Contracultura visual: De la calle y en la calle, del Tianguis Cultural del Chopo

- Omar López Monroy - Sunday, 10 Oct 2021 07:41 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
Una bitácora, desde 1980, año de su creación, del famoso Tianguis del Chopo ubicado en nuestra ciudad capital, que hizo de la calle un centro cultural abierto: el Tianguis mismo y la galería fotográfica De la calle y en la calle, además los conciertos de rock, los eventos espontáneos, Radio Chopo y la circulación de casi todas la tribus urbanas de Ciudad de México.

 

El pasado 4 de octubre, el Tianguis Cultural del Chopo, aún referente de la contracultura en Ciudad de México, conmemoró un año más de existencia. La música y el rock abanderaron su creación en 1980. Pensemos las manifestaciones contraculturales: urgentes, marginales o abiertamente en contra del establishment (el maese José Agustín dixit) como algo vivo y no como un fenómeno histórico.

Desde sus inicios, el Tianguis del Chopo ha planteado un discurso alternativo a la cultura musical, principalmente, y un intercambio de saberes que se extiende a la literatura, el cine y otras expresiones artísticas. A decir del maestro Abraham Ríos, uno de sus fundadores (autor del libro Tianguis cultural del Chopo. Una larga jornada), una época importante para el tianguis fue la década de los noventa. En ese mismo período surgió la galería fotográfica callejera De la calle y en la calle, así como otros proyectos surgidos en el tianguis o a propósito del mismo: Radio Chopo, la columna “En el Chopo”, de Javier Hernández Chelico, que aparece en este mismo diario, o el extinto programa radiofónico El rock está en el Chopo, entre otros. La citada galería refrenda el espíritu libertario de este espacio único en Latinoamérica.

Los choperos

Jorge Pantoja, Ángeles Mastretta, entonces directora del Museo Universitario del Chopo, y Gerardo Estrada, coordinador de Difusión Cultural de la UNAM, convocaron a la realización del “I Tianguis de Publicaciones Musicales y Discos”, durante cuatro sábados de octubre de 1980, en el cual se podría realizar trueque, venta y exhibición de artículos relacionados con la música. La idea de los hermanos Pantoja: Jesús, Eduardo, Antonio y Jorge, superó las expectativas y el “sábado de tianguis” continúo durante dos años al interior del recinto universitario. A sus diecisiete años, junto con su tío Gabriel Barrón, Enrique Rivera Barrón acudió a esta convocatoria que dio origen al Tianguis del Chopo; por varios años comercializó e intercambió principalmente libros y vinilos en el tianguis.

Para 1982, la naciente grey rockera conocida como los choperos, vislumbraron la posibilidad de continuar con el tianguis, principalmente creado y visitado por jóvenes, con el rock como “amo y señor”. Comenzó entonces la experiencia callejera que, de la mano de una necesaria organización, se consolidaría más tarde en el Tianguis Cultural del Chopo AC. El Festival de Rock y Ruedas de Avándaro de 1971 fue piedra de toque en la historia del rock mexicano, y la violenta represión contra las juventudes de las décadas de los años sesenta y setenta, son preámbulo al surgimiento del Tianguis del Chopo. “Ya eran chingaderas que no pudieras ni escuchar la música que te gustaba.”

Un aullido fotográfico

En el enrarecido y violento año de 1994 nace la galería De la calle y en la calle el 4 de octubre, al interior de la sede actual del Tianguis del Chopo: la calle de Aldama, entre Sol y Luna, en la otrora colonia Guerrero, hoy renombrada Buenavista, a la cual los choperos habían llegado en 1988, tras algunos años trashumantes. Por esa época, como parte de su trabajo en el área de la salud, Enrique revisó proyectos en torno a la cultura comunitaria; más tarde conjuntó esta experiencia y su interés por el Chopo y la fotografía, la cual ha vinculado a sus demás actividades profesionales, para crear el proyecto que dio origen a la galería.

