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Huecos en la historia: la inmigración china en Sonora

'Fantasmas del Oriente', Imanol Caneyada, Planeta, México, 2020.
Eve Gil

 

xico tiene casi tantos cráteres como la luna en materia de huecos históricos. Entre los más ominosos están las masacres perpetradas contra inmigrantes chinos en el norte de la república, que nada tienen que envidiar a otras matanzas étnicas del siglo XX. La literatura ha rescatado tales hechos en años muy recientes y la novela Fantasmas del Oriente, del sonorense por adopción Imanol Caneyada (San Sebastián, 1968), se suma a La casa del dolor ajeno, de Julián Herbert, y Viejo siglo nuevo, de Beatriz Gutiérrez Müller. Caneyada se circunscribe al caso Sonora, mientras que las antes citadas aluden concretamente a los hechos de Coahuila. Se desplaza, además, con asombrosa soltura, entre dos géneros: novela negra y novela histórica.

Iturbide Ayón, mexicano, cuarenta años, hijo de chinos radicado en Mexicali, abandona la seguridad de un trabajo de planta como bibliotecario de una universidad y la casa que comparte con su madre para cumplir la última voluntad de su abuelo paterno: reclamar el patrimonio familiar y exponer la traición de aquellos que, abusando de la confianza y afecto del abuelo Yang, lo asesinaron y le arrebataron sus bienes durante el asedio de chinos de 1930. Se traslada a Hermosillo decidido a realizar una protesta silenciosa a las puertas de Electrodomésticos Garzón, sentado en una manta sobre la que ha inscrito su demanda. Su enigmática presencia despierta reacciones encontradas, en especial cuando el inefable YouTuber lo graba, sube el video a internet y lo vuelve viral. Iturbide se convierte en una celebridad con la que muchos desean hacerse una selfie, al tiempo que despierta la ira racista que pervive en los genes de algunos. El reportero de un portal noticioso en línea mira en él la oportunidad de sobresalir en el medio: se trata de un revival de David contra Goliat, aunque difícilmente alguien sería tan valiente –o tan tonto– como para desafiar a la potentada familia Garzón. Por su parte, la agente ministerial Leonor Soufflé, sistemáticamente humillada por sus compañeros y su no menos misógino jefe, Rafael Bernal –un guiño al autor de Complot mongol–, mucho mejor capacitada y entrenada para investigar homicidios, debe aceptar una encomienda ridícula que, ni se lo imagina, le permitirá acceder a un espantoso caso de explotación de inmigrantes chinos por los propios chinos. Leonor e Iturbide están destinados a coincidir. Su desarrollado sentido de la justicia los reunirá en una empresa quijotesca pero mortal.

Las andanzas de Iturbide y Leonor se alternan con la parte histórica, evocada por el propio Iturbide, bajo el título “Postales chinas”. Sus antepasados, procedentes de una Hong Kong colonizada por los ingleses durante la época victoriana, ven una oportunidad de progreso en un anuncio que afirma que el gobierno de México, encabezado por Porfirio Díaz, recibe con los brazos abiertos a aquellos chinos que deseen prosperar trabajando las minas del norte de la República. Se narra con asombrosa veracidad el traslado de cientos de chinos a bordo del buque SS Acapulco, que, sin exagerar, remite a las condiciones en que los judíos eran transportados a los campos de concentración en trenes oxidados e insalubres. Lo que les espera es una vida de explotación y humillaciones, cuando no la muerte. Quienes sobrevivieron a la aventura se lo debieron en gran medida a su ingenio, como fue el caso del antepasado Yang, que llega a ser un próspero comerciante, propietario de varios negocios, entre otros, un prostíbulo de postín y una tienda llamada El Dragón Rojo, mismas instalaciones donde casi cien años después se localiza Electrodomésticos Garzón. Cuando Plutarco Elías Calles decreta la persecución y despojo de chinos “porfiristas”, Yang comete el error de confiarle la tienda a su amigo Garzón, que terminará anteponiendo la ambición a la amistad.

Que Leonor lleve un apellido pomposo y francés no es casualidad sino una maniobra perfectamente calculada del autor, pues Sonora no sólo tiene una historia con los chinos: también con los franceses que, a mediados del siglo XIX, pretendieron convertir aquella región rica en minerales en un protectorado. Contrario a la deuda moral contraída con los migrantes chinos, los sonorenses sostuvieron algo así como un affaire de amor y odio con aquellos invasores rubios que terminó en guerra pero también en múltiples matrimonios mixtos. Leonor, como muchos sonorenses, es producto de este batiburrillo, aunque, por supuesto, su familia evita traer a colación su porción yaqui.

Con Fantasmas del Oriente, Imanol Caneyada, también autor de 49 cruces blancas, una ficción –o no tanto– en torno a la criminal negligencia que hizo arder un jardín de niños en Hermosillo, termina por consagrarse como uno de los cultores de novela negra más innovadores; partiendo siempre de hechos reales, manteniendo ese realismo en la resolución de sus conflictos pero, al mismo tiempo, cierto tono de denuncia y un trazo harto emotivo de sus personajes que consigue una inmediata empatía con los lectores.

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