Un detective sin nombre llamado Dashiell Hammet (mejor conocido como Sam Spade)

- Moisés Elías Fuentes - Sunday, 10 Jan 2021 07:54 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Dashiell Hammet nació en Estados Unidos, en 1894 ,y murió en 1961. Fue autor de unos sesenta relatos y de obras tan reconocidas como ‘Cosecha roja’, ‘La maldición de los Dain’ y ‘El halcón maltés’. A los veintiún años trabajó como detective privado, de donde obtuvo muchas de las experiencias que después lo convirtieron en el padre de la ‘narrativa hard-boiled’, “alegoría de la codicia miope, la violencia gratuita y el individualismo que, aun ahora, escinden la convivencia de la sociedad estadunidense y pervierten su capacidad de regenerarse”.

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Veterano de guerra, detective, narrador, guionista de cine, activista político, el 10 de enero de 1961 falleció, minado por el cáncer de pulmón, Dashiell Hammett, el fundador de la narrativa noir moderna y de su variante más descarnada, el hard-boiled, dejando como legado cinco novelas y alrededor de sesenta cuentos, en los que no sólo plasmó la agresividad, la doble moral y la corrupción de la sociedad estadunidense de los locos años veinte y la Gran Depresión, sino además su propia concepción de la ética, la justicia y las relaciones humanas, lo que hizo patente hacia 1922, veinteañero aún (nació el 27 de mayo de 1894), cuando redactó sus primeros cuentos y los publicó en la revista
Black Mask.

De hecho, fue en dicha revista donde comenzó su demoledora crítica al modelo de la narración-enigma*, a través de historias en las que campean la violencia sorda, los diálogos agudos, descripciones a medio camino entre la imagen poética y las observaciones burlonas, elementos que se conciertan en la recreación de lugares y situaciones comunes y aun reconocibles, pero amenazantes, y en penetrantes retratos de personajes, hasta lograr microcosmos en los que viven y mueren hombres y mujeres, jaloneados lo mismo por las sensateces de su razón que por los arrebatos de sus emociones, encuentro de extremos caro a la narrativa de Hammett, como devela el estafador Orrett al compartir su ánimo vengativo al detective de la Continental en “El sabueso del hotel”:

No le quite ojo de encima a los despachos de Nueva York y tal vez se entere del final de la historia. Aún no he terminado. En San Francisco nadie puede acusarme de nada. Por lo que a mí respecta, el tiroteo en Pigatti’s fue en legítima defensa. En cuanto pueda ponerme en pie y regresar al este, le aseguro que un “cerebro” recibirá un montón de plomo. ¡Se lo prometo!(Dashiell Hammett, Sólo te ahorcan una vez).

Curtido en la construcción de entornos sociales corruptos, inmorales y pesimistas, Hammett a su vez fue un maestro en la concepción de personajes confrontados a tales entornos; hombres cínicos, pero dispuestos a habérselas con la inmoralidad y la corrupción reinantes. Y los dos personajes que mejor encarnaron a esos solitarios andantes, fueron el detective sin nombre de la Continental y el investigador privado Sam Spade, reconocidos sobre todo por protagonizar tres de las cinco novelas del autor (Cosecha roja y La maldición de los Dain, el primero; El halcón maltés, el segundo).

 

Entre el conflicto moral y la ironía

Más reconocido por sus novelas, como sus dos investigadores, Hammett escribió unos sesenta relatos, entre los que se hallan verdaderas obras maestras del cuento noir, en los que imprimió muchos de sus más hábiles recursos narrativos, en especial la forma en que equilibraba la dureza de los temas con el romanticismo implícito de los personajes (donde se advertía una discreta pero irreductible inclinación comunista). Pero, además, en su cuentística se manifiestan las presencias de Fiodor Dostoievski y de Ambrose Bierce.

Así, de Dostoievski aprendió a crear personajes complejos envueltos en interrelaciones sociales no menos complejas, mientras que de Bierce asimiló los ambientes sórdidos y el humor cínico y aun sombrío. Con la lectura de ambos, entendió que el desarrollo de los elementos susodichos, en el reducido espacio de la narrativa breve, debía basarse en la acción directa y el retrato agudo, lo que hace el detective sin nombre en “Disparos en la noche”:

Hilary Gallaway no era, desde luego, un hombre que permitiera que una chica tan guapa como la enfermera pasara desapercibida, y él por su parte era lo suficientemente atractivo como para que sus progresos no obtuvieran resultados algo lisonjeros. Ni tampoco me pareció Barbra Caywood la clase de chica a la que le disgustaría provocar su admiración. Pero, con todo, era más que probable que no hubiera nada serio entre ellos, o más que un juego de coqueteos.

