La dualidad en Marcel Proust y José Revueltas

- Philippe Cheron - Sunday, 25 Apr 2021 07:27 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Dos grandes escritores, Marcel Proust (1871-1922) y José Revueltas (1914-1976), separados por el tiempo, la lengua y la nación a la que pertenecieron, tienen elementos comunes en la creación de su obra. En este breve ensayo se apuntan las similitudes que sólo el criterio de la literatura comparada puede hallar.

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I

Quiere el azar de las efemérides que este año el cuadragésimo quinto aniversario del fallecimiento de José Revueltas (14 de abril de 1976), coincida con el sesquicentenario del nacimiento de Marcel Proust (10 de julio de 1871). Más allá de esta mera casualidad temporal que me permite invocar los nombres de ambos escritores, hay otros aspectos en que sus obras están relacionadas, y a ellos quiero aludir en este breve escrito.

Pero antes es preciso destacar que, en el caso del segundo, dada su importancia decisiva en las letras de la primera mitad del siglo XX, se prepara un acontecimiento editorial de gran alcance para todos sus lectores.

En efecto, aunque se sabía de la existencia de unos apuntes autobiográficos anteriores al comienzo de la redacción de su obra magna, En busca del tiempo perdido, nadie estaba al tanto del contenido de aquellos folios que se habían vuelto legendarios. Sólo una persona los había leído: Bernard de Fallois, inveterado estudioso de Proust y célebre editor (en 1987 fundó el sello editorial que lleva su nombre).

A finales de los años cuarenta la sobrina de Proust le entregó los archivos del gran novelista con el fin de que pudiera ordenarlos, revisarlos y estudiarlos con miras a la redacción de su tesis doctoral, que al cabo nunca terminó, pero el acceso a esos materiales inéditos le dio la oportunidad de preparar y publicar dos obras de Proust Jean Santeuil (1952), inconclusa novela de juventud, y el ensayo Contre Sainte-Beuve (1954).

Al fallecer Fallois, en enero de 2018, se tuvo acceso a aquellos apuntes, cuidadosamente conservados entre la masa de documentos que se le habían encargado. Se remontan al año de 1908 y suman setenta y cinco cuartillas manuscritas. Su publicación, con prólogo del gran especialista Jean-Yves Tadié, notas y exhaustivo aparato crítico, está a cargo de la editorial Gallimard y constituye, por supuesto, un hecho decisivo para la exégesis proustiana.

En relación con lo que ya se sabía sobre los trabajos preparatorios a En busca del tiempo perdido, la novedad consiste en que en esas páginas aparecen los nombres y apellidos de las diversas personas que Proust tomó como modelos para algunos de sus personajes ficticios. Fuera de lo anecdótico, tal vez esa identificación no tenga más que un interés limitado para el estudio de la obra proustiana (además de explicar el misterio que rodeó esos documentos, cuya revelación acaso habría molestado a la familia y al círculo de amigos).

Pero lo que indudablemente es importante es que permiten constatar cómo, desde la más incipiente gestación de la obra, aun antes de empezar su redacción –que, como se sabe, se prolongó hasta su muerte, en 1922–, Proust traza con claridad lo que será la estructura dual de la misma. Habla ahí de dos lados, a saber, de dos sitios no muy lejanos pero bastante distintos: se refiere a dos pueblos en la campiña de Normandía que son “de lado de Villebon y de lado de Méséglise”, dualidad espacial que al convertirse en “el lado de Swann” y el “lado Guermantes” articulan En busca del tiempo perdido. Sin hablar de los dos momentos (dualidad temporal) de que habla Barthes en El grado cero de la escritura: “en amor, en arte, en esnobismo: una ilusión y una decepción; de esos dos momentos nace la verdad, es decir, la escritura”.

Es en ese punto donde la obra de Proust presenta una similitud con la de José Revueltas, a pesar de que sus biografías difieran por completo en materia de vivencias, de ideología, de compromiso –e incluso de práctica literaria (salvo la voluntad de dar testimonio puntual de su época y de su sociedad, cada quien a su manera).

