Momias y otros desvaríos aztecas en pleno siglo XX

- Rafael Aviña - Saturday, 02 Oct 2021 23:05 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
En el siglo pasado, desde los años sesenta, se filmaron películas cuyo tema, la Antigüedad clásica y la mexicana, generó relatos literalmente demenciales o de humor involuntario. Sus lemas de publicidad eran, en ese sentido, más que elocuentes: “El hijo de Quetzalcóatl desafía a los Hombres Blancos y pone en peligro la civilización….”

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El cine mexicano del siglo pasado entendió el mundo antiguo como una extensión de fantasías a cual más de delirantes. Argumentistas y realizadores no se preocuparon por entender los mecanismos sociales y religiosos de las culturas de la Antigüedad; por el contrario, se limitaron a explorar los mitos más excesivos para construir una serie de exaltadas tramas que rozaban el horror, lo fantástico, el suspenso, el thriller de acción y la comedia negra, tal y como lo muestran, por ejemplo, las frases publicitarias de la película El signo de la muerte (Chano Urueta, 1939): “Una historia de superstición, misterio, intriga, los ritos aztecas en pleno siglo XX… Doncellas sacrificadas a los dioses sagrados… El hijo de Quetzalcóatl desafía a los Hombres Blancos y pone en peligro la civilización…”

El signo de la muerte fue la primera aventura urbana de Mario Moreno, aún en pareja con Manuel Medel, pero en definitiva como gran protagonista ya con el mote de Cantinflas. El autor del argumento es nada menos que Salvador Novo, que funge además como director artístico, y el pintor Roberto Montenegro como subdirector artístico; la música es de otro grande: Silvestre Revueltas. Se trata de una fantasía cómica precortesiana que involucra una serie de crímenes que investiga una pareja de periodistas: Carlos Manzano (Tomás Perrín), del diario Excélsior y Lola Ponce (Elena D’Orgaz), reportera de La Nación, que intentan en vano entrevistar al sabio Dr. Gallardo (Carlos Orellana), director del Museo de Arqueología, que habla sobre el extraviado Códice Xitle, acerca de un sacrificio ceremonial de cuatro jóvenes cuyos corazones son arrancados con un puñal de obsidiana.

Más farragosa que hilarante resultó esta suerte de comedia de suspenso, con algunas imágenes que recreaban sacrificios aztecas y un onirismo prehispánico en las que ambos comediantes intentan aligerar la trama. Lo mejor es la explicación que hace Cantinflas sobre el Calendario Azteca en su papel de guía de turistas y asistente de Gallardo –el asesino, que se cree hijo de Quetzalcóatl. Por cierto, buena parte del filme se rodó en el antiguo Museo Nacional de Arqueología, Historia y Etnografía, cuyas colecciones se trasladaron un año después, en 1940, al Castillo de Chapultepec y en 1964 se convertiría en el actual Museo Nacional de Antropología.

Momias, luchadores y delirios

Más divertidas serían aquellas cintas fantásticas cuyas tramas se insertan en el género de la lucha libre y dieron pie a relatos tan descabellados como entretenidos, en los que abundaban las referencias a ese México prehispánico. El mejor ejemplo es la saga de 1957: La momia azteca, seguida por La maldición de la momia azteca y La momia azteca vs. el robot humano, dirigidas por Rafael Portillo, protagonizadas por Ramón Gay como el Dr. Eduardo Almada, la hermosa Rosita Arenas (Flor y Xóchitl), Jorge Mondragón, su padre el Dr. Sepúlveda, Crox Alvarado (El Pinacate y a su vez, el luchador El Ángel), Luís Aceves Castañeda como el villano Dr. Krupp y El Murciélago y por supuesto: La Momia Azteca o Popoca, que encarna el luchador Ángel Di Stefani.

Eduardo Almada lleva a cabo un experimento de hipnosis regresiva y envía a su novia Flor a los tiempos del imperio azteca. Descubre que ella es la reencarnación de Xóchitl, una doncella azteca sacrificada por amor y cuyo cuerpo fue escondido en una cámara secreta en una pirámide de Yucatán (¿?), junto a la momia de su amante, condenada a velar por siempre el descanso eterno. Al recuperar la memoria, Flor guía a su padre, al Dr. Almada y al asistente de éste, Pinacate, que oculta la personalidad secreta de un héroe enmascarado, El Ángel, hacia los restos de la doncella. Un codicioso colega de Almada, el Dr. Krupp, los sigue y una vez que los expedicionarios profanan el esqueleto azteca, la Momia Popoca, despierta para crear el pánico.

Xóchitl estaba destinada a consagrarse al dios Tezcatlipoca pero, debido a sus amores con el guerrero Popoca, fue sacrificada con el puñal de obsidiana y éste condenado a vagar eternamente para cuidar el sueño de la doncella, que lleva puesto un majestuoso pectoral y un brazalete que Krupp y su banda pretenden robar. Lo más insólito es que la única manera de contener a la poderosa Momia Azteca es con un crucifijo (a lo Drácula), que le muestra Sepúlveda, quien muere junto con Popoca por la explosión de un cartucho de dinamita en la cámara secreta.

