Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 27 Jun 2021 07:59 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
De cine complaciente y cosas peores (I de II)

 

Quienes en días recientes se hayan asomado a este espacio, de seguro advirtieron que los filmes abordados presentan, entre otras, una constante: Ahí te encargo (Salvador Espinosa Orozco), Sin hijos (Roberto Fiesco) y Dime cuándo tú (Gerardo Gatica) –todas producidas en 2020–, por mencionar sólo un trío, adolecen de uno de los peores males que pueden aquejar a una película que, más allá de generarle ganancias a sus cometedores, también tenga la intención de valer la pena: son complacientes hasta la náusea.

Innegable, deliberada y, en más de un caso, monumental, dicha postura complaciente pareciera ser mucho más que un recurso guionístico, argumental, para levantarse hasta la altura de una conceptualización; en este caso, de la vida cotidiana, los deseos, las aspiraciones, gustos, preferencias y postura vital de esa porción de la sociedad conocida –con sus más y sus menos— como clase media.

Apelando al sentido estricto de los términos “complaciente” y “conceptualización”, vistos en conjunto filmes como los antes mencionados, a los que bien pueden sumarse Solteras (Luis Javier Henaine) y Lady Rancho (Rafael Montero) –ambas de 2019, de las que se hablará más adelante en este espacio–, puede afirmarse que los cinco tienen en común el hecho de ser conceptualizaciones audiovisuales, representaciones fílmicas de una idea tan abstracta, interpretable, discutible y, en fin, inaprehensible como es “bienestar”; sólo que, en razón de la necesidad narrativa de completar un relato en el lapso relativamente breve que va de una hora y media a dos, como promedio, el concepto de “bienestar” es reducido –quizá sea más preciso decir cercenado– a la simple insistencia en postular, argumentalmente, la eliminación progresiva, casi mágica de tan forzosa, de su antónimo: el malestar.

 

La inexistente realidad

Expresado del modo más sintético posible, vale sostener que Ahí te encargo, Sin hijos, Dime cuándo tú, Solteras y Lady Rancho tienen como tema de fondo el deseo: en la primera, el protagonista quiere tener un hijo; en la segunda, la coprotagonista quiere una pareja sin hijos; en la tercera, el protagonista quiere una novia; en la cuarta, la protagonista quiere un marido y, finalmente, en la quinta la protagonista no lo sabía, pero cuando por fin lo obtiene se da cuenta de que en el fondo lo que quería era un novio. Deseo, pues, pero expuesto tal como si dicha pulsión vital no pudiera sino ceñirse al circuito psicológico-emocional de la vida sin pareja –el malestar– que, por indeseable, mueve a los protagonistas a hacer cuanto esté a su alcance para instalarse en la vida con pareja –es decir, el bienestar objeto de su deseo.

Respecto a la perspectiva complaciente desde la cual dichas historias son desarrolladas, es preciso señalar un aspecto de obviedad –o naturalidad– sólo aparente que, en el fondo, opera como elemento distorsionante de la realidad a la que, se supone, busca re-presentar: el mundo en el que viven, desean y actúan los personajes de estas cintas, el contexto en el que se desenvuelven, es invariablemente una suerte de Paraíso Terrenal  del que toda preocupación material ha sido desterrada y, si alguna profesión u oficio desempeñan, resulta poco menos que intrascendente para efectos de su asedio único: dejar de estar/sentirse solos en virtud de la obtención de una pareja de vida. Tan lejos como si de otra galaxia se tratara queda el entorno social: no hay aquí, ni siquiera a modo de alusión, ya no se diga de elemento condicionante, nada que recuerde aspecto alguno de la realidad económica, cultural, ¿política? –quién sabe qué será eso.

Los personajes no lo dicen, pero los demiurgos de sus universos de ficción les han conferido una postura vital tácita que los hace hablar y comportarse de tal modo que, de ellos, sólo puede pensarse que son de un egoísmo gigantesco y sin fisuras: si algo no afecta a mis propósitos, no sólo no importa sino ni siquiera existe. (Continuará.)

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