda, discurso del poeta Francisco Brines (Oliva, Valencia, 1932) leído el 21 de mayo de 2006 al convertirse en miembro de número de la Real Academia Española. La búsqueda de libertad interior y externa también caracteriza a Brines, galardonado con el Premio Miguel de Cervantes 2020.
Entre “los poetas del 50”, que contribuyeron a la escritura de poesía que aspira a la universalidad “por vía de la introspección existencial y la proyección metafísica, se sitúa Francisco Brines, uno de los poetas de voz más distintiva e intensa, de signo meditativo, y de palabra siempre proferida desde la emoción –afirmó el crítico literario cubano José Olivio Jiménez en La poesía de Francisco Brines (Editorial Renacimiento, Sevilla, 2001), compuesto por siete capítulos–. Y además, explorador pausado pero incansable de un mundo interior singularmente diferenciado.”
Jiménez aseveró que, por el alcance de sus “cogitaciones poéticas”, Brines rebasa sus circunstancias personales y plasma verdades dolorosamente universales: “Y de aquí la indiscutible universalidad de un canto hondamente elegíaco en grandes tramos; pero a lo largo del cual y, a un tiempo, encuentra momentos para afirmar la frágil realidad humana y la hermosura de la vida y el mundo.”
Para José Andújar Almansa, catedrático de la Universidad de Granada, la recopilación Ensayo de una despedida. Poesía completa (1960-1997) de Brines –libro de seiscientas páginas publicado por Tusquets– resulta una “biografía poética”. Incluye Las brasas (1960), Palabras a la oscuridad (1966), Aún no (1971), Insistencias en Luzbel (1977), El otoño de las rosas (1986) y La última costa (1995). Con independencia de estos títulos, dice Andújar Almansa, Brines publicó en 1965 un breve cuaderno con dos poemas de asunto histórico, El santo inocente, que tras la inclusión de un tercer texto se denominó Materia narrativa inexacta, integrándose dentro de las sucesivas recopilaciones de su poesía desde 1974. En 1985 apareció Poemas excluidos, un grupo de composiciones que, como su título indica, no habían sido recopiladas. El catedrático concluye que la unidad y la coherencia del conjunto se deben al “sentido biográfico.”
Suscribo lo escrito por José Olivio Jiménez sobre el primer libro de Brines: “No se vislumbran todavía en Las brasas (Ediciones Rialp, Madrid, 1960) rasgos de apertura hacia la luz, hacia las aristas positivas que la experiencia del vivir puede también ofrecer (para ello habrá que esperar hasta Palabras a la oscuridad, de 1966). En este primer cuaderno el tiempo –no olvidemos que es allí un anciano quien habla– domina todo implacablemente, con su destino de extinción y muerte. Así, la mirada del autor es altamente emocional, y la emoción es aquí fuertemente negativa; aun diríase que escéptica y pesimista.”
Elca es un naranjal a las afueras de Oliva en Valencia. El periodista Ferrán Bono narró que a Brines “le surgía ‘con extraña insistencia’ la contemplación de su vejez en su casa de Elca. Allí transcurrió ‘lo mejor’ de su infancia, allí experimentó ‘la continuidad de todas las edades’ y allí vive ahora postrado en su cama, cumpliendo uno de sus deseos: que su legado, su patrimonio, sus miles de libros, las obras de arte que ha ido coleccionando permanezcan y que su espléndida masía se convierta en un futuro en un centro de estudios y un espacio para la escritura.” El proyecto se llama Fundación Brines. Se gesta en 2018 por voluntad del poeta.
En Elca, exquisito libro de artista de Mariona Brines y Francisco Brines hecho con siete electrografías, que contiene el poema homónimo de 1966 y tres collages de Mariona –sobrina del autor–, de tapa dura y tela roja, realizado en papel Fabriano y encuadernado manualmente –una edición limitada de treinta ejemplares firmados y numerados–, publicado en 2010 por Editorial Krausse en Valencia, se percibe el origen del poeta: “En aquel lugar miraron sus ojos, por vez primera, la hermosura del mundo, y sintió amor. No habrá olvido nunca para ese recuerdo.// Ya todo es flor: las rosas/ aroman el camino./ Y allí pasea el aire,/ se estaciona la luz,/ y roza mi mirada/ la luz, la flor, el aire.// Porque todo va al mar:/ y larga sombra cae/ de los montes de plata,/ pisa los breves huertos,/ ciega los pozos, llega/ con su frío hasta el mar.”
Pero hay un asedio. En “Los signos desvelados”, de Palabras a la oscuridad (1966), Brines revela: “Y desvelé el misterio/ de su quieta mirada:/ en todos los lugares de la tierra,/ el tiempo le señala/ al corazón del joven/ los signos de la muerte/ y de la soledad.”