Tras obtener el estímulo económico otorgado por el recién creado Programa de Apoyo a las Culturas Municipales y Comunitarias (PACMyC), se instaló en la calle una carpa de siete metros y una estructura metálica para colgar las fotografías: la banqueta como espacio cultural. También se adquirieron marcos y vidrios para el montaje de las exposiciones, y siempre se contó con una esmerada supervisión. Inicialmente participaron en la realización de las exposiciones Regino Castro, Mario Palacios (†), Antonio Oropeza y Gregorio Cortés, en lo que terminó por llamarse colectivo Cultura Visual, con Enrique al frente.

La galería y el trabajo colectivo en torno, a decir de Rivera, parten de la necesidad de espacios para que los nuevos fotógrafos pudieran presentar su obra. Cada autor podía mostrar su trabajo durante dos sábados; algunos años, cuando las solicitudes para exponer fueron demasiadas, la muestra duraba sólo un sábado. Expusieron en la galería autores que tuvieron efímero paso por la fotografía y que, de no haber sido por este espacio, quizás nunca hubieran mostrado su trabajo, lo mismo quienes hoy son destacados fotógrafos y/o profesores de fotografía, como Alfredo Estrella, Antonio Nava, Arturo Ramos, Danilo Morales, Edgar Medel, Jesús Quintanar, Jesús Villaseca, Lizeth Arauz, Octavio Nava, Raúl Romero y Santiago Salmerón, sólo por mencionar algunos.

Otro aspecto representativo de la galería es que nunca se ejerció ningún tipo de censura respecto a la obra que se exhibiría; muchas de las imágenes que se presentaron quizás no hubieran pasado la censura gubernamental y/o de los medios de comunicación de esa época. La galería rezumbó como un aullido ginsbergiano, planteando la necesidad de un lugar para esas mentes fotográficas que iban llegando.

Nostalgia de fin de siglo

En 1998, con un segundo apoyo del PACMyC, se creó el libro Cultura visual. Una experiencia callejera. La selección de textos y fotografía del libro estuvo a cargo de Enrique Rivera y Antonio Oropeza, el diseño fue de Abraham Ríos (cercano desde el inicio al proyecto), y la fotografía de la portada corresponde a Arturo Ramos. Dicha publicación dejó constancia del trabajo realizado hasta entonces. Se imprimieron dos mil ejemplares en diciembre de 1999, y en 2000 se presentó en el Tianguis del Chopo y otros espacios.

Aunque el género primordial de las fotografías del libro, por ende, las de las exposiciones, fue documental y periodístico –el título de la galería alude al hecho de ser fotografías tomadas y presentadas en la calle–, hubo espacio para que abordaran diversas temáticas a través de otros géneros fotográficos.

Enrique Rivera refiere que llegó a charlar con John Mraz, destacado estudioso de la fotografía mexicana, autor de uno de los cuatro textos en torno al proyecto que se incluyen en esta publicación y con quien ha tomado clases, sobre la validez como documentos periodísticos de las exposiciones de la galería y de la publicación misma. Al respecto, Mraz argumentó que, de manera rigurosa, sólo las fotografías que se publican con la inmediatez del diarismo pueden considerarse como tales. En todo caso, para Enrique dichas imágenes valen como un documento histórico. Además, la obra de estos fotógrafos hoy puede leerse como una especie de contracrónica visual de aquellos años, que dio cuenta de una época llena de grandes contradicciones: al mismo tiempo que se hablaba de ser un país de primer mundo, la guerrilla rural se mostraba más viva que nunca, y las estructuras de poder hacían implosión.

Último click

En 2002, con un tercer apoyo institucional, se ampliaron las dimensiones de la galería a doce metros, y ese mismo año Enrique comenzó a estudiar una maestría en artes visuales; entonces su sobrino, Alberto Díaz, se volvió un colaborador importante para el funcionamiento de la galería. Bajo la idea de la apropiación propuesta por el sociólogo francés Pierre Bourdieu, que Rivera por entonces exploraba, se llegaron a presentar exposiciones con apropiaciones de obras fotográficas destacadas. De manera incipiente, también se exhibieron fotografías creadas a través de soportes digitales.

La galería invariablemente tuvo espectadores; hubo días que llegaron a visitarla poco más de mil personas. Al respecto, Enrique cuenta que un compañero con contador en mano pudo corroborarlo. Finalmente, en noviembre de 2006 concluyó el ciclo de vida de esta experiencia callejera que impulsó un ambiente único dentro de la cultura fotográfica chilanga.

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