




Imagen tomada de la presentación del libro 'Imágenes en Oaxaca. Arte, política y memoria'
Imágenes en Oaxaca. Arte, política y memoria (fragmento)
La riqueza cultural sustentada en la coexistencia de pueblos indígenas, afrodescendientes y mestizos, se manifiesta en diversas expresiones culturales en Oaxaca, así como en formas de organización sociopolítica refrendando la colectividad y la vinculación comunitaria frente a la violencia de una modernidad capitalista que intenta pulverizarlas. Todo ello complejiza la dinámica cultural y artística en Oaxaca, convirtiéndola en un espacio genuino donde se libran diversas batallas políticas, sociales y estéticas. Por momentos la aproximan más a un sitio de experimentación sociocultural donde se encuentran, colisionan o entrelazan –una variedad de estilos artísticos novedosos vinculados a– la tradición con la modernidad, la conservación con la vanguardia, la reserva con la exhibición desmedida, el chauvinismo con el sometimiento, la individualidad con el torrente masivo, la resignación con la subversión.
La ruptura con una visión lineal del arte otorga una posibilidad de emancipación en su fundamentación política, tal como Walter Benjamin lo planteó. Al gestarse iniciativas culturales que pugnan por revalorar el potencial cognitivo y político de las artes visuales en Oaxaca, se potencializan nuevas formas de vivir la ciudad, creando alternativas para la sociedad.
La fisonomía de la ciudad como escenografía cultural para la construcción de significaciones también resulta relevante, así como las formas del espacio público. Los “rasgos expresivos” conformados en la modernidad constituyen expresiones culturales que encierran la imagen de la historia como lucha. Una imagen paradójica evidenciando la riqueza material y creativa de sus artífices, pero a la vez, ocultando las intrincadas relaciones jerárquicas, de dominación y de explotación en el orden de lo dado.
Frente a esta banalización de la actividad creativa, se han gestado prácticas artísticas disonantes con la narrativa dominante. El contacto profundo de algunos artistas con la vida de la comunidad y con la cultura popular, así como con otras propuestas contemporáneas, ha generado lenguajes estéticos heterogéneos y alternos a lo impuesto por un mercado autocomplaciente. Las encrucijadas del arte y la política incluyen las diversas formas de politización del arte, originadas en nuevas formas de subjetividad y de sensibilidad. Al proponer (des)montajes, imbricaciones y entrelazamientos de técnicas, incluyendo interrogantes basadas en realidades heterogéneas, se fractura la narrativa unidimensional. Estos horizontes en resistencia se abordan de manera detallada en tres apartados centrales hallados al analizar las artes visuales –plástica, gráfica, fotografía–: los protagonistas y las socialidades conflictuadas; la colectivización artística que extendió sus horizontes imaginativos en una gráfica contemporánea; así como la resonancia social de la fotografía, reflexionada como una memoria visual en disputa.
La inclusión de actores y de una imaginación política distinta –que ahora emerge de creadores indígenas, afromexicanos y mestizos locales–, en la realización, documentación o montaje de las imágenes, implica también la construcción de una memoria social y visual en continua
disputa. Microhistorias y visualidades que poseen una narrativa crítica contras las relaciones de poder, combatiendo los lenguajes mediáticos y hegemónicos del colonialismo contemporáneo. La mirada dialéctica nos permite darle un giro al pasado, derrocando la pretensión lineal de la historización dominante. Imágenes y memorias reinventándose por sujetos que dejan de ser eternos consumidores para convertirse en creadores de múltiples narrativas, haciendo refulgir un presente pleno de significaciones, con otras resonancias sociales.