Cuatro poemas* / Charles Baudelaire
- Charles Baudelaire - Sunday, 10 Oct 2021 07:50



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Spleen e Ideal
(fragmentos)
XXIV
Te adