Un país sin rostro

- Giorgio Agamben - Sunday, 10 Jan 2021 10:22 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Nacido en la capital italiana en 1942, el doctor en filosofía por la Universidad de Roma Giorgio Agamben es uno de los filósofos más reconocidos y atendidos en el mundo; es autor, entre otros, de los libros ‘Il linguaggio e la morte: Un seminario sul luogo della negatività’ y ‘Quel che resta di Auschwitz’. Mantuvo una relación cercana con el poeta y cineasta Pier Paolo Pasolini, para quien actuó en la película ‘El Evangelio según Mateo’.

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El rostro y la máscara


Eso que se llama rostro no existe en ningún animal, salvo en el hombre, y expresa el carácter.

Cicerón

Todos los seres vivos habitan al aire libre, se muestran y comunican unos con otros, pero sólo el hombre tiene un rostro, únicamente el hombre hace de su aparición y comunicación con los demás hombres su experiencia fundamental, sólo el hombre hace del rostro el espacio de su existencia.

Lo que el rostro expone y revela no es algo que consigan expresar las palabras, o que pueda ser formulado a través de esta o aquella proposición significante. En el propio rostro, el hombre se coloca inconscientemente en juego; es en el rostro, antes que en la palabra, donde se expresa y revela. Y lo que el rostro manifiesta no es sólo el estado de ánimo de un individuo; es, ante todo, su presencia, su exposición y comunicación con los demás hombres.

Por eso el rostro es el lugar de la política. Si no existe una política en la fauna es porque los animales, que permanecen todo el tiempo al aire libre, no hacen de su exposición un problema, simplemente habitan en ella despreocupados. Por eso no se interesan por los espejos, por la imagen como imagen. El hombre, en cambio, quiere reconocerse y ser reconocido, quiere apropiarse de su imagen, busca en ella su propia verdad. De este modo transforma la propia presencia en un mundo, el campo de una incesante dialéctica política.

Si los hombres tuvieran que transmitir todo el tiempo sólo información, exclusivamente tal o cual cosa, propiamente no habría existido jamás la política, sino sólo el intercambio de mensajes. Pero como los hombres tienen primero que comunicar su presencia, es decir, una comunicabilidad pura, el rostro es la condición misma de la política, aquello en lo que se sustenta todo lo que los hombres se dicen e intercambian. En este sentido, el rostro es la verdadera ciudad de los hombres, el elemento político por excelencia. Al mirarse a la cara, los hombres se reconocen y se apasionan unos por otros, perciben semejanza y diversidad, distancia y cercanía.

Un país que decide renunciar a su rostro y cubrir con máscaras los rostros de sus ciudadanos en todos los espacios, es, por lo tanto, un país que ha borrado por sí mismo toda dimensión política. En este espacio vacío, sometido en todo momento a un control ilimitado, ahora se mueven individuos aislados unos de otros, que han perdido el pilar inmediato y sensible de su comunidad y que sólo pueden intercambiarse mensajes dirigidos a un nombre sin rostro. A un nombre sin ningún rostro.

 

8 de octubre de 2020

 

Traducción de Roberto Bernal.

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