Tomar la palabra
- Agustín Ramos - Sunday, 25 Apr 2021 07:49



A la mamita, a mi gente, al imss…
La primera vacuna la aplicaron en las instalaciones de la feria y fue un modelo de organización y eficiencia. La segunda, en una secundaria técnica, y lo mismo, pero mejor, porque el góber ya no intentó un registro previo dizque para facilitar la vacunación. La fila de la primera lucía como el pórtico ferial de tabla roca, provisional y eterno. La segunda apenas medía doscientos metros debido –supongo– a la subdivisión de turnos diarios; además, con la experiencia anterior, se neutralizó el agandalle de los aldeanos enriquecidos o influyentes que por lo general son lo mismo pero por algo no viajaron a Miami a vacunarse. Durante la primera, los servidores de la nación iban uniformados; en la segunda, no. Por la veda electoral, explicó una joven que sacaba de la fila a la gente especial, no a la que se creyera o fuera acaudalada y notable, sino a quien tuviera cualquier impedimento.
En la segunda ya no tenía uno que ir al infinito y más allá, buscando el rabo de la cola que se internaba en la maleza de calles y calles y más calles; pedaleando junto a gente como uno, dando vuelta en una esquina, luego en otra y en otra y en otra, con la fe del boxeador de que ésa fuera la del último round; pero qué esperanza, la hilera se escurría de la colonia y seguía serpenteando por vías rápidas y desniveles hasta terminar en una plaza comercial, a dos kilómetros del pórtico ferial, donde uno se formaba hecho un cascabel habiendo rebasado pragmáticamente, por la derecha y por la izquierda, a otros más viejos. En la segunda no hubo demasiados pregones de sillas, mascarillas, paraguas, lapiceros, formularios, atole, tortas de tamal y demás; lo que sí resultó igual fue que en punto de la hora la fila comenzó a avanzar, con fluidez pero sin sana distancia por más que los servidores de la nación, etcétera. Igual, repito, salvo que en la segunda la gente especial formaba una segunda columna en la reja del plantel para pasar derecho a la explanada, por lo que en breve tiempo todos estuvieron contentos y bien acomodados esperando su dosis.
En la primera ocasión el personal de salud daba instrucciones y sugerencias por los altavoces a la gente que aguardaba bajo la carpa dispuesta en el estacionamiento de las instalaciones de la Feria; todo era impecable hasta que una mujer, de camiseta y gorra partidistas, tomó el micrófono y dijo: “Queremos dar las gracias al señor gobernador Omar Fayad.” En la segunda ocasión el detalle, aunque diferente, tuvo el mismo tufo. Finalizaba la vacunación cuando dos tipos acreditados como “prensa”, se placearon orondos entre el sillerío. El camarógrafo vestía camiseta y gorra partidistas. Un joven servidor de la nación se atrevió a encararlos; lo hizo a despecho del personal de salud, que bajaba la vista, “nosotros sólo estamos aplicando la segunda dosis”, y de sus compañeros, que preferían no meterse en broncas donde nomás los chicharrones del Nerón en turno truenan y hasta los chinicuiles votan por quien él ponga y disponga. Sin embargo, en vez de explicaciones, el joven recibió amenazas; así que un viejo se levantó a pedir al camarógrafo que se identificara.
–Claaro, con toodo gusto –contestó éste dejando (un poco) la patanería–, soy Eric de la Cruz del programa El Punch, que sale por… y, este, ¿cuál es el problema?
–Que andas con gorra y camiseta haciendo propaganda.
–Sí. No tengo problema por eso –contestó apuntándole la cámara como con bazuca–, las regalan a la vuelta de la esquina, amigo…
Cuando el viejo comenzó a grabarlo con su celular, el otro tipo, “Juan Pérez Servidor y Amigo”, salió al quite pregonando la libertad de expresión y de atavío.
La segunda dosis la aplicaron en la colonia antorchista, donde no cualquier candidato puede andar como Pedro por su casa, y menos durante las campañas electorales. El viejo salió a buscar gorra y camiseta nuevas a la vuelta de la esquina…