




Imagen del video 'La raíz doble. Mujeres: Yásnaya Elena Aguilar Gil', tomada de: https://www.youtube. com/watch?v=Rb0zkth_ArU

Y si la Virgen nos habla, ¿en qué lengua lo haría?
----------
Hace poco más de cinco años comenzó la aventura metalingüística de Ää. manifiestos sobre la diversidad lingüística: fue en 2015 cuando Yásnaya regresó a la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, donde había estudiado, para hablar desde su muy particular perspectiva crítica sobre la relación entre naciones, Estado y lingüicidio, en un Aula Magna repleta de estudiantes que sabían muy bien quién era esa lingüista, que ya era bastante identificable en redes sociales por su incansable actividad en defensa de las lenguas y de la autonomía de su comunidad, Ayutla Mixe. En ese momento comenzó la inquietud por recopilar ese pensamiento escrito y hablado, cuya fuerza partía de una experiencia concreta y que vinculaba su formación en lingüística con la actividad política y una inusual práctica narrativa.
Así, la lectura de los textos que desde 2011 Yásnaya publicaba en la revista Este País significó una desconcertante y estimulante invitación a repensar “temas” que ya estaban resonando en las compiladoras y en el compilador, y que, de alguna manera, tenían cercanía con procesos de autonomía como el de la Cherán K’eri, en Michoacán Por ejemplo, la necesidad inaplazable de una autocrítica a las referencias con las cuales entendíamos los procesos políticos y culturales; el absurdo del canon literario monolingüe, de cualquier canon, pero también la crueldad del Estado a la hora de defender su monopolio de la política y de la lengua. Ahí estaban, viviendo, respirando, hablando con una firmeza y ternura inusitadas, las otras historias de nuestro ningún país, las historias concretas de luchas que no aceptaban idealización posible, con todas sus contradicciones, pero que indudablemente sobrevivían gracias a un sentido de comunidad y de solidaridad muy complejo, a veces no tan fácil de distinguir a simple vista.
De este entusiasmo de lectores de los textos de Yásnaya que compartíamos nació la idea de compilarlos, con la absoluta generosidad y complicidad de su autora. ¿Cómo describir el desafío que implicaba comprenderlos, clasificarlos e interpretarlos para su edición en un libro? Los artículos publicados en Este País y eso que hemos identificado como los textos tecleados, los de redes sociales (Twitter y Facebook), exigían un tratamiento que resguardara su articulación inherente, las relaciones dadas por la perspectiva de la autora y por los “asuntos” que abordaba. Además, tampoco soportaban el dualismo entre contenido y forma. Esto implicaba que era necesario un enfático esfuerzo editorial para que fuera evidente para las y los lectores eso que nos resultaba claro: había una riqueza discursiva en ellos cuando se les ponía a interactuar entre sí, se complementaban en la manera de presentar y narrar los problemas de violencia contra la diversidad lingüística, también generaban vínculos críticos, descriptivos y poéticos: dejaban a sus lectores en un estado permanente de lectura. Es decir, eran también una trama de historias y significados: el amor serrano, los pasajes en los que Yásnaya describe, piensa, siente y, digamos, conceptualiza la relación entrañable con su abuela… y así podíamos enumerar muchos pasajes más.
