La otra escena

- Miguel Ángel Quemain - Sunday, 04 Apr 2021 07:52 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Lourdes Pérez Gay, un homenaje para las infancias

 

El fin de semana pasado se hizo un homenaje a los cincuenta años de trayectoria de Lourdes Pérez Gay y Marionetas de la Esquina, del recorrido de Mascarones hasta la enorme aventura que emprendió con uno de los mayores titiriteros del siglo XX mexicano, el exiliado argentino Lucio Espíndola, hasta la apertura de ese espacio/escuela/taller/teatro que es la Titería desde 2014.

Me parece muy importante reconocer a Lucio Espíndola porque forma parte no sólo de una aventura escénica, sino también de ese exilio argentino al que le debemos tantos maestros. Un reconocimiento justo sería una retrospectiva y un libro sobre su arte mayor, que no sólo enriqueció nuestro paisaje teatral, emocional y mental, sino también fundó una escuela, y pienso que eso es lo más importante de su legado, ahora nuestro; es fundamental que mexicanos continúen esa tradición, que ha permitido comprender y sentir al unísono.

Como parte de ese reconocimiento coincidimos en plantear la necesidad de que a Lourdes se le reconozca este año con el Premio Nacional de Ciencias y Artes y forme parte del Sistema Nacional de Creadores; que sea una manera de garantizar la continuidad de un proyecto tanto de ella como nuestro, porque se ha convertido en un patrimonio de México.

Esa propuesta no sólo trata de reconocer a una persona sino todo lo que irradia, que es la pasión decidida por la calidad y la propuesta firme de un ejercicio visionario de los temas que convirtió en actualidad mucho antes de que se debatieran en la arena pública: el duelo infantil ante las múltiples pérdidas, la interrupción del embarazo, las corporalidades, lo femenino y los feminismos, las tormentas de la adolescencia y su marginación.

Insisto en que va más allá de lo personal. Un reconocimiento así sería el inicio de unas políticas públicas que coloquen a las infancias en la transversalidad más honda. Si bien las mujeres han salido a las calles, han tomado la palabra, uno de los sujetos más lastimados no sólo por la pandemia sino también por el modelo de familia que padecemos son los niños. La violencia intrafamiliar y los asesinatos diarios cuya cifra espeluzna, máxime si imaginamos esos cuerpos infantiles caídos (a un lado de las mujeres asesinadas muchas veces está el cadáver de un niño), son parte de un enorme fracaso social, de las religiones dominantes y el Estado. Eso sin contar con la orfandad creciente.

Por eso, basados en la Ley general para niños, niñas y adolescentes, se hace necesario una autocrítica y un complemento para corregir los múltiples fracasos e insuficiencias del sistema educativo que, en esta contingencia, tuvo una enorme deserción, una incapacidad para integrar en un modelo solvente a profesores y padres de familia. Es indispensable incorporar un modelo artístico a la práctica educativa.

El quehacer de Lourdes Pérez Gay ha sido de una libertad absoluta en el modelar, sostener y hacer crecer una compañía enemiga de la esterilidad, el abuso y el maltrato del que hemos sido y continúan siendo víctimas niños y adultos. Es muy difícil encontrar opciones de entretenimiento, reflexión y comunicación, en la confianza de que no saldrás defraudado y en silencio; ese silencio que es una de las formas de castigo a la que te condenan los niños cuando los has llevado a ver un espectáculo humillante y estúpido.

Pasan los años y vivo ese teatro como formas aforísticas, poéticas, plásticas. Los títeres son de una factura única; transmiten un gesto lo suficientemente feliz para que el titiritero lo haga sonreír, lo suficientemente ensimismado para transmitir un estado dubitativo. Son grandes educadores en el ejercicio difícil de diferenciar nuestras emociones y sentimientos.

Es significativo que sea en El Milagro donde tuvo lugar este homenaje. Creo que es un territorio de enorme solvencia moral y artística. El homenaje entre colegas de este calibre es el mejor premio, pero está pendiente el reconocimiento del Estado a una precursora de las libertades de las mujeres y de una narrativa que pone el rigor artístico y moral por encima de todo.

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