En la secuela La maldición de la Momia Azteca, Krupp vuelve a perseguir a Flor y a Almada en escenarios de Teotihuacán y Popoca intenta proteger los objetos aztecas saqueados. Por último, en La Momia Azteca vs. el Robot Humano, Krupp escapa de la Cámara de la Muerte y construye al Robot Humano para enfrentar a Popoca, que triunfa y regresa a su sepulcro con el pectoral y el brazalete…

Una trama casi calcada de la anterior es La cabeza viviente (1961), de Chano Urueta, filme de horror cuya historia se inicia con una ceremonia prehispánica donde Xochiquétzal (Ana Luisa Peluffo), una sacerdotisa, es sacrificada y enterrada viva con el anillo de la muerte, como tributo a un caballero azteca Ácatl (Mauricio Garcés) y que continuará siglos después, en 1961, cuando un grupo de arqueólogos liderados por el Dr. Muller (Germán Robles), descubre dentro de una tumba a Xochiquétzal intacta, que luego se desvanece, así como la momia del Gran Sacerdote Xiu (Guillermo Cramer) y la cabeza de guerrero Ácatl, que serán los causantes de muertes y malos augurios de la diosa Coatlicue y de Huitzilopochtli, entre los integrantes de la expedición. No sólo eso: resulta que la hija de Muller es Martha, idéntica a la doncella azteca, y su novio Roberto es igual a Ácatl (los mismos Peluffo y Garcés).

El Santo, La India y Chanoc

Otro relato demencial es El tesoro de Moctezuma (1966), secuela de Operación 67 , ambas dirigidas por René Cardona hijo y protagonizadas por Santo, el enmascarado de Plata y Jorge Rivero, con Elizabeth Campbell en la primera y Amedée Chabot, en la intriga internacional que se desata alrededor del supuesto tesoro de Moctezuma. Una banda de criminales de arte prehispánico, encabezada por Noé Murayama, roba del Museo de Antropología la pieza arqueológica El Zorro Emplumado, en cuyo interior se encuentra un microfilme. El tesoro, que se localiza en una cueva acapulqueña, es enviado al barrio chino de San Francisco para venderlo a precio millonario. Por supuesto, no cuenta con la presencia de los héroes Santo y Rubio (Rivero).

Por cierto, una curiosa y divertida parodia de El tesoro de Moctezuma corre a cargo de la grandiosa comediante y realizadora María Elena Velasco, mejor conocida como La India María, uno de los personajes más representativos de aquel cine de la iniciativa privada en los años setenta/ochenta. Después de una serie de exitosas comedias de gran arrastre popular, salta a la dirección en 1983 con El coyote emplumado, filmada también en Acapulco.

La India María y su padre (Armando Soto La Marina el Chicote), ambos artesanos, son invitados a un congreso. Unos maleantes, entre ellos Romano (otra vez Murayama) y su amante (Sandra Boyd), pretenden robar la valiosa pieza El coyote emplumado. Los artesanos la duplican, sin saber que los bandidos desean usarla para sustituir la original. La policía y un detective que encarna Jorge Fegan, persiguen tanto a los ladrones como a los artesanos por falsificadores.

Santo en la venganza de la momia (1970), de René Cardona, es otra derivación de La momia azteca escrita por Alfredo Salazar, el mismo argumentista de ésta. Santo se une a una expedición arqueológica que quiere explorar unas ruinas aztecas, acompañados entre otros por la guapa Mary Montiel y un arqueólogo que encarna Carlos Ancira. En el pueblo, el guía se niega a acompañarlos para no profanar el sueño de los muertos, pero lo convencen prometiendo una educación a su sobrino huérfano (el propio primogénito del Santo). En las ruinas encuentran la tumba de un sacerdote al que enterraron vivo y sobre el que pesa una horrible maldición. A partir de ese momento, la momia empieza a asesinar a cada uno de los miembros del grupo. En realidad, es un ambicioso expedicionario (Eric del Castillo) que desea quedarse con los objetos prehispánicos.

A principios de los años sesenta, la historieta Chanoc, con dibujos de Ángel J. Mora –autor a su vez de Alma grande, el yaqui justiciero–, se convirtió en un gran éxito editorial. Narraba las aventuras de un atlético héroe en un ambiente costero –el pueblo de Ixtac–, acompañado de su padrino, Tsekub Baloyán, un anciano calenturiento, mentiroso y fanático del licor Cañabar… En Chanoc en las garras de las fieras/Chanoc y el tesoro secreto de los mayas (1970), de Gilberto Martínez Solares, Gregorio Casal es Chanoc y Germán Valdés Tin Tan en declive, Tsekub, quienes se enfrenta a un pulpo y a una pantera, acompañados de las bellas Bárbara Angely y Leticia Robles, en una cinta filmada, por cierto, en el lote trasero de los Estudios Churubusco. En la trama, los héroes se enfrentan a malvados saqueadores extranjeros de zonas arqueológicas que pretenden apoderarse de un supuesto tesoro escondido por los antiguos mayas en las profundidades de un cenote sagrado, para mayor delirio…

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