Aunque en su juventud Revueltas menospreciaba a aquel “decadente” escritor burgués, hasta el punto de escribir en 1942 (en pleno período estalinista) que Proust “no [era] en modo alguno un genio” –años después Revueltas habría de contradecirse por completo y celebrar “la monumental, la gigantescamente minuciosa obra de Proust”–, es curioso comprobar que esa dualidad es también una base para su propia obra.

 

II

En el primer capítulo de sus memorias, Revueltas cuenta que de niño se le ocurrió aventurarse con un amiguito más allá de los límites de la colonia Roma, donde vivía con su familia. Cruzaron la Calzada de la Piedad (hoy Avenida Cuauhtémoc) y se adentraron en la colonia Doctores. Es decir, pasaron las fronteras de cierta tranquilidad burguesa a “el otro lado”, bullente de vida popular y espectáculos de carpa; “un mundo sórdido y amenazante, lleno de indefinidas y turbias acechanzas”, en el que se situaba el Hospital General con su morgue llena de cadáveres, a la que penetraron por una puerta mal cerrada (véanse las páginas 53 a 58 de Las evocaciones requeridas).

Esa experiencia lo marcó profundamente, a tal punto que la recordaba con precisión casi cuarenta años después, y es reveladora de la dualidad que lo acompañó toda su vida: en lo social (dos mundos que se contraponen); en lo temperamental y existencial (pesimismo y alegría vital, contacto brutal con la muerte a muy temprana edad); en lo ideológico (encierro/libertad, dogma/crítica); en lo literario, donde plasma de modo ficticio su propia vivencia de lucha contra el dogmatismo (que se refleja ejemplarmente con el personaje de Gregorio en Los días terrenales). Para definir de algún modo ese recuerdo divisorio en dos espacios opuestos, Revueltas no encuentra nada mejor que remitirse a la distinción proustiana de “lado de Swann” y “lado Guermantes”, afirmando así casi una filiación.

Valga señalar en esta oportunidad conmemorativa esa feliz coincidencia en un aspecto esencial de la obra de dos escritores tan distintos, pero con más puntos en común de lo que se podría sospechar. No sorprende que en 1950 Salvador Novo haya pensado, aunque por otras razones, en Proust:

Proseguí la lectura de Los días terrenales de Pepe Revueltas. Convengo con Xavier [Villaurrutia] en que es ya un gran novelista. Su estilo se ha depurado, ágil, profundo, rico. Pero creo también que no está destinado a ser un novelista popular. Exige la misma lenta disposición de ánimo que Proust para entregarse al lac de délices de sus introspecciones aplicadas a personajes estéticos de que carece un público que en las novelas busca lo que el cine le da ahora...

(La vida en México en el periodo presidencial de Miguel Alemán)

En el terreno de la vida editorial –y para cerrar esta nota–, también hay que celebrar la aparición, a finales del año pasado, de los tres apretados volúmenes de Escritos políticos de Revueltas, impresos por Ediciones Era, con textos que ya era imposible conseguir. Vienen a complementar los siete volúmenes de obras, en su mayoría literarias, publicadas en ocasión del centenario (Era/Conaculta, 2014)

Debe festejarse el hecho de que puedan leerse otra vez, aunque habría sido bueno aprovechar esta reedición para revisar y corregir una que otra errata, verificar algún dato, precisar fechas y añadir un prólogo, ofreciendo al lector una visión global de lo que estaba en juego en lo político y lo histórico.

Quizá en otras condiciones y circunstancias puedan volverse a publicar como tomos sueltos para que también sean accesibles a los estudiantes y a los jóvenes en general, y porque desde los años setenta mucha agua ha corrido bajo los puentes y una serie de notas introductorias que actualicen y expliquen el marco de tales libros nunca estará de más.

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