Detective privado en la Agencia Nacional Pinkerton, donde trabajó desde 1915, cuando contaba veintiún años, hasta 1922 –labor sólo interrumpida por su participación como conductor de ambulancias en la primera guerra mundial–, Hammett conoció de primera mano las pocas luces y las muchas sombras del oficio: de perseguir matones en los barrios bajos a infiltrarse en huelgas obreras para romperlas. Por ello, en más de un sentido el detective de la Continental es un ajuste de cuentas con esa etapa de su vida, auténtica vuelta de tuerca a los nada heroicos trabajos que acometió en la Pinkerton.

En efecto, por medio del investigador de la Continental, Hammett nos permitió entrever los conflictos morales que sobrellevó en sus años detectivescos, que no es gratuito que el lúcido investigador despojara del “glamour del enigma” o cualquier intento de “explicación moral” del crimen, por intrincada que fuera su ejecución, a través de una ironía feroz que no paraba mientes al exponer la simpleza vulgar del motivo delincuencial más común: la codicia; de ahí el desprecio que exhibe por las joyas robadas en “Tom, Dick o Harry”:

Quiero una lista de los chismes que faltan –dije a Toplin, pero primero…

¿Chismes?

La esfera amarilla de Toplin dio un respingo en la almohada, y lanzó un grito hacia el techo:

¡Valen cien mil dólares y los llama chismes!

Por lo demás, mientras el innominado detective de la Continental representa al Dashiell Hammett agobiado por un trabajo limitante, Sam Spade representa al Hammett emancipado y revuelto contra una sociedad tan asfixiante como la agencia. No por nada, desde sus gestos, Spade resulta un personaje contestatario, lo que se percibe en el primer encuentro del detective privado con un posible cliente en “Demasiados han vivido”:

Spade se balanceó en el sillón. Su rostro –al que las uves de la barbilla huesuda, la boca, las fosas nasales y las cejas densamente pobladas otorgaban un aspecto satánico que no resultaba del todo desagradable– mostraba una expresión tan amablemente interesada como su tono de voz.

Avezado en la investigación privada, Hammett conoció la atracción de los hombres y mujeres comunes por las tendencias que incitan los actos criminales. Fascinación oculta, pero largamente extendida en la sociedad estadunidense de las décadas de los años veinte y treinta, dominada por la mafia, la guerra de los industriales contra los sindicatos, la corrupción política y los estafadores de Wall Street.

 

El padre del hard-boiled

Hammett, quien se relacionó de primera mano con la delincuencia y redactó decenas de reportes para clientes en Pinkerton, no tuvo empacho en utilizar tales experiencias para evidenciar dicha fascinación, al punto de que Spade tiene “aspecto satánico”, porque el crimen seduce, pero también empuja al abismo, como Satanás, algo patente en el último párrafo de “Sólo te ahorcan una vez”:

Ya está bien –dijo Spade con paciencia–. No discutamos. El primer crimen fue accidental, de acuerdo. Pero el segundo, no. Será fácil demostrar que ambas balas, más la que tiene en el brazo, fueron disparadas con la misma pistola. ¿Qué importancia tiene que podamos demostrar cuál de los crímenes fue asesinato? Sólo te ahorcan una vez –sonrió afablemente–. Y estoy seguro de que lo colgarán.

Padre de la narrativa hard-boiled, caracterizada por la agresividad física y psíquica, la sexualidad amenazante y los diálogos cortantes, Hammett acertó al conferirle un carácter introspectivo sensible, suscribiendo que el hard-boiled digno de tal nombre no es efectismo, sino alegoría de la codicia miope, la violencia gratuita y el individualismo que, aun ahora, escinden la convivencia de la sociedad estadunidense y pervierten su capacidad de regenerarse. Introspección que tiene uno de sus mejores momentos en “Declaración”, poema inserto en “Demasiados han vivido”, en que Dashiell Hammett dejó entrever al hombre intensamente humano que fue y que hoy, más que nunca, deberían releer los y las estadunidenses, para atisbar la vena autocrítica perdida y reencontrar lo mejor de sí mismos: “Demasiados han vivido/ tal como vivimos/ para que nuestras vidas sean/ prueba de nuestra vida./ Demasiados han muerto/ tal como morimos/ para que sus muertes sean/prueba de nuestra agonía.” l

 

*Se le llamó así a la narrativa policíaca que se inició con Edgar Allan Poe, porque las historias planteaban, por lo regular, la resolución de un misterio, que adquiría carácter más científico que literario.

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