Crónica de la migración
En 2018, uno de los temas que ocupó un espacio importante en los medios de comunicación fue la caravana de migrantes centroamericanos que llegó a México en su búsqueda por entrar a Estados Unidos. Este fenómeno, a pesar de no ser nuevo, tuvo en aquel año una particularidad importante: en lugar del viaje hecho a cuentagotas, guiado por traficantes de personas, los viajeros se organizaron en grandes grupos que ejercieron suficiente presión para cruzar las fronteras desde Honduras, el país de donde salió la mayoría. Por supuesto, cada paso de la caravana, cada kilómetro recorrido, estuvo repleto de peligros y dudas. Los centroamericanos fueron acompañados por autoridades que podían ayudarles pero, también, obstaculizar su ruta, e incluso agredirlos directamente, como ocurrió en muchos momentos.
Douglas Oviedo formó parte de la caravana y su papel como pastor –además de su trabajo social en Honduras– lo llevó a actuar como guía de sus compañeros. Oviedo comparte una historia común con los migrantes: expulsados de su tierra natal por la violencia, no tienen más opción que emprender la huida al norte. Intentar quedarse es esperar una sentencia de muerte. Por supuesto, el origen de la violencia y de las muchas calamidades que sufren los centroamericanos, es una pobreza sistémica que se remonta a siglos atrás y que ha sido explotada por el llamado Primer Mundo y, también, por las élites políticas y económicas de esos países.
Caravaneros es la crónica del grupo de migrantes que fue creciendo en tamaño y en importancia conforme se acercaba a su meta final. La historia colectiva de las personas que tienen que viajar ilegalmente a Estados Unidos ha sido retratada desde la academia y desde la literatura. Sin embargo, los autores de esos textos son personas que no viven la migración en carne propia. A veces, por desgracia, encontramos una apropiación de las voces desde el privilegio. La crónica de Douglas Oviedo, por el contrario, es una mirada sin intermediarios sobre lo que vivió la caravana en su trayecto desde Honduras hasta Tijuana. A través de diálogos contextualizados con información básica de los lugares a los que iban llegando, el autor muestra un fragmento de la realidad que pudo atestiguar y que compartía con cientos o miles de personas. Algunos migrantes aparecen con su nombre real y otros son personajes anónimos, pero representativos. Oviedo tiene el tino de no dramatizar y sólo registra las voces de los integrantes de la caravana. Lejos de calificar a los caravaneros, simplemente pone en el papel las palabras desnudas que escucha, palabras que lo mismo reflejan la incertidumbre cotidiana que las pequeñas esperanzas que los motivan a seguir caminando. A veces la caravana es un ente que tiene voz propia y discute, analiza o toma decisiones. Este elemento –la colectividad– es uno de los ejes fundamentales del texto de Oviedo: mientras la unión persiste tienen más oportunidades de éxito. Cualquier intento por separarlos es rechazado con decisión. Los caminantes descubren, más allá de las tragedias, un poder que no habían tenido antes.
En su discurso de aceptación del Premio Príncipe de Asturias, el escritor israelí Amos Oz refirió que la literatura es un puente y, lo más importante, un modo de imaginar al prójimo. La caravana de 2018 despertó, como nunca antes, una oleada de comentarios que evidenciaron el racismo, el clasismo y el odio al pobre que, por desgracia, caracterizan a sectores de la sociedad mexicana; incluso personas cuya realidad no es tan distante de aquellos que tuvieron que abandonar su tierra criticaron la ayuda a los centroamericanos. Para Amos Oz la tragedia del mundo es, precisamente, desconocer los miedos y las vicisitudes de otros, sobre todo de aquellos con los que tenemos mucho en común. Caravaneros es una apuesta por llenar los espacios vacíos que hemos construido entre nosotros.