Bemol sostenido

- Alonso Arreola | t: @LabAlonso / ig: @AlonsoArreolaEscribajista - Sunday, 19 Sep 2021 07:57 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Éxito pequeño

 

Allí estamos, en un pueblito cercano a una comunidad de mediano tamaño, a un par de horas de otra ciudad, esa sí más grande, aunque no tanto como la capital. ¿De qué país hablamos? Del que sea. No importa. Hoy deseamos situarnos en ese pueblo imaginario para recorrer calles adoquinadas hace trescientos años, antes de llegar a un bar pequeño y pedir bebida local.

Es posible que nos la sirvan junto a un plato de viandas traídas de los alrededores. Asimismo, es posible que en las paredes cuelguen cuadros o fotografías descoloridas, prueba de la exitosa resistencia de una misma familia. De la cocina provendrán olores agoreros, pues la escena ocurrirá a mediodía, antes de la hora de la comida. Nos sentiremos bien por la decisión vacacional que nos entrega eso llamado Auténtico.

Convertidos en peripatéticos conductores de televisión, sentiremos el derecho de entrevistar a los lugareños, tan acostumbrados a sonrisas todo terreno. Conversaremos sobre el asunto denominado “Qué tristeza que las costumbres y tradiciones se vayan perdiendo”, e insistiremos en diatribas contra las grandes corporaciones y cadenas que acaban con los negocios de “Mamá y Papá”. Buscaremos complicidad instantánea.

Llegarán más comensales. Nos gustará el sonido de los muebles arrastrándose entre gritos y saludos. Embobados, acariciaremos los azulejos de la pared, tomaremos instantáneas y videos que registren el hallazgo veraniego. Pediremos vino, lectora, lector, y pensaremos en esa idea tantas veces avistada, retorcida y nunca asumida. Se intitula: “Qué buena la vida sencilla que, como la de este bar, limita la ambición al diario cobijo de su gente.”

Embriagados los sentidos, la idea del éxito que nos han implantado por años parecerá tambalearse. Pero eso durará poco pues andamos a crédito plastificado, con intereses del ocho por ciento; y ese siempre hay que pagarlo al otro lado del sueño. Allá las cosas pequeñas no valen mucho. Lo simple no tiene encanto. La comparación y la competencia alimentan a la locomotora del futuro. En esa vorágine —potenciada por un virus—, el solo hecho de componer una canción y compartirla gratuitamente, por ejemplo, resulta ingenuo, ridículo, aunque se termine imponiendo. (No es como ese plato que alguien ha vuelto a llenar en nuestra mesa.) Nos gusta la generosidad ajena, enmarcada en la narrativa del asueto, mas no la ausencia de recompensa propia tras el mínimo esfuerzo.

En este pueblo imaginario, por cierto, hay señores grandes que aún enseñan los secretos de su baile; los acordes en que flota un canto antiguo. Su arte ocurre cada tarde en los porches de casas oscurecidas naturalmente. Son canciones y movimientos que no le cuestan nada a nadie, porque así fue al principio de los tiempos. No pensar en teatros, discos o distribuciones digitales los mantiene serenos, sin la presión de un antojo omnívoro.

Todo esto pensamos tras platicar con un par de colegas talentosos, hace una semana. ¿Podremos vivir finalmente del proyecto que más queremos? ¿Es posible tener éxito en este momento?, se preguntaban quienes han dado la vuelta al orbe haciendo vibrar y aplaudir a públicos innumerables, pero cosechando algunas deudas. Nosotros respondimos que lejos del crecimiento a ultranza nos gusta la idea de “ser” como los restaurantes pequeños.

Lo nuestro es componer ritmos y versos para un puñado de vecinos y visitantes atentos, durando sin frustraciones, satisfaciendo al experimento. Preferimos eso que tirar anzuelo en mares donde plataformas gigantescas hipnotizan la libertad de los cardúmenes. Y eso no es quedarse quietos, sin viajar, compartir o procurar el mejoramiento. No es rendirse. No es resignarse. Es recuperar una magia primaria; brindar con menos. Es volver a la cocina y encender la hornilla temprano, por el gusto de hacerlo. Es ensayar un nacimiento exquisito. Procurar el éxito, sí, pero pequeño. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.

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