




Metáforas del insomnio
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En “Las ruinas circulares”, uno de los cuentos más famosos de Borges, un mago se dedica a soñar a un hombre para, después, trasladarlo a la realidad. Como sólo Dios puede crear vida –imaginarnos–, el mago es castigado con un repentino insomnio que detiene su tarea. Sólo después de purificarse y pedir permiso a la divinidad puede realizar su deseo. El insomnio, en la obra borgeana, encontrado en otros cuentos como “Funes, el memorioso” es un tópico que se desdobla en distintas interpretaciones y niveles. A veces puede ser un castigo demoledor o un poder que nos lleva a transgredir nuestra condición humana. La escritora Marina Benjamin (Reino Unido, 1964) ha entendido muy bien el potencial de la otra cara del sueño y entrega en Insomnio una serie de reflexiones que usan la fragmentación para evocar la imposibilidad del sueño y su relación con nuestra experiencia humana.
Insomnio es un libro híbrido que disfraza su marco referencial a través de un discurso confesional, una especie de diario que, de vez en cuando, se aparta de lo narrativo para ir al terreno de lo simbólico y la especulación de las ideas. Sin embargo, me parece que la vocación principal del texto es la del ensayo. Si una posible definición de este género literario es la de una aproximación, asediar un tema para extraer algunas incertidumbres o certezas, Marina Benjamin cumple a cabalidad con ese espíritu. A través de su vida diaria construye una biografía parcial que explora su relación con el insomnio. Antes que un análisis clínico o una árida indagación teórica, el método para explorar el insomnio y sus insinuaciones es el lenguaje mismo. De esta manera la autora convierte a su objeto de estudio en un fenómeno filosófico y, por supuesto, poético. Gracias a esto el insomnio es un ente movible y acaso evanescente.
Insomnio está estructurado mediante pasajes independientes que aspiran, cuando llegamos a la última página, a una lectura total, como cuando miramos un cuadro a la distancia sin fijarnos mucho en los detalles. El ritmo interrumpido (los párrafos de todo el libro funcionan como una suerte de capítulos) introduce al lector en una zona inestable; al contrario de los libros de ensayo convencionales, que muchas veces abusan de un tono didáctico, en el texto de Benjamin hay una vocación de diálogo. En ocasiones nos cuenta los detalles de la habitación en la que duerme e, inmediatamente después, nos sugiere que su insomnio se transforma en un tipo de silencio que se relaciona con la sordera parcial de sus padres y de su pareja. También hay referencias al insomnio como un animal híbrido que se mueve entre el sueño y la vigilia. Si el filósofo francés Gaston Bachelard relaciona al sueño con la posibilidad del vuelo, el insomnio es permanecer en la cama, estar petrificado, con los pensamientos como único elemento vivo, atrapados en un circuito que siempre regresa al punto de inicio.
El insomnio, según la visión de la autora, también puede ser un fenómeno estético. En su gran libro Elogio de la sombra, Junichiro Tanizaki privilegia la oscuridad en lugar de lo luminoso. Lo que permanece en la penumbra tiene un diálogo profundo con el tiempo y por eso es bello. Lo occidental siempre busca el brillo novedoso y la luz. La búsqueda infructuosa del sueño sería, entonces, la misión del esteta harto de las certezas del mundo. Benjamin vincula el insomnio con la imposibilidad de lo lúdico y con la productividad sin límites de nuestra época. Hemos extendido la noche para seguir trabajando y esa vigilia artificial –alimentada por todo tipo de drogas– es una de las enfermedades más comunes en las grandes urbes. Iluminados por lámparas y focos prolongamos nuestro insomnio consumiendo, fijando la vista en un monitor y, quizás lo más importante, enfrentando la realidad en lugar de imaginarla dormidos en la cama. Estas ideas latentes pueden surgir de Insomnio, como satélites que orbitan un tema que, mientras más se piensa, establece relaciones más significativas con nosotros.