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- Alonso Arreola | t: @LabAlonso / ig: @AlonsoArreolaEscribajista - Sunday, 12 Sep 2021 07:39 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Zorba, enséñame a vivir

 

En entrevista para la televisión chilena, hace más de veinte años, el actor Anthony Quinn echa luz sobre una frase mítica para el cine. Hablamos del momento en que Basil le dice a Zorba el Griego: “enséñame a bailar”. Según el chihuahuense, luego de toda la película exhibiendo valor y “locura” ante el derrotado empresario que lo contrata, lo que en realidad escucha Zorba en esa playa es una oferta de amistad fraternal, una petición distinta: “enséñame a vivir”. Acto seguido ambos personajes sonríen entusiasmados y se entregan sonrientes al sirtaki, ese baile cuyo movimiento es minero del futuro.

Vivir. Sí. Justo lo que hizo, y muy bien, Mijalis Theodorakis, compositor de la música que sustenta aquella escena; referente supremo para recordar a un pueblo que así suena en la memoria del mundo. Un “pequeño dios” que no sólo tuvo esa genial ocurrencia, sino muchas otras continuamente ligadas a ideales de igualdad, justicia y libertad, lo que le valió respeto y cariños variopintos entre colegas, políticos y líderes sociales, pero sobre todo entre la gente común de una tierra que lo abrazó hasta el final de noventa y seis años. Hablamos, claro, de su Grecia natal.

Oriundo de la isla de Quíos, Mikis tuvo un extraordinario recorrido vital que usted, lectora, lector, puede seguir con facilidad en diversas fuentes. Miembro de la Resistencia durante la segunda guerra mundial, torturado por los fascistas italianos y comprometido con el escape del pueblo judío, años más tarde también fue encarcelado y desterrado por la junta militar que tomó el poder en Grecia durante los sesenta. Su retorno fue triunfal.

Interpretado hasta por los Beatles (“Honey Moon”), no sólo hizo música para cine; produjo alrededor de mil canciones en donde conviven los rasgos más característicos de instrumentos, formas y tradiciones locales, con sonoridades, electricidad e influencias universales. Hoy, sin embargo, deseamos cruzar el puente con que unió música y literatura.

Vieja alianza, que en su caso reflejan áreas e intereses específicos de su sensibilidad estética, sí, pero también ideológica. Por supuesto, se imponen plumas coterráneas: Yanis Ritsos, Dionysios Solomós, Constantinos Kavafis, Giorgos Seferis, Nikos Kazantzakis, Odysseas Elytis y Iakovos Kambanellis. Tomando poemas de los primeros, Theodorakis compuso canciones que presentó y grabó en numerosos espectáculos y discos. Honrando la experiencia del último en los campos de concentración nazis, creó una partitura celebrada especialmente por quienes sufrieron el Holocausto.

Viajando a tierras lejanas durante su exilio y resonando con una apasionada simpatía, Mikis abordó el Romancero gitano, de Federico García Lorca, lo mismo que el Canto general, de Pablo Neruda. Con el español coincide tras la niebla de un Mediterráneo en que abundan momentos violentos, tanto como en el duende melancólico del cante gitano. Con el chileno eleva su voz contra las dictaduras, lo que fue celebrado por Allende. Con ambos comparte una energía que se impulsa en lo sencillo pero aterriza en asuntos trascendentales. Encuentra lo que ellos: lo popular como ecualizador de fuerzas colosales.

Por supuesto, Mikis también musicalizó tragedias griegas: Edipo Rey (Sófocles), Medea (Eurípides), Prometeo encadenado (Esquilo) y muchas más. Escribió varios de los textos que acompañan sus partituras y se internó en la obra de autores occidentales como Shakespeare y Albert Camus.

En resumen, Theodorakis se dio generosamente y con ello enseñó a vivir a millones de personas al otro lado del globo. Esperamos que su muerte extienda ese hálito para animarnos a los de acá, continuamente alejados de la sabiduría, la belleza y los misterios que viven en el mar, los árboles o las cuerdas de una mandolina o jarana. Escúchelo ya mismo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

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