Bemol sostenido
- Alonso Arreola | t: @LabAlonso / ig: @AlonsoArreolaEscribajista - Sunday, 14 Mar 2021 08:03



“Aprende música sin aburrirte con la armonía.” “Aprende a tocar la guitarra sin el sufrimiento de la teoría.” “Aprende a componer canciones de éxito sin luchar con términos musicales.” Dicho en otras palabras: “Aprende sin aprender.” A esos y otros mensajes nos someten los algoritmos y robots de internet cada vez que navegamos por las redes sociales. Es inevitable: al dedicarnos a la enseñanza e investigación musical, estos bichos nos someten con la imparable oferta de cursos, talleres, clases, diplomados y productos que vilipendian la mejor sustancia del aire.
Consecuencia del sacrosanto entretenimiento, la enfermedad es grave y sus peores síntomas están por venir. Ya no sólo se trata de lecturas, películas o música light destinados a un pasatiempo distractor. Ahora se trata de “aligerar” el contenido y la metodología con la que integramos nueva información a profesiones o actividades recreativas. En la despiadada guerra por conseguir estudiantes de música –que de eso trata esta entrega de la columna–, incontables maestros, escuelas y plataformas exhiben cínicamente lo simple, lo superficial, lo fácil que puede ser el “dominio” de un instrumento, soslayando aquello que da credibilidad a un programa de estudios. A saber: la variedad y profundidad en materias que develan los misterios del arte sonoro y del cuerpo a su servicio.
Hacemos pausa mientras escribimos. Sabemos que no llegaremos a ningún lado siguiendo este camino. Miramos a nuestro alrededor. Sobresale el libro que estamos leyendo: La música, una historia subversiva. Tremendo hasta donde vamos. Su autor es el gran Ted Gioia, pianista, productor, escritor y maestro de jazz en la Universidad de Standford. Su obra escrita se inclina mayormente por la historia de la música estadunidense y la manera como se ha desarrollado en la inteligencia social. Llegó a casa desde la editorial Turner. Forma parte de su muy recomendable colección Noema, abocada, precisamente, al pensamiento musical.
Así pues, decepcionados por los mercenarios que inundan el mercado del conocimiento, valoramos esta ambiciosa investigación, sus años de escrutinio, viajes, entrevistas, comparaciones, reflexiones… todo lo que Gioia tuvo que hacer para entregar un conjunto de ensayos a propósito del camino que la música ha recorrido –del Big Bang al último éxito de Spotify– insuflándose gracias y sobre todo a la energía de los inconformes, de los rebeldes que, atendiendo al ADN de la artesanía audible –ése que hoy niegan los buhoneros de la educación–, confrontaron al statu quo con renovadas formas.
Dice en su introducción: “No critico el carácter aburrido de la Historia de la Música, tal como se plantea convencionalmente, porque crea que ésta deba darnos grandes emociones. Lo que critico es que los conceptos en los que se apoya su naturaleza tediosa son falsos.” Se refiere a la manera como las élites se adueñan de la memoria que más conviene a sus intereses, torciendo los hechos y adoptando movimientos regeneradores pues, como explica luego: “Las innovaciones musicales suelen suceder desde abajo hacia arriba y desde afuera hacia adentro.” Así, el índice de Gioia nos promete una lectura que echa luz sobre la complejidad que tantos han querido negar, sea para mantener su poder o, como dijimos al principio, para simplificar el pasado en pos del negocio perverso.
Búsquelo. Todavía somos afortunados al contar con registros que, como éste, nos hacen dudar. Mire usted el título de su primer capítulo: “El origen de la música como fuerza de destrucción creativa.” ¿No le parece atractivo? Perdone que no esperáramos a terminar su lectura para hablar de él. Lo que llevamos es tan bueno y estamos tan molestos por lo que comenzamos diciendo, que no nos resistimos. ¡Que vivan los antibárbaros! Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.