Cinexcusas

- Luis Tovar | @luistovars - Sunday, 10 Oct 2021 09:02 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Los libros del maestro

 

La Escuela Nacional de Artes Cinematográficas, es decir, el que para muchos nunca dejará de ser el CUEC de la UNAM, acaba de publicar los dos volúmenes más recientes del célebre e indispensable abecedario del cine mexicano que su autor, el maestro de maestros Jorge Ayala Blanco, viene publicando desde el año mítico de 1968. Los títulos son, respectivamente, La orgánica del cine mexicano y La potencia del cine mexicano, el primero registrado en 2020 y el segundo en el año que corre.

Como en los anteriores –La aventura, La búsqueda, La condición, La disolvenciaLa lucidez, La madurez, La novedad–, el maestro Ayala lleva a cabo lo que en términos de crítica cinematográfica es, a no dudarlo, el registro más amplio de la producción cinematográfica nacional, incluyendo largometrajes tanto de ficción como documental, así como cortometrajes de ambos rubros, para un total apenas por debajo de los doscientos filmes.

Lo saben quienes, como este ponepuntos, suelen abrevar en el surtidor textual inagotable del maestro Ayala Blanco: lo que tiene a bien escribir acerca de cine mexicano no pasa de manera previa por medio alguno, sino que es concebido precisamente para formar parte del volumen que le corresponda, de acuerdo con el año de producción de cada cinta. En otras palabras, esto significa que, respecto del fenómeno cinematográfico nacional, la mirada del autor invariablemente abarca las partes no como entes aislados sino como lo que son, parte de un todo que, visto en conjunto, hacen evidente algo en común que tal vez podría definirse como un aliento compartido, si no como un atributo subyacente que, de manera sutil, hermana en lo profundo a un conjunto de manifestaciones fílmicas cuyo origen no podría ser más diverso y disímbolo pero que, sometidas al escrutinio intenso –y debe añadirse, siempre implacable– de Ayala Blanco, muestran vasos comunicantes, familiaridades y connivencias ya sea formales, temáticas o de otra naturaleza.

El hallazgo de esos y otros hilos conductores para el análisis y la crítica es lo que dicta el título de cada volumen del abecedario, precisamente, de modo tal que, como lo explica en los respectivos prólogos, si en el primero se refiere a la orgánica, es “porque los filmes pueden ser considerados como criaturas vivientes y como organismos relativamente autónomos”, mientras que en el segundo apeló a “la potencia” diríase que por eliminación: “no ha sido La providencia, ni  La promesa (cumplida/incumplida), ni La pretensión, ni La pendejez […] ni mucho menos La pandemia […], sino en principio y al final La potencia, por su cualidad de sugerencia y la riqueza de las acepciones del término”.

En ambos libros el contenido se organiza por secciones que agrupan más específicamente los filmes abordados: póstuma para “las películas realizadas por varones añosos definitivos”; summa para “varones más o menos veteranos que ya cuentan con un abundante conjunto de obra”; franquicia para “películas que ya hayan sido filmadas en una versión original en otras latitudes”; secunda y prima para las de “realizadores de segundas o primeras obras”; documenta para “los filmes de género documental o docuficcional”; mínima para medio y cortometrajes, y finalmente femínea para “las realizadas por mujeres o al servicio de una fuerte personalidad femenina dominante”.

Al maestro Ayala Blanco –se repetirá con gusto aquí lo mismo que se ha dicho cada vez que toca saludar la aparición de uno o más volúmenes suyos– hay que leerlo, dirían algunos, sí o sí, cuando de lo que se trata es de entender a cabalidad cuál es, pero sobre todo de qué está hecho y cómo, el cine mexicano, a cuyo análisis nadie ha contribuido como él, dándole el más fuerte de sus cimientos e impidiendo que en torno a nuestro cine campeen solitarios, por lo que corresponde a la crítica, el desaviso, la inmediatez y la superficialidad.

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