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Infidelidad y literatura

‘Las horas furtivas’, Mauricio Carrera, Lectorum, México, 2020.
Carlos Martín Briceño

 

No debí haberme acostado con Jacinta Falcao. No debí hacerlo. Hoy están muertos”: con esta poderosa frase que aviva la curiosidad, Mauricio Carrera arranca su estremecedora novela Las horas furtivas, ganadora del Premio Nacional “José Rubén Romero” 2015 y que ahora aparece en la colección Marea Alta de la Editorial Lectorum.

Hilvanando con prestidigitación una diversidad de avistamientos que incluye tuits, whatsapps, páginas de tesis, anotaciones, citas literarias, sueños y recuerdos, la novela seduce por su tratamiento poco convencional de las causas y consecuencias de ese fenómeno desestabilizador que es el adulterio.

Así, Germán, el protagonista, un escritor maduro que ansía reconocimiento y, por encima de todo, el Premio Nacional de Ciencias y Artes, conoce en una fiesta a una mujer que, a diferencia de su esposa Adamari, parece conjugar pasión e intelectualidad de una manera irresistible: Jacinta Falcao, quien, por esa época, trabaja en una tesis doctoral que se centra en la vida de escritores infieles, estrategia que Carrera utilizará para contarnos las historias de cama de gente tan conocida como Jean-Paul Sartre, James Joyce, Elena Garro, Victor Hugo, Mario Vargas Llosa, Adolfo Bioy Casares, Simone de Beauvoir, Boris Vian, Silvina Ocampo, Pablo Neruda y muchos más.

¿TV Notas de los escritores?”, inquiere, irónico, Germán a su amante cuando se entera de la existencia de estos textos. “¡Es una tesis de doctorado, un trabajo serio!”, revira Jacinta Falcao. “Y tú puedes tener tu propio capítulo, si quieres…”, provoca.

Revestida con frases célebres de autores emblemáticos para el protagonista, Las horas furtivas es también un homenaje a grandes maestros como Jorge Luis Borges, Emile Cioran, Tomas Bernhard, Rubem Fonseca, Juan José Arreola, Juan Rulfo, Cesare Pavese y otros emblemáticos artistas de la palabra que, a buen seguro, han influido positivamente en el estilo literario de Mauricio Carrera, uno de los autores con más reconocimientos y galardones a su obra en México.

El lector está, pues, ante una novela polifónica que, valiéndose de un lenguaje preciso y una prosa impecable y rica en recursos, nos muestra, junto con los pormenores de un intenso triángulo amoroso entre individuos que veneran la literatura, un reflejo de ese México violento de levantones e inseguridades, dominado por las exigencias de la delincuencia que ningún gobernante ha podido detener.

La experiencia narrativa de Carrera logra que Las horas furtivas, al igual que la Rayuela de Cortázar, pueda disfrutarse desde muchos vértices. Y conforme uno avanza en su lectura, el asombro crece. Cada fragmento es interpretable de manera diferente, con ritmos y acentos disímiles. No es el mismo aliento el que utiliza el protagonista para contarnos sus Fragmentos de la nada, donde da rienda suelta a inesperadas iluminaciones filosóficas, que el nostálgico tono que le imprime a las amorosas charlas con sus hijos. En lo personal disfruté mucho la impresión de honestidad conseguida para Germán en su agenda amatoria, que inicia siempre con la persistente frase: “Somos historias de cama, mujeres donde uno se ha ido quedando.”

Un matrimonio con hijos que ha caído en la rutina, un encuentro fortuito que desencadena una infidelidad, una desgracia como expiación, todo esto rondado por las voces mayores de la literatura universal. Otros motivos y temas recurrentes desplegados en Las horas furtivas nutren también la bibliografía de Carrera: la reinterpretación de la historia, la fascinación por el lenguaje poético, la imposibilidad de un futuro mejor, el corrosivo humor mexicano, la celebración de la vida a través de las letras. Lo interesante aquí es que Carrera los ha dispuesto para que graviten en torno al tema central, sin que ninguno brille por encima de los demás, creando una novela tan armónica como un cuento, género que el autor domina y cultiva con frecuencia.

Somos seres atormentados, egoístas, ególatras, frustrados. Por eso nos calan tanto las frases que va soltando al desgaire Germán, a lo largo de este gran recuerdo: “A ratos la vida es una proeza. Cuesta trabajo vivir. Ahí entonces está la literatura.” “Los hombres, para coger, son capaces de enamorarse.” “La vida es para cantar. No vale nada la vida, la vida no vale nada. Y creerlo como un dogma. Aferrarse a su tonada.” “Las caries del tiempo: la eternidad de la vida, su brevedad, el desastre de no ser todo lo que uno quiso, esa quemadura que también nombran angustia, el pundonor de la vida para vencernos”.

La literatura es contemplar, en la sopa de pescado, los misterios del fondo del mar”, dice Arreola, citado por el personaje Germán. Mauricio Carrera, diestro contador de historias, nos muestra en Las horas furtivas que de vez en cuando es posible asomarse a esas honduras abisales.

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