Literatura y política: las dos vertientes de Francisco Zarco

- Xabier F. Coronado - Sunday, 12 Sep 2021 07:24 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Una vida literal y literariamente extraordinaria por la fecundidad y hondura en las ideas y la forma de los temas que desde el periodismo trató. En sólo cuarenta años, Francisco Zarco (1829- 1869) dejó una obra intensa y de notable calidad, además de haber sido parte de un grupo de políticos, intelectuales y escritores realmente comprometidos que transformaron al país: Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez 'el Nigromante', Miguel Lerdo de Tejada, Luis de la Rosa y Vicente Riva Palacio.

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Como escritor público, no es nuevo para mí comparecer ante un tribunal a sostener mis opiniones.

Francisco Zarco

El periodismo se define como el proceso de búsqueda y análisis de información que posteriormente se edita en un medio de comunicación para difundirlo. Al analizar el papel que el periodismo ha tenido a lo largo de la historia, comprobamos que su relación con la política se establece desde la primera publicación conocida, Acta Diurna, una hoja de noticias que, por mandato de Julio César, se colocaba diariamente en el Foro de Roma.

En el periodismo, información y política conviven con la literatura, sobre todo a partir del siglo XIX, cuando los periódicos comenzaron a publicar con asiduidad obras literarias. De esta manera, política y literatura se convirtieron en dos vertientes del periodismo. En México, tenemos como ejemplo las publicaciones periódicas aparecidas durante la época de la Reforma, que fueron utilizadas por periodistas, políticos y literatos como soporte y plataforma de divulgación de artículos de actualidad, escritos ideológicos y textos literarios. Francisco Zarco (1829-1869) fue uno de estos escritores que encontró en los medios impresos la tribuna para ejercer el periodismo como político y literato.

La precocidad como clave de vida

Francisco Zarco ocupa un espacio más
dilatado que ninguno en la vida intelectual
de la República Mexicana.

Ignacio M. Altamirano

Hay quienes afirman que el destino está marcado desde el nacimiento. Tal vez sea cierto porque, al repasar los hechos de una vida, en ocasiones se hace evidente que tienen un desarrollo que sustenta esa teoría. Francisco Zarco Mateos nació en Durango el 4 de diciembre de 1829 y tuvo una existencia corta, pues falleció en Ciudad de México cuando acababa de cumplir cuarenta años. Quizás por eso, pronto mostró cualidades que le llevaron a ejercer tareas que normalmente son más tardías; la precocidad se convirtió en la clave de su intensa vida y compensó la escasez del tiempo que tenía destinado para vivirla.

A edad temprana, Francisco Zarco se traslada con su familia a Ciudad de México. Estudia idiomas en el Colegio de Minas y su gran capacidad hace que en poco tiempo aprenda francés, inglés, latín e italiano. Su formación en humanidades y ciencias sociales es autodidacta. Cuando cumple catorce años entra, en calidad de meritorio, al ministerio de Relaciones Exteriores, donde realiza trabajos como traductor y presta servicios en diferentes secciones. Por su buen desempeño capta la simpatía del ministro Luis de la Rosa, escritor y político liberal, que se convierte en su maestro y benefactor.

En septiembre de 1847, tras la ocupación de la capital mexicana por tropas estadunidenses, Manuel de la Peña asume la presidencia del gobierno provisional de la república y Francisco Zarco trabaja en Toluca con Luis de la Rosa, que había sido encargado de los ministerios existentes. El gabinete se traslada a Querétaro y Zarco también se desplaza en calidad de oficial mayor interino de los cuatro ministerios; “me entregué al servicio de mi país, consagrándole con afán los mejores días de mi juventud trabajando física y moralmente mucho más de lo que mis fuerzas permitían”. Cuando el general Anaya es elegido presidente por el Congreso, designa a Zarco oficial mayor de Relaciones Exteriores, encargándole la elaboración de los decretos de gobierno. A su vez, la Junta de Gobernadores lo nombra secretario.

De esta forma, el joven funcionario se relaciona con los máximos dirigentes políticos de la época y participa en la redacción de las instrucciones para la negociación del tratado de paz con Estados Unidos. Cuando las tropas extranjeras abandonan la capital de la república, regresa a México con los miembros del gobierno. Francisco Zarco tiene dieciocho años y la experiencia de esos meses de trabajo en Querétaro le depara madurez política y una visión directa de la situación del país, que desarrolla su conocimiento sobre los problemas de la nación y su compromiso para solucionarlos.

Las respuestas a una serie de interrogantes sobre el futuro de la patria y el suyo propio, que de alguna manera iban de la mano, le hacen llegar a la conclusión de que su camino pasa por dedicarse a luchar por los derechos del pueblo, reformando las instituciones existentes. Las circunstancias de la época ponen a su alcance el medio para recorrer el camino elegido: la prensa. Francisco Zarco se decide por el periodismo y con veinte años funda El Demócrata, que en la cabecera define sus líneas de actuación como periódico político y literario, que coinciden con las vertientes del trabajo periodístico que Zarco desarrollará como escritor a partir de entonces.

