Artes visuales
- Germaine Gómez Haro | [email protected] - Sunday, 12 Sep 2021 07:30
A Francisco Toledo, in memoriam
En días pasados por fin logré viajar a Oaxaca tras los interminables meses de confinamiento. Tuve la oportunidad de visitar dos espacios relativamente nuevos que se suman a la nutrida oferta cultural de la ciudad.
Córdoba Lab es un centro de producción creativa impulsado por el artista de la lente Hugo Canseco, cuyo objetivo es generar vínculos artísticos a través de exposiciones, producción, residencias y programas de educación. Este proyecto tuvo sus inicios en 2016, en una casona en el Centro Histórico de la ciudad, con un programa enfocado a la fotografía contemporánea emergente. En 2019 se mudaron a la sede actual ubicada en el encantador barrio de Jalatlaco, donde su actividad se extendió considerablemente. Así lo explica Canseco: “Encontramos hace dos años este espacio que era una antigua cámara de refrigeración de carnes y embutidos abandonada. Aquí se ven todavía los rieles donde colgaban las carnes y las puertas metálicas. Restauramos el local y ahora nos hemos abierto a más disciplinas a través de exhibiciones de arte contemporáneo de artistas consolidados y emergentes.” Actualmente se presenta la exposición Tetratología, de Alejandro Echeverría, uno de los más destacados fotógrafos en la escena oaxaqueña que ha desarrollado un corpus de trabajo de una gran exquisitez. Comenta el director del espacio: “La serie que presentamos bajo el título de Tetratología está basada en cuatro colores: los tres primarios –azul, rojo, amarillo– que hacen alusión a las tres tragedias en la tradición griega y el negro que representa el drama.” Paralelo al programa de exposiciones, en Córdoba Lab se creó un taller de producción donde se ofrecen servicios especializados de impresión Fine Art, digitalización, enmarcado, embalaje y montaje de obra.
A un costado del Convento de Santo Domingo de Guzmán, el artista Francisco Limón ha creado el espectacular Taller de Gráfica La Máquina. La hermosa casona colonial que años atrás fue el taller del pintor Rodolfo Morales resplandece de nuevo gracias a la espléndida remodelación que estuvo a cargo del prestigiado arquitecto de origen portugués (ahora oaxaqueño por elección) Joao Boto Caeiro, cercano colaborador en varios de los últimos proyectos de Francisco Toledo. Francisco Limón tiene una amplia trayectoria como maestro e impulsor de las artes gráficas, desde su participación en los afamados talleres de Hayter y Bramsen en París y, a su regreso a Oaxaca, en el TAGA (Taller de Gráfica Actual, hoy La Curtiduría de Demián Flores) y La Huella Gráfica de Alejandro Santiago. La peculiaridad de este taller, que también funciona como sala de exhibición, es que Limón llevó a cabo, a través de Cristian Bramsen (hijo del célebre impresor), la titánica odisea de llevar desde París a Oaxaca una imponente máquina eléctrica Voirin de 1909 que pesa 8 toneladas –y que le da el nombre al taller– así como una prensa manual de 1830 que donó el propio Peter Bramsen, una reliquia con casi dos siglos de historia, en la que trabajaron literalmente algunos de los más famosos impresionistas. Esta iniciativa tiene sus orígenes cincuenta años atrás, cuando los jóvenes maestros Bramsen y Toledo soñaron con crear juntos un taller de litografía en Oaxaca que hoy es una realidad.
El pasado 5 de septiembre se cumplieron dos años de la partida de Francisco Toledo, motor y alma de Oaxaca. Ver el moño negro sobre la entrada del IAGO me estrujó el alma, pero constatar que sus largos años de esfuerzos y dedicación siguen dando frutos, me llena de orgullo y esperanza. Oaxaca es una ciudad vibrante donde se palpa el compromiso cultural y social que abanderó el maestro, es un faro de luz inspirador a pesar de la atmósfera de letargo y pesadumbre que se respira en el país. Hago votos para que las jóvenes generaciones continúen el camino trazado por el maestro. Toledo nunca muere, ¡viva Toledo!.