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Literatura de Palestina: palabra y memoria viva

‘Blanco Móvil’, Números 147/148, otoño-invierno, México, 2020.
Cynthia Pech

Palestina existe con y por su intensidad humana en el quehacer literario que es memoria y, sobre todo, un lenguaje vivo que enciende conciencia, palabras e instantes. Adentrarse en estas páginas que Blanco Móvil, en su número 147-148, dedica a la literatura de Palestina, es emprender un viaje por la palabra viva en voz de quienes, en la cotidianidad de su ser, escriben para que no se olvide la experiencia de la herida de un pueblo vivo.

En los textos contenidos en este número, el refugio, el desarraigo, la memoria y la resistencia, como bien señala Sandra Lorenzano en la introducción, son temas que los atraviesan. En cada uno de ellos, una voz late como testigo del horror que significa el ser exiliado: extranjeros permanentes en condición siempre de extrañeza.

Se incluyen dieciséis voces de distintas geografías y edades, unidas por una sola idea: resistir para no olvidar, tal y como apuntan los versos del poeta Samij El Kassem: “y hasta la última gota de mis venas/ resistiré/ resistiré/ resistiré”.

“He envejecido, devuélveme las estrellas de la infancia/ para que comparta/ con los pájaros más pequeños/ la senda de regreso/ al nido en que aguardas.” Escribe Mahmud Darwish en el poema “A mi madre”, el cual forma parte del dossier dedicado al poeta.

Los poemas y narraciones recopiladas se adhieren a una práctica biográfica que preserva no sólo la memoria de quien escribe, sino de una colectividad que no se escucha. ¿Son estos textos testimoniales? Sí. El valor del testimonio es su paradoja: hay una línea muy tenue entre la experiencia vivida y la historia narrada; sin embargo, la potencia del testimonio radica en la revelación que hace y en la empatía que provoca.

Sobre la guerra y la resistencia a la ocupación se incluye una serie de testimonios a manera de “Fragmentos de Gaza”, recopilados de las redes sociales durante el ataque israelí contra la población palestina en la Franja de Gaza en julio-agosto de 2014.

Sobre la resistencia y la condición de refugiado, Ashraf Fayadh escribe en “Los últimos descendientes de los Refugiados”: “Refugiado: el último de la fila, esperando tu pedazo de patria…”

Volver es el deseo de todo exiliado. Volver a la patria Palestina, a ese cachito de la Tierra donde los naranjos esperan para cubrir con su olor un viaje que ha sido demasiado largo, nos dice Eduardo Mosches, en los Primeros Pasos.

Los textos de este número no dejarán a nadie indiferente. La experiencia escrita llega a nosotros, poco conocedores de esa herida, como una posibilidad de acercarnos a mirarla pero, sobre todo, como recordatorio de lo frágil que es la memoria y lo necesaria que es la palabra para sobrevivir a cualquier olvido.

 

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