Arquitectura y Renacimiento: la locura genial de Filippo Brunelleschi

- Alejandra Ortiz Castañares - Sunday, 07 Mar 2021 08:30 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El 7 de agosto de 1420 fue colocada la primera piedra de la cúpula de la catedral de Santa Maria del Fiore en Florencia, la obra maestra de Filippo Brunelleschi (1377–1446), emblema mismo del pasaje del gótico al Renacimiento y una de las estructuras más estudiadas en el mundo. Las actividades programadas para celebrar el seiscientos aniversario del inicio de su construcción fueron canceladas por la emergencia sanitaria del Covid–19, pero podrían ser recuperadas en 2021.

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El levantamiento de la cúpula de la catedral de Santa Maria del Fiore, en la ciudad italiana de Florencia, es una historia épica de la arquitectura y el héroe fue su autor, Filippo Brunelleschi, quien desafió las mayores adversidades técnicas y humanas para cumplir con su misión. Su creación fue la culminación de más de un siglo de trabajo emprendido en 1296 con el proyecto de Arnolfo di Cambio. Desde entonces se habían empleado a los mejores artistas de aquel tiempo. Pero fue también el ápice de una larga y radicada herencia cultural de la Antigüedad, que en Toscana el medioevo no canceló y se irradió en toda Europa.

La peculiar forma de la cúpula (un cilindro elíptico con ocho gajos, similar a la silueta de un huevo con la punta hacia arriba), nació durante el proyecto de ampliación de la catedral que “retocaba” aquel diseño arnolfiano, realizado por ocho artistas y sometido a un referendo de aprobación de quinientos ciudadanos notables en 1367 (acto excepcional en Occidente), por lo que no podía modificarse en sus líneas generales. Andrea di Bonaiuto, uno de los proyectistas, la pintó en un fresco en la sala capitular del convento de Santa Maria Novella (1367–1369), medio siglo antes de su creación. Brunelleschi llevó a cabo lo que había sido tan sólo una idea, un deseo estético, mezclándose el gusto gótico con las nuevas formas renacentistas.

La personalidad poliédrica de Brunelleschi es comparable únicamente con la de Leonardo. Proyectó algunos de los edificios símbolo de Florencia, que influenciaron la arquitectura europea por siglos. Pero su formación fue la de orfebre, fue también escultor y entre sus máximas aportaciones está la perspectiva científica. Sin embargo, nada fue tan difícil, lleno de insidias y envidias como la realización de la cúpula, en el contexto de un ambiente altamente competitivo como el del siglo XV en la rica Florencia.

El concurso para la construcción de la cúpula en 1418 fue una humillación para Brunelleschi. Hubo excentricidades entre los proyectos de sus adversarios, pero ninguna causó un escándalo similar. Propuso construir la bóveda eliminando la cimbra (armazón), que era el principio primordial. Eso no podía aplicarse para cerrar un cráter de 45 metros de circunferencia, trabajando a 42 metros del piso, que era el punto del tambor ya construido. ¡Imposible! Se hubiera requerido un inmenso bosque, costos inmensos, tiempos larguísimos y otros problemas técnicos. El jurado y el público respondió con una burla generalizada y lo acusó de loco, sacándolo en peso de la audiencia.

Su idea fue fruto de un profundo estudio de la arquitectura antigua, habiendo realizado múltiples viajes a Roma desde 1404. Aunque para sustituir la cimbra se inspiró en las bóvedas persas construidas con la técnica “espina de pez, en donde cada hilera de ladrillos tiene una rotación de 90° respecto a la anterior, sosteniéndose a sí mismas conforme la edificación crecía, a través de un sistema de pesos y contrapesos. Para lograrlo era preciso construir una doble cúpula, una dentro de la otra, como una matriushka, separada pero unitaria a la vez, inspirándose a la solución empleada en el siglo XI en el baptisterio frente a la catedral.

No fue asignado ningún ganador hasta un segundo concurso dos años después, concediéndosele una victoria a medias, compartida con Lorenzo Ghiberti, su gran rival. Era una ofensa y un peso a la vez, porque si en la Puerta del Paraíso del baptisterio, veinte años antes, quedaron igualmente empatados, Brunelleschi renunció. Pero ahora el partido lo jugaban en el terreno de una técnica en la que Ghiberti era incompetente, lo cual Brunelleschi pudo demostrar años después, quedando como el único director de la obra.

Durante los dieciséis años de duración de la construcción, habiéndola seguido en cada fase y área, hubo un cambio en la organización del trabajo y en el estatus social del arquitecto, que de artesano como era considerado, fue reconocido como un profesionista con preparación intelectual. Brunelleschi, además, inventó herramientas y maquinaria para agilizar el trabajo, en particular para levantar grandes pesos a partir del rollete reversible, grúas y andamios sofisticados con parapetos protectores para evitar caídas y mareos. Organizó también un comedor en lo alto de los andamios donde se servía comida y vino, evitando el descenso de los obreros y alimentándolos bien para mejorar sus prestaciones.

Brunelleschi se volvió célebre y y fue sepultado en la misma catedral con todos los honores, donde descansa hasta ahora.

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