




Hacia una descolonización del neoliberalismo
Cuestionar la realidad actual en que vivimos con un filo crítico, transformador y desde una situación concreta como es la de México y América Latina toda (Caribe incluido), exige aterrizarlo desde un enfoque totalizador y abierto. Tal es el enfoque del capitalismo en que vivimos hoy, también llamado neoliberalismo, cuyo modo de vida penetra violentamente todas las instancias de vida de gran parte del planeta.
Por lo anterior, es preciso destacar el neoliberalismo que padecemos como “colonial”, por cuanto se vive desde situaciones de marginación y exclusión exteriores a los países neoliberales centrales, liderados aún por Estados Unidos. Caracterización tal que nos propone el filósofo mexicano José Guadalupe Gandarilla Salgado en su reciente obra, Colonialismo neoliberal. Modernidad, devastación y automatismo de mercado.
Gandarilla Salgado elabora una lectura situada de Marx que apunta hacia un “uso descolonial” de su legado y enfoque. Siguiendo la veta de intelectuales críticos latinoamericanos (marxistas o no, como Mariátegui, Fanon, Grünner, Dussel, Echeverría o Bartra), así como intelectuales críticos occidentales y occidentalizados de otros lares mundiales (donde destacan Achille Mbembe o Ngugi wa Thiong’o), plantea el nada menor punto de transitar, desde un marxismo crítico y situado, la problematización del capitalismo hacia la modernidad como su núcleo central en tanto que constitutivamente colonial y, por ende, inmerso en “lo moderno-colonial” como velo de situaciones de desigualdad, marginación y exclusión multifactorial.
En tal sentido, Colonialismo neoliberal problematiza y posiciona los temas de “lo moderno-colonial”, el Estado neoliberal y la Universidad, educación y pensamiento crítico “bajo la ofensiva del mercado” a lo largo de doce capítulos muy bien estructurados.
El primer tema sitúa la geopolítica de la modernidad desde un enfoque interdisciplinario, para destacar cómo es que el colonialismo actual tiene sus raíces en la modernidad situada planetariamente desde el siglo XVI y condiciona la vida toda, desde ámbitos sociales y psicológicos (destacando aquí los aportes de Frantz Fanon y Enrique Dussel), al tiempo que plantea una posibilidad de transformación política desde una concepción crítica del poder, el Estado y la vida colectiva como temas abiertos de un latinoamericanismo descolonial.
Lo anterior permite abrir la segunda parte de la obra, que destaca la importancia de los complejos militares en la realización cotidiana y estructural de los Estados-nación para mantener la “colonialidad de poder” (en términos de Aníbal Quijano, acentuando el colonialismo desde las estructuras del Estado hacia las de la vida cotidiana y privada e íntima incluso), lo que muestra el “retorno anunciado” de una derechización de la región latinoamericana, que hoy vivimos y se mantiene como “hybris neoliberal” por una vía institucional como la educativa.
De este modo, la tercera parte sitúa el carácter colonial de la modernidad, materializada en los Estados neoliberales para diagnosticar la importancia de las universidades y la educación superior como campos de debate y disputa por el control de un pensamiento crítico que, en opinión del autor, se dirige hacia la necesidad de una “universidad transmoderna” y la crítica de todo “intelectual insomne” como puntos de horizonte y partida para todo pensamiento crítico que parta de su presente inmediato.
Es así como el autor de Asedios a la totalidad configura un abordaje crítico desde una filosofía latinoamericanista, para pensar la situación necolonial que hoy vivimos bajo el signo del neoliberalismo. Su lectura permitirá situar un abordaje integral y de actualidad sobre las situaciones de sujeción en que vivimos.