Roger Bartra en su jaula

- Plácido Morales Vázquez - Sunday, 22 Aug 2021 07:42 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Comentario a dos libros, ‘La jaula de la melancolía’ y ‘Regreso a la jaula. El fracaso de López Obrador’, de Roger Bartra, que critican al gobierno actual y su proyecto. El intercambio y la confrontación de las ideas siempre serán sanos y fecundos mientras los argumentos estén sustentados, tal y como ocurre en este artículo.

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A lo largo del siglo pasado, algunos pensadores intentaron dar una explicación de lo mexicano, “del alma nacional;” los más prominentes son Antonio Caso, con el bovarismo nacional; José Vasconcelos, con su teoría sobre la raza cósmica; Samuel Ramos, con el complejo de inferioridad; Octavio Paz con la soledad; Emilio Uranga con el desgano y, en la década final, apareció La jaula de la melancolía, de Roger Bartra, quien pretendió explicar con este sentimiento el ser nacional y su reflejo en la cultura política mexicana.

Este libro, subtitulado “identidad y metamorfosis del mexicano”, es una suma de ensayos que parecen no estar concatenados entre sí para aportar una conclusión sintética de lo que sus capítulos enuncian; más bien parece que, al escribir La jaula de la melancolía, Bartra pretendió imitar a Octavio Paz en cuanto al título El laberinto de la soledad: uno la melancolía, el otro la soledad, como síntesis del ser del mexicano, y este último, según Bartra, se queda trunco en su realización plena: nace y crece hasta la juventud, pero no llega a la madurez; de ahí que sea similar al ajolote, el anfibio mítico entre los aztecas cuya metamorfosis es inconclusa, pues evoluciona pero no madura ni envejece.

Entre el laberinto y la jaula

Aunque se advierte una “imitación extralógica” en el título del libro de Bartra, laberinto y jaula son absolutamente diferentes: el solitario está extraviado en el laberinto, pero busca abajo y escudriña arriba, al cielo, a lo astral, donde está el legado de sus antepasados, para encontrar la salida; por su parte, el melancólico, siendo el suyo un sentimiento distinto a la soledad, se parece más al estereotipo del mexicano hundido, estático, ensarapado y ensombrerado, ausente y, además, encerrado en una jaula de la que no tiene la llave y, por lo tanto, no puede abrir; la metáfora es desafortunada, ya que Bartra nos considera derrotados por naturaleza.

La jaula de la melancolía acumula partes sin conexión entre sí. En sus ensayos finales, el autor resume el mito de “la chingada”, cuya aproximación a la identidad nacional es un conjunto de citas y reacomodos de conceptos, que más parecen calca del enfoque dado por Octavio Paz a nuestro origen e identidad: la Malinche, traidora a su mundo, símbolo de la madre poseída, violada y chingada, y la madre protectora, mutación de Tonantzin en diosa deidad madre: la virgen madre de Guadalupe. Se trata de explicaciones interesantes, pero sin la profundidad reflexiva que las acerque a las hondas explicaciones de Samuel Ramos, Emilio Uranga y el propio Paz sobre el ser nacional. Tal parece que, al final del siglo de la búsqueda de la identidad nacional, Bartra intentó colocarse, sin lograrlo, en el santoral de los pensadores que pretendieron, con la definición del mexicano, explicar lo mexicano.

Buscando sin encontrar una explicación del signo y significado de la jaula en la obra de Bartra, en el capítulo final –denominado “expulsión”– retoma a la metamorfosis y a la melancolía como cánones para la explicación de la cultura política mexicana, resumida por él en el Estado autoritario del nacionalismo revolucionario que asume, “a pesar de su vacío ideológico”, todas las redes imaginarias de la dominación política autoritaria, entre ellas la idea del nacionalismo, al que considera desviación de frustrados sentimientos de metamorfosis. Citando a Antonio Gramsci, reclama que los escritores no puedan explicar, por serle ajenos, por no haberlos vivido como cosa propia, los sentimientos populares; dice entonces Bartra que los escritores mexicanos no han revivido y dado forma a los sentimientos populares por estar también en el sufrimiento de la melancolía y que, por eso, “la contribución de ellos es una estructura de mediación” entre la élite y el pueblo, pero no un reflejo de los sentimientos del pueblo, porque los intelectuales no reviven ni viven el sentimiento popular por ser ajenos a él.

Roger Bartra ha aparecido como uno más de los detractores del presidente López Obrador y su proyecto de transformación. En artículos publicados y entrevistas televisivas, denuesta al populismo y al presidente y, por si hiciera falta, lo hace también con la publicación de otro libro, de nuevo aludiendo a “la jaula”: Regreso a la jaula. El fracaso de López Obrador, en el que intenta explicar el triunfo del presidente y su proyecto. Se deduce que Bartra pretende, con falacias, demostrar que retornamos a la jaula del populismo autoritario, por eso habla de retropopulismo y hasta califica a López Obrador como un político de derecha, aun sabiendo probablemente que las políticas sociales que califica de populistas y el regreso al nacionalismo, en cualquier país, son banderas progresistas de la izquierda democrática.

Regreso a la jaula, Bartra habla no del fracaso de López Obrador sino más bien del fracaso del populismo y, seguramente, cuando se refiere al “regreso”, ha de pretender equiparar a las redes imaginarias de poder que reflejan nuestra cultura política como “la jaula”, pero no alcanza a explicar el porqué del triunfo arrollador de López obrador y su proyecto, más bien exhibiendo su falta de capacidad para aportar un juicio que contribuya objetivamente a valorar la viabilidad o el fracaso de la 4T. Conviene regresar a La jaula de la melancolía, donde Bartra sostiene que la estructura de la cultura política nacional uniforma a la sociedad, y que hay un modo de dominación porque es el que necesitan los dominados; palabras más o menos, así es como Bartra trataría de explicar el fenómeno del gran liderazgo del presidente López Obrador. El hecho de no ser capaces de explicar las causas del movimiento de la 4T reside en las razones que Bartra da, citando a Gramsci: los escritores o intelectuales no entenderán los sentimientos populares mientras no los revivan, es decir, que los hayan vivido o los vuelvan a vivir. Tal vez entonces podrán explicarlos; de lo contrario, la melancolía de sus pasiones políticas ante el poder legítimo los mantendrá prisioneros en su propia jaula.

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