Bemol sostenido
- Alonso Arreola | t: @LabAlonso / ig: @AlonsoArreolaEscribajista - Sunday, 09 May 2021 07:55
La primera vez que coincidimos con el flautista Wilfrido Terrazas fue en una cata de whiskey, hace diez años. Aquella noche, junto a otros músicos y productores, fuimos convocados para hablar sobre la industria de la música alternativa. (Nada imaginábamos sobre un presente pandémico ni sobre las destructivas formas de consumo musical que imperarían con el streaming.) Luego de ese encuentro comenzamos a escribir sobre su trabajo en espacios como éste. Verbigracia: cuando editó los discos Pirate songs y Cátedra junto a su ensamble Generación Espontánea.
Artista necesario, Wilfrido es de los que amplían nuestra inteligencia sonora allende las fronteras. Flotando entre Ensenada y Estados Unidos, en su aliento conviven la investigación, la composición, la improvisación y la enseñanza, lo que suma profundidad a su huella aérea. El fruto más reciente de su herencia es Ítaca, álbum editado por Cero Records (mastuerzos notables a quienes hemos señalado en otras ocasiones), una colección con nueve temas –más un añadido oriental– compuesta hace casi dos décadas durante la residencia que experimentó en Grecia.
Terrazas comparte aquí “un punto de quiebre” en el que se determina buena parte de su exploración “giratoria”; los temas que lo obsesionan dándole centro. Hablamos del viento y del mar (símbolos de movimiento y búsqueda), así como de la alquimia entre la composición formal y la improvisación; entre las técnicas tradicionales y las extendidas; entre el fraseo fracturado y la respiración circular.
Con un “Exordio” que ya es Epílogo, el uroburo en que se convierte su instrumento determina en Ítaca un eterno retorno arquetípico. Voluntad que impulsa a la voz en el más antiguo de los sentidos. Hálito que nos conduce por distintas etapas en el tránsito del mítico héroe para conocer las insospechadas posibilidades de la flauta en Do, la flauta alto, la flauta bajo y la flauta piccolo. Calipso, Nausicaa, Kanenas, Circe, Escila, Eolo, Proteo, Hades y Tiresias conviven, hablan a través de este médium que comprende el sentido de las máscaras. Porque Wilfrido cambia de flauta y cambia de rostro. Allí el significado de la palabra persona. Por un lado significa máscara y por el otro atiende al acto fundamental del personaje: “hacer sonar”.
En tal sentido, su instrumento es cerbatana univía; puerta directa que otorga sentido a la voz que concentra su sensibilidad musical, pero también intelectual. Heráclito, Parménides, Xenaquis, Kavafis, Elytis y tantos otros pensadores, artistas o poetas rondan los laberintos de Terrazas causando rebotes, carambolas para el soplo que anima sus intentos. Así lo deja asentado en las notas del álbum, tan esclarecedoras como las de su cómplice Nuria Manzur, quien reflexiona y hace versos de lúcida factura.
Escrito en 2012, grabado en 2019 y editado a finales de 2020, este “viaje para un flautista” sorprende, acaricia, insulta y se confiesa desde posturas y dinámicas variopintas, a veces privilegiando la forma sobre el fondo y otras la masa sobre la técnica. En todos los casos, empero, se trata de hilo y aguja que borda destinos; que augura regresos al origen, al balbuceo, al misterioso diálogo que vive en el soliloquio. Ello entusiasma.
Comentario aparte merece la pieza “[Hexagram 57]”. Su naturaleza la sitúa fuera del cántico de Ítaca. Compuesta para flauta preparada, su pertinencia en torno al albedrío del aire vibrando aleatoriamente en una membrana añadida al instrumento insufla las velas e impulsa vigorosamente las naves de Wilfrido, sí, pero con otro sentido. Inspirada por el I Ching, clásico del pensamiento chino, ensaya la “invisibilidad” del viento; la propuesta de una suavidad que mueve sigilosamente, incluso teniendo raíces como las de un árbol. Nosotros no la hubiéramos incluido en el mismo disco. En cualquier caso, estamos de acuerdo con la última frase de Terrazas sobre ella: “Yo soy el viento.” Y sí. Búsquelo. Escúchelo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.