Vivienne Haigh-Wood más allá de T.S. Eliot: de la oscuridad a la luz

- Guadalupe Calzada Gutiérrez - Sunday, 13 Jun 2021 07:31 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
A pesar de la mala opinión que algunos de los biógrafos de T.S. Eliot tienen de quien fuera su esposa, Vivienne Haigh-Wood (1889-1947) –la consideran inestable, adúltera, frágil y mediocre– aquí se sustenta que, si bien su relación fue difícil, era una mujer inteligente que participó intensamente en la vida del gran poeta británicoestadunidense, y que contribuyó a la creación de La tierra baldía y Los cuatro cuartetos.

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La vida es como ir andando apresuradamente en la oscuridad: un traspié a ciegas. La muerte, en cambio, debe ser como abrir la puerta de una casa iluminada y decir jadeando: bueno, ya estoy aquí, aunque no sé cómo llegué.

Vivienne Haig-Wood


Según la tradición grecolatina, las representaciones más terribles de la mitología asociadas a los misterios de la vida están representadas por la figura femenina: las Furias o Euménidas, llamadas diosas de la venganza, quienes vigilaban el cumplimiento de las leyes de la familia, eran representadas como mujeres de gran tamaño, vestidas con túnicas, con una serpiente y una flor en cada mano, de aspecto siniestro y culebras enrolladas en la cabeza y en el cuello. También estaban las Bacantes, mujeres que bailaban desenfrenadamente hasta caer en estados de locura ciega o “furor orgiástico”, quienes celebraban las fiestas de libación y desenfreno en honor al dios Baco. No podemos dejar de lado a Pandora, hermosa joven con dotes intelectuales que al ceder a la curiosidad desata los males sobre la tierra.

Parece que a la mujer que trasciende la fantasía masculina o elige su propia autonomía, rompiendo con la tradición y con el lugar social asignado a ella, frecuentemente se le asocia con la crueldad o la locura.

Vivienne Haigh-Wood (1889-1947) es una de esas mujeres mal llamadas “loca”, a la que muchos biógrafos de T.S. Elliot catalogan como artista mediocre, esposa adúltera, mujer frágil, infectada por mil y una debilidades físicas que desembocaron en la locura, y que le hizo la vida imposible y dolorosa al poeta.

En 1915, Vivienne y T.S. Eliot se conocieron. Se dice que, desde el primer momento, él quedó deslumbrado por la inteligencia y belleza de Vivienne. Después de un corto romance contrajeron matrimonio, iniciándose una tormentosa relación para ambos, que duró el tiempo en que éste escribe su mejor obra: La tierra baldía y Los cuatro cuartetos. Antes de conocer a Vivienne, Eliot no había escrito nada significativo, por lo que muchos han asegurado que ella contribuyó a la creación de esos poemas. Además de pasar en limpio notas y de animar a Eliot a dedicarse de lleno a la poesía, ella escribía para una revista literaria que había creado con él, además de tomar al dictado los discursos de Bertrand Russell, quien los ayudaba económicamente y mantenía con Vivienne una relación íntima.

Vivienne y Eliot estuvieron casados quince años; durante ese tiempo ella cuidó a Eliot en los momentos de crisis nerviosas que él tenía por no reconocer su homosexualidad: estaba enamorado de un antiguo compañero de estudios de nombre Jean Verdenal; también tenía que tolerar el rechazo y antipatía que Ezra Pound sentía por ella y, sobre todo, la amargura de saber que Russell y Eliot estaban de acuerdo para que ella aceptara ser amante de Russell sin que esto saliera a la luz. Vivienne pasó a la historia como una enferma mental, inestable, con ataques de rabia injustificada, una mujer patética, dedicada a escribir sólo cartas y diarios. Eliot nunca quiso divorciarse de Vivianne por prejuicios, pero no se detuvo para recluirla en un sanatorio psiquiátrico, donde murió. Después de algunos años, Eliot se casó con su secretaria, una chica treinta años más joven, y se dedicó a escribir algunas obras de teatro que no tuvieron gran éxito. Probablemente, en el trabajo de los últimos años del poeta hizo falta la entrega y el trabajo de Vivianne, la poeta y colaboradora de “Los hombres huecos” quien le ayudó a escribir: “Esta es la tierra muerta/ Esta es la tierra del cactus/ Aquí las imágenes de piedra/ son levantadas, aquí reciben/ la súplica de la mano de un muerto/ bajo el tintinear de una estrella fugaz.”.

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