Bemol sostenido

- Alonso Arreola | t: @LabAlonso / ig: @AlonsoArreolaEscribajista - Sunday, 04 Apr 2021 08:01 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Stravinski, cincuenta años sin su fuego

 

Ígor Fiódorovich Stravinski tuvo tres nacionalidades: rusa, francesa y estadunidense. Vivió en cinco países distintos: Rusia, Francia, Estados Unidos, Suiza e Italia. Pasó por dos grandes guerras y múltiples conflictos bélicos. El día de su muerte –que precisamente la semana que comienza cumple cinco décadas de acaecida– tenía ochenta y nueve años de edad. Tal longevidad le permitió sumarse a distintas escuelas de pensamiento; pisar gran parte del orbe interpretando o dirigiendo su música; convencer –convencerse–de que lo hecho había valido la pena y de que su mayor y único “fracaso”, en realidad, se convirtió en el máximo legado de su imaginación.

Nacido en la San Petersburgo de 1882, Stravinski comenzó su vida académica estudiando Derecho, pero poco después se inclinó hacia la música siguiendo los pasos de su padre quien fuera cantante de ópera. Muy temprano destacó su talento, excitado luego por las clases del legendario Rimski-Kórsakov, uno de los más notables compositores de la historia rusa. A partir de allí su ascenso fue acelerado.

Contaba veintiocho años cuando entregó El pájaro de fuego a Sergéi Diáguilev, fundador de los Ballets Rusos, cantera de grandes bailarines y coreógrafos. En los tres años siguientes presentaría junto con él Petrushka y La consagración de la primavera... Y aquí nos detenemos, lectora, lector. No podemos –no debemos– seguir amontonando nombres con semejante peso y significado. Hagamos pausa. Pregunta: ¿se lo imagina escribiendo La consagración a la edad de treinta años?

Parece imposible que ese profuso entramado saliera de quien apenas se interna en la madurez, ya no artística sino vital. La complejidad de la historia que la inspira (ritos paganos, sacrificios humanos); el reto que implicó para los bailarines involucrados en la coreografía de Nijinsky; las dificultades que supuso construirla con tan agresiva sustancia rítmica; la afrenta para oídos inexpertos en disonancias que se impactaban sobre los decorados de Nicolás Roerich; la renuncia a los roles convencionales en los instrumentos de la orquesta y, claro, el valor para estrenarla en el Teatro de los Campos Elíseos de París –durante su primer viaje al extranjero–, allí donde sucedería lo que tantos historiadores han mitificado. Hablamos de los abucheos, jalones y discusiones de un público dividido que esa noche asistía, sin saberlo, a uno de los grandes momentos del arte occidental.

Se dice que Ravel y Debussy (pianista durante los ensayos) defendían a su amigo mientras Saint Saens gritaba que era un farsante y la diseñadora Coco Chanel, claro está, quedaba arrobada. Una aproximación a ello se mira en la película de 2009 Coco Chanel & Igor Stravinsky –basada en la novela Coco & Igor, de Chris Greenhalgh–, vehículo interesante para aproximarse al ambiente artístico de Europa a inicios del siglo XX, cuando se diera su encuentro amoroso.

Siguiendo con el cine y pese a las ediciones que recortan la partitura original, lo que hiciera Disney con pasajes de Fantasía unidos a La consagración de la primavera nos sigue pareciendo notable. Otra pieza cinematográfica que subraya la trascendencia de la obra de Stravinski es Rhythm is it!, un documental que captura el trabajo de la Orquesta Filarmónica de Berlín y de su director Sir Simon Rattle en el año 2004, mientras impulsan a doscientos cincuenta adolescentes de escuelas públicas, no relacionados con el arte, para que bailen La consagración en vivo. El encargado de la titánica tarea fue el coreógrafo Royston Maldoom. El resultado es transformador para los chicos, para los músicos y para los asistentes.

En fin. Muchas otras cosas se podrían decir sobre ese monumento aéreo que comienza con un solo de fagot y que dinamita toda convención en las dotaciones tímbricas, sorprendiendo compás tras compás con su carácter plástico y profundidad. Pero ya no hay espacio. Y qué bueno. Vaya y escuche por favor la versión de La consagración con Daniel Barenboim y la Staatskapelle Berlin. Celebre a Stravinski y a sus pájaros de fuego. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

Versión PDF