Ää: manifiestos sobre la diversidad lingüística nos obligó a repensar el estatus mismo de lo que significaba la literatura en su relación con la política. La literatura no era ese sistema totalizador que todo lo toca, lo halaga o lo desprecia en nombre de una aparente pureza canónica o de una belleza intemporal; tampoco era una lista de obras que se tenían que leer durante las vacaciones, generada por empresas editoriales o por cierta crítica literaria que se erigía en el juzgador comercial del proceso literario. No era esa “alfaguarización” a la que se refiere Francesca Gargallo. Tampoco era La Literatura con mayúsculas. Más bien, nos gustaría pensar en los textos escritos y publicados de Yásnaya como el momento de un proceso más amplio y complejo de –como diría Martin Lienhard– “todo un abanico de prácticas literarias”, que se entienden a partir de una relación social y política con el entorno desde el cual son enunciadas y, también, desde los tiempos históricos a los que aluden, directa o indirectamente. Citamos al mismo Lienhard para precisar esta idea: “Si la convivencia de diversos y opuestos grupos socioculturales en un mismo territorio nacional implica una experiencia histórica ‘común’, ésta es vivida de modo distinto, por ejemplo, por un campesino quechua-aymara o un intelectual urbano peruano o boliviano. Si la práctica del intelectual urbano se inscribe ante todo en el territorio del Estado ‘nacional’, la del campesinado quechua-aymara remite a espacios a la vez locales y, en términos de las fronteras modernas, supranacionales. Un campesino aymara peruano comparte con un campesino aymara boliviano no sólo la misma tradición cultural prehispánica, sino también la experiencia de una idéntica opresión colonial y republicana. Según el punto de vista, pues, el territorio nacional puede resultar demasiado grande o demasiado chico para evaluar las prácticas ‘literarias.’”
Los textos de Yásnaya son parte de un proceso de prácticas narrativas, políticas y poéticas que tienen su aquí, su punto de partida, en estricta referencia a su comunidad, no se pueden desligar de ese horizonte, pero también de una serie de luchas: contra la violencia que vive desde hace ya varios años Ayutla Mixe y otras comunidades que se encuentran en cerco criminal por el agua; contra el extractivismo y el proceso político y cultural identificado como lingüicidio, en el entendido de que esta violencia se ejerce en primer plano contra sus hablantes y no solamente contra sus lenguas en abstracto. Estos textos los entendimos también como manifiestos porque a su manera se pronuncian, analizan y combaten contra la adversidad de un mundo conformado históricamente para arrasar con lenguas y comunidades, con narraciones y memorias, con utopías actuantes y territorios. La poética tan política de Yásnaya fue muchas veces más real que el país metafísico en el que estamos atrapados. Quizás nos recuerda también pedazos de nuestros propios mundos arrasados que, a su manera, resisten al torbellino de las modernizaciones.
Así fue la sacudida conceptual y narrativa de leer a Yásnaya en los artículos que publicaba en la revista Este País: reflexiones narradas, pensamientos relatados, pero que eran también ríos de palabras, nada que ver con la estridencia con la cual se disputa muchas veces el logos en los ámbitos académicos, esto era más bien un pathos, una escritura que podía, en un mismo movimiento, articular conceptos e ideas, reflexiones y análisis, con experiencias concretas en clave narrativa. Cuando nos vimos en la necesidad de concebir una estrategia editorial acorde con los textos, los ensayos y artículos de Yásnaya se abrazaron con sus textos tecleados: tuits, facebookazos, una escritura diáfana y breve que corría paralela. Y concebimos el libro como el recorrido por un bosque, con un gran árbol (los artículos) en medio al cual le crecían las ramas (textos tecleados) en la misma página.
Por momentos llegamos a pensar que este libro no tendría un destino editorial acorde con su complejidad narrativa y política. Pero, en eso, apareció la editorial Almadía y encontró, literalmente, su casa editorial. Nunca pensamos que llegaría hasta aquí el libro. Mucho menos imaginamos que se presentaría en medio de una trágica pandemia, como fue el 11 de noviembre (el e-book) y el 12 de diciembre de 2020 (la edición impresa), este último, día de la Virgen de Guadalupe. Nos acordamos del discurso hereje de Fray Servando en 1794, en el que ponía en entredicho la aparición novohispana de la misma Virgen de Guadalupe y la remitía al siglo I, gracias a una supuesta llegada de Santo Tomás apóstol a América, con lo cual le arrebataba al clero peninsular la legitimidad de la conquista. Y también nos preguntamos, desde las páginas de este libro: Y si la Virgen nos habla, ¿en qué lengua lo haría?