El Demócrata sale a la calle el 12 de marzo de 1850 y por su postura ante la situación política es cerrado a los pocos meses. Será el primero, entre otros muchos, donde Francisco Zarco publicará sus textos a lo largo de los veinte años que ejerce el periodismo, su actividad fundamental coordinada con el trabajo político. Durante esta primera etapa, Zarco hace crónica periodística, crítica literaria y artículos de actualidad en otras publicaciones del momento salidas de la imprenta de Ignacio Cumplido: La Ilustración Mexicana y El Presente Amistoso. También funda Las Cosquillas, “periódico retozón, impolítico y de malas costumbres. Bajo la protección de nadie”, que tiene una vida efímera a causa de la censura.

En 1849, Francisco Zarco había sido aceptado como miembro del Liceo Hidalgo, asociación que reúne a un grupo de escritores preocupados por la creación de un movimiento literario nacional de características propias. En junio de 1851, cuando Zarco tiene veintiún años, es elegido presidente del liceo y en el discurso de toma de posesión pronuncia la conferencia “El objeto de la literatura”, donde expone su visión sobre la actividad literaria: “Enseñar verdades luminosas, corregir los vicios nocivos de la humanidad, dar un poco de fe y esperanza a los que padecen en la Tierra, es la misión grandiosa de la literatura en nuestros días.”

En ese tiempo escribe otros ensayos: “De la protección de la literatura” y “De la misión de la crítica literaria”. En el primero, manifiesta que “el favor debilita, la protección corrompe, y el genio se degrada y se envilece cuando consiente en ser parásito del poder”; y sobre la crítica plantea: “la benevolencia es indispensable al crítico, unida a la mayor perspicacia, a una vasta erudición y a ese buen gusto fundado en el conocimiento profundo de la literatura.” Cualidades que él mismo muestra en las reseñas que publica de las obras representadas en los teatros de la ciudad. Hay que señalar que en los periódicos donde colabora aparecen textos y artículos que Zarco traduce del inglés, francés o italiano.

Ejerce como redactor y director en El Siglo Diez y Nueve, uno de los periódicos más influyentes de esa época, también editado por Cumplido, donde empieza a colaborar desde octubre de 1851 –cuando escribe la columna Revista Europea– hasta el final de su vida. En El Siglo publica las crónicas del congreso constituyente de 1856, del que Zarco forma parte como diputado electo, teniendo en dicho proceso constitucional un papel protagonista.

En su labor periodística Zarco fue censurado, multado y perseguido, “he tenido que sufrir como escritor público toda clase de tropelías de todos los regímenes y de todos los partidos.” En sus artículos apoya la Reforma y el republicanismo democrático e independiente. Desde El Siglo, se opone al golpe de Estado perpetrado en contra del gobierno de Ignacio Comonfort, es denunciado y permanece oculto durante año y medio; en esa época publica el Boletín Clandestino y escribe Las matanzas de Tacubaya para denunciar los fusilamientos de militares y civiles. En mayo de 1860 lo capturan, es torturado y durante su estancia en prisión se enferma de tuberculosis. Zarco sale en libertad en diciembre, acaba de cumplir treinta y un años.

En el gobierno de 1861, presidido por Benito Juárez, Francisco Zarco es nombrado ministro de Relaciones Exteriores y asume también la cartera de Gobernación. Se ve envuelto en varias polémicas que lo llevan a renunciar a los cargos y continuar su labor periodística en El Siglo. Tras la intervención francesa, en septiembre de 1864, se exilia en Nueva York y subsiste escribiendo artículos sobre política para la prensa mexicana y latinoamericana: El Mercurio de Valparaíso, El Correo de Santiago de Chile, La Nación y El Pueblo de Buenos Aires. Con el triunfo de la República vuelve a México en 1867.

A su regreso, Francisco Zarco retoma su puesto de diputado y se mantiene al frente de El Siglo Diez y Nueve, donde escribe su último editorial en octubre de 1869. En diciembre fallece, como consecuencia de la tuberculosis contraída años antes en prisión. A su muerte fue nombrado Benemérito de la Patria y enterrado en el Panteón de San Fernando.

Periodismo y política: el Congreso Constituyente de 1856

Examínese la historia de las asambleas legislativas y se verá siempre que la prensa ha sido
una segunda tribuna.

Francisco Zarco

Tras su apoyo al Plan de Ayutla desde los editoriales publicados en El Siglo Diez y Nueve, Francisco Zarco es electo diputado por Durango para el Congreso Constituyente de 1856. Desarrolla una labor parlamentaria muy activa en defensa de la Reforma en los artículos relacionados con los derechos individuales, la libertad de culto y la libertad de imprenta, que consideraba “la más preciosa de las garantías del ciudadano”. Zarco también propone por primera vez el establecimiento de un salario mínimo y la justicia gratuita para todos los ciudadanos.

El Congreso sesionó durante un año hasta aprobar la nueva Constitución bajo la presidencia de Valentín Gómez Farías y la participación de 133 diputados de todas las fracciones: liberales radicales, moderados y conservadores. Entre ellos estaban personajes de la talla de Melchor Ocampo, Guillermo Prieto, Ignacio Ramírez el Nigromante, Miguel Lerdo de Tejada, Luis de la Rosa y Vicente Riva Palacio.

