Biblioteca fantasma

- Eve Gil - Sunday, 12 Sep 2021 07:34 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Un cineasta en el Renacimiento

 

Mucho se ha escrito sobre Leonardo da Vinci y pareciera que seis siglos no bastan para agotar la novedad en torno a su figura. Me atrevo a afirmar, sin embargo, que uno de los libros más reveladores al respecto es el del ensayista mexicano Gabriel Bernal Granados, El regreso de los dioses paganos (Turner Noema, México, 2021).

La cualidad más resaltable de esta obra es que desestereotipa la imagen que tenemos de este artista, científico, ingeniero y productor teatral florentino, cosa que logra mediante una investigación exhaustiva pero también de una gran confianza en su propia percepción que, a su vez, encuentra repercusión en fuentes ancestrales, no necesariamente relacionadas con Leonardo. Éste, nos recuerda el autor hacia el final, fue autodidacta en cada una de sus especialidades. Su condición de hijo ilegítimo le vedaba el ingreso a la universidad pero no el acceso a lectura especializada ni a los talleres de los grandes maestros de su tiempo. Aprendió por sí mismo a realizar complejas operaciones aritméticas y a leer, aunque a lo largo de su vida manifestaría cierto desdén hacia los literatos, lo que no le hubiera impedido ser un gran escritor si nos atenemos al contenido de sus cuadernos, como tampoco le impidió admirar hasta la memorización a Dante Aligieri. Es probable que la instrucción universitaria hubiera uniformado su conocimiento; la libertad, en cambio, le permitió no sólo diversificarse sino también innovar, como tan claramente nos lo hace ver Bernal cuando se explaya respecto a las aportaciones y divergencias del artista, al que sitúa cerca de la corriente neoplatónica del Renacimiento, aunque, definitivamente, no uno más, “Leonardo nunca suscribió ninguna corriente y siempre mantuvo una independencia moral e intelectual férrea.”

El autor señala que, de haber sido nuestro contemporáneo, Leonardo hubiera elegido el cine y no las artes plásticas como medio de expresión artística. Él siempre trato de ir más allá de la imagen, buscó lograr una expresividad próxima a la movilidad, cosa que casi logró a través de técnicas inusuales para su tiempo. Lograba, parafraseando a Bernal, habitar el cuadro. Nos hace ver la capital importancia otorgada a las manos de sus personajes para imprimir dramatismo, más aún, teatralidad a las escenas, y lo desarrolla a través de asombrosas descripciones tanto de los detalles como de las técnicas empleadas. Refiere a Pier Paolo Pasolini, quien en algún momento reconoció inspirarse en momentos sublimes del imaginario leonardiano. También a escritores que se han sentido iluminados por este opulento mundo en el que los dioses cohabitan con, o se posesionan de, los iconos del cristianismo. Entre otros aborda a Milton, cuya capacidad de observación, en doliente oposición a la ceguera que habría de afectarlo en plena juventud, le permitiría mimetizar la expresividad del florentino en su obra maestra; también a Valéry, devoto como Leonardo de los cuadernos, y de trasladar a su escritura la técnica de éste de escribir frente a un espejo. Por otra parte se analiza a profundidad la más que probable influencia de Dante Alligheri en varios momentos de la pintura de Leonardo, obsesionado con la maravillosa contraposición entre transparencia y misterio, y aborda al florentino como posible precursor de Picasso, aunque a algunos dicha asociación pueda resultarles improbable, hasta que el autor desarrolla su tesis.

Bernal Granados ha escrito un libro completísimo sobre Da Vinci. Me atrevo a afirmar, yo que fui devota lectora de todo cuanto tenga que ver con el hombre que pintó las cabelleras arremolinadas más preciosas y precisas, he salido iluminada de este ensayo que no deja cabo suelto, ni siquiera la patraña sobre el cuadro La última cena que se difundió a través de la novela El código Da Vinci. Sorprende advertir cuán poco sabemos de una pintura que la gran mayoría de los mexicanos católicos tenemos colgada en la pared de nuestra casa.

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