La señora de barro: pequeñas joyas arqueológicas en Oaxaca

- Alessandra Galimberti - Saturday, 05 Jun 2021 21:39 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
En Xochipala, Guerrero, ahí por donde empezó el cultivo del maíz, una mujer amamanta a su criatura y sonríe. Es de barro color café, tiene más de 2 mil 300 años y sigue ahí, ahora en el Museo de Arte Prehispánico de México Rufino Tamayo, en Oaxaca. Contemplar la figura y su sencilla pero poderosa elocuencia, invita a una reflexión siempre fecunda sobre la mujer y, un pasito antes, sobre la vida misma en un país lleno de muerte.

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Oaxaca es un estado muy rico en piezas arqueológicas que se preservan celosamente en bellos museos sembrados en la ciudad capital, así como en recintos comunitarios bajo la tutela de los pueblos del interior. En la ciudad, por ejemplo, destaca el Museo de Arte Prehispánico de México Rufino Tamayo que, en una bella casona novohispana, reúne la colección, de más de mil piezas distribuidas en cinco amplias salas, que el gran maestro juntó a lo largo de sus fecundos años de vida: desde micro estatuillas antropomorfas a grandes jaguares de granito.

En este museo es donde se encuentra, en la primerísima vitrina de la sala uno, entrando, nomás a la derecha, una pequeña escultura de arcilla de una mujer sosteniendo y amamantando a un bebé, que reposa plácidamente en su regazo.

Es una figura modelada en barro color café, de no más de treinta centímetros de alto, que presenta una textura granulosa y blanquecina debido a las sales que se han ido adhiriendo con el pasar del tiempo. La madre, sentada con las piernas cruzadas, aparece desnuda, ataviada solamente por un tocado en la cabeza y, a ambos lados, unas orejeras. A pesar del acabado sencillo de la estatuilla, hecha fundamentalmente de pastillajes e incisiones, la mirada de la mujer transluce una sosegada luminosidad, a la vez que una sonrisa se asoma en su boca entreabierta.

Se trata de una pieza muy antigua que fue realizada hace mucho, mucho tiempo antes de que arribaran los españoles a conquistar este continente, antes de que Cristo apareciera y predicara su palabra en Tierra Santa, incluso antes de que florecieran la gran Tenochtitlán, los palacios de Uxmal o las pirámides escalonadas de Monte Albán.

Los especialistas la ubican en la temporalidad del Preclásico Medio, lo cual significa que fue creada hace por lo menos 2 mil 300 años, si no es que más. El período Preclásico es, en su conjunto, aquella extensa etapa en que se colocaron todos los cimientos necesarios para que despuntaran más tarde las grandes civilizaciones mesoamericanas. En este proceso paulatino de desarrollo, la mujer desempeñó un papel relevante. Gracias a los conocimientos previos que había ido adquiriendo en el marco de la recolección de frutos silvestres, actividad que llevaba a cabo mientras su compañero proveía la carne a partir de la caza, se logró dar vida a las semillas, dando paso a la agricultura.

De acuerdo con sus rasgos estilísticos, los arqueólogos consideran que la estatuilla tiene, muy probablemente, su origen en Xochipala, Guerrero. Se trata de un yacimiento que se encuentra a pocos kilómetros de un poblado homónimo, en plena cuenca del río Balsas, una de las principales áreas en las que se originó el cultivo del maíz. La siembra de las simientes durante el Preclásico permitió que las familias empezaran a congregarse en torno a la milpa y demás cultivos, conformando aldeas que, poco a poco, se convertirían en boyantes ciudades. A medida que las sociedades se complejizaban, la mujer también iba diversificando y multiplicando sus labores y aportaciones a la comunidad: se dedicaba a criar a los niños, a construir lazos de afecto, a cultivar, a cocinar, a alimentar, así como a la alfarería, a la herbolaria, a la cestería o a la elaboración de maravillosos textiles que servirían no solamente para vestir y abrigar a su gente, sino además para participar en las tributaciones económicas necesarias.

De ahí la importancia de esta pequeña efigie que, si bien no destaca por la perfección de su manufactura, se impone por la fuerza de su simbolismo, que se antoja asociado de manera simultánea con la vida, la feminidad y la cultura.

Esta pieza no es única en su género; el Preclásico es profuso en este tipo de figuras que inmortalizaron y rindieron tributo a la mujer, permitiendo así que su legado perdurara a través de los siglos y los milenios y nos llegara como testimonio de su importancia.

Quién sabe si avivar esa memoria serviría para contrarrestar la muerte que hoy en día, contradictoria y lamentablemente, acecha a Xochipala, lugar de origen de la señora antigua de barro que amamanta y da vida, y cruce actual de balas y caminos de los que, sin piedad, trasiegan con heroína.

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