Francisco Zarco, además de participar en los debates de las comisiones del parlamento, escribía las respectivas crónicas. Una primicia diaria que hizo del Congreso Constituyente un debate público seguido por la ciudadanía a través de los medios periodísticos. Se puede decir que el Congreso que llevó a la Constitución del ’57 fue un proceso público y transparente. Varios parlamentarios compartieron el recurso de hacer una reseña de lo tratado en comisiones y plenos; de este modo, los periódicos de la época se convirtieron en foros de debate de las discusiones iniciadas en el parlamento, poniendo en práctica el derecho del pueblo a la información. El interés despertado hizo que la prensa diese a conocer el proyecto de Constitución antes de que saliera en el Boletín Oficial. El proceso constituyente quedó reflejado por la pluma de Zarco en dos volúmenes distintos: Historia del Congreso Constituyente de 1857 y Crónica del Congreso Constituyente de 1857, este último recopila los artículos sobre el proceso escritos por Zarco en la prensa.

Zarco y Fortún, dos enfoques del periodismo

¡Ay! Triste es decirlo, el escritor satírico, el escritor de costumbres es el payaso de la literatura.

Fortún

En “El primer artículo”, publicado el 23 de marzo de 1850 en El Demócrata, Zarco establece los elementos que van a marcar la línea de sus escritos periodísticos: “contaré sólo lo que sea bueno o malo; hablaré de todo cuanto hay […], sin que me ayude ni fomente nadie con su poderosa protección. Puedo decir, por lo mismo, cuanto se me venga a las mientes.” Se trata del primer texto que Francisco Zarco firma con el seudónimo de Fortún y es considerado como el comienzo de su labor periodística.

A partir de entonces, escribe dos tipos de artículos que marcan las dos etapas de su trabajo. En la primera, que abarca desde 1850 a 1855, alterna textos literarios y políticos; en la segunda, hasta su fallecimiento, se decanta por escribir exclusivamente sobre política, una decisión tomada por la necesidad de centrarse en la labor que más motiva su existencia: la independencia del país y la construcción de una república democrática que respete y promueva las libertades, derechos y deberes de la ciudadanía. A la vista de su maestría como escritor, no le debió resultar fácil tomar una decisión tan definitiva pues a partir del año ’55 su alter ego, Fortún, no volvió a aparecer en ningún medio escrito.

Así pues, podemos encontrar dos clases de textos en su labor periodística: los que se consideran literarios –firmados por Fortún y también por Francisco Zarco–, que tienen un tono más íntimo, con dejos sociológicos y filosóficos, donde el autor desarrolla parábolas y refranes, escribe reflexiones sobre la vida o la naturaleza, y refleja aspectos populares que tienen como protagonistas a la ciudad y los personajes que la habitan. Los otros textos, los que llamamos políticos –firmados exclusivamente por Francisco Zarco– están escritos por el hombre público, el diputado y ministro, el político luchador que utiliza su pluma para denunciar injusticias, reivindicar derechos o educar a sus lectores. En ellos divulga sus ideales, entregado a la labor de reformar la nación siempre al servicio de la patria. Unos y otros están escritos con la maestría y calidad de su prosa –Zarco fue uno de los escritores más claros y precisos de su siglo–, diferenciados tan sólo por el tono y el estilo. En los dos ámbitos, el autor nunca se olvida de promover entre sus lectores los valores que debe poseer la ciudadanía para hacer posible su proyecto de nación.

La vertiente del periodismo literario de Francisco Zarco tiene a Fortún como estandarte y sus artículos aparecen sobre todo en La Ilustración Mexicana, la más prestigiosa publicación literaria de la época por su continuidad y calidad, tanto de forma como de contenidos. También cabe reseñar las reflexiones morales y los artículos de moda dirigidos a un público femenino en la revista Presente Amistoso dedicado a las Señoritas Mexicanas.

Sus textos literarios son de filiación romántica y costumbrista, adscritos a la senda marcada por Larra, Mesonero Romanos y otros escritores contemporáneos, gracias a su conocimiento de la literatura que se hacía en otros países. Sobre este aspecto, refiriéndose a las crónicas urbanas firmadas por Fortún, Vicente Quirarte afirma que “Los transeúntes”, “México de noche” y “El crepúsculo de la ciudad”, “son tres piezas más cercanas a Edgar Allan Poe y Charles Baudelaire que a Guillermo Prieto.” (Elogio de la calle, 2001).

Para terminar, dejemos que sea el propio Francisco Zarco quien exponga, a través de estas palabras de su discurso, “El objeto de la literatura”, las razones de su decisión ante la disyuntiva de hacer periodismo literario o político:

“La política, no es un terreno extraño a la literatura […] No hay ahora congreso ni gabinete en que no se haga oír la voz poderosa del literato y el cúmulo de estudios que expresa la sola palabra política ocupa gran parte de la vida del que se consagra a las bellas letras.”.

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