Adam Zagajewski Un poeta civil
- Hermann Bellinghausen - Sunday, 04 Apr 2021 07:34



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Adam Zagajewski, el poeta polaco actual más conocido en el mundo, heredero de la gran tradición moderna de la poesía de Polonia (Herbert, Milosz, Symborska), nació en Lvov en 1945. Creció en Cracovia, donde estudió filosofía y se casó con la hermosa actriz Maja Wodecka. Por un tiempo emigró a París y Estados Unidos. Falleció el 21 de marzo de 2021, en Cracovia.
Publicó sus primeros poemas en 1967. En 1968 también soplaban aires democráticos en la Polonia detrás de la Cortina de Hierro, aunque sin el alcance que tuvieron en Checoeslovaquia. Zagajewski fue parte de la Nueva Ola (Nowa Falla). Como a tantos jóvenes del mundo, no le quedó de otra que ser disidente. En los años setenta participó en el Comité de Defensa de los Obreros, y en 1976 el gobierno comunista le prohibió publicar. Comenzó a viajar a Occidente, donde fue bien recibido, especialmente en Estados Unidos. Eso lo volvió una pieza más de la Guerra Fría, como ocurría por entonces con muchas figuras de la cultura que se resistían al comunismo prosoviético.
Zagajewski se esforzó en desmarcarse del papel “disidente” que le asignaban allá y acá, concentrándose en una poesía civil y humanista. Su generosa obra se construye en cotidianidades y pensamientos claros, algo así como un José Emilio Pacheco. No extraña que dijera tener en Antonio Machado a su autor español preferido.
Poeta, novelista y ensayista, ha sido ampliamente traducido en España en años recientes, sobre todo luego de recibir en 2017 el Premio Príncipe de Asturias. Una decena de libros suyos están en el catálogo de Acantilado, y algunos más en Pre Textos.
Los poemas que aquí se aventuran en una traducción de la traducción, doble traición, pertenecen a Misticismo para principiantes (llevado al inglés por la reconocida traductora Clare Cavanagh, Faber and Faber, Londres, 1997).
Refugiados
Doblados bajo cargas que a veces
se pueden ver y a veces no,
atraviesan en ocasiones pantanos
o la arena de los desiertos,
corvos, hambrientos,
hombres silenciosos bajo pesadas chamarras,
vestidos para la cuatro estaciones,
ancianas de rostro arrugado
que ocultan algo bajo el rebozo
¿un niño, la lámpara de la familia,
el ultimo trozo de pan?
Podría ser Bosnia, Polonia
en septiembre del 39, Francia
ocho meses después, Alemania en 45,
Somalia, Afganistán, Egipto.
Siempre hay un vagón,
o al menos una carreta
llena de tesoros (una cobija, una copa de plata,
el desvaneciente aroma del hogar),
un carro sin gasolina botado en una zanja,
un caballo (que pronto queda atrás), nieve,
mucha nieve,
demasiada nieve, demasiado sol, demasiada lluvia,
y siempre un andar desgarbado,
como si pudiera irse a un mejor planeta,
con generales menos codiciosos,
menos nieve, menos viento, menos cañones,
menos Historia (pero ay, no existe
tal planeta, sólo este desgarbo).
Arrastrando los pies
se mueven lenta, muy lentamente
hacia el país de ninguna parte
y la ciudad de nadie
en el río de nunca jamás.
Noche
Danza bellamente
y tiene grandes deseos.
Busca el camino.
Llora en los bosques.
La matan el amanecer, la fiebre
y el canto del gallo.
Sobre la natación
Los ríos de este país son dulces
como la canción de un trovador,
el pesado sol merodea hacia el oeste
en amarillos vagones de circo.
Pequeñas iglesias de pueblo
tienden un manto de silencio tan delicado
y antiguo que un mero soplo
podría rasgarlo.
Me encanta nadar en el mar, que no cesa
de hablar para sí mismo
con la monotonía de un vagabundo
que ya no recuerda exactamente
cuánto lleva en el camino.
Nadar es como una plegaria:
las palmas se unen
y separan, se unen
y separan,
casi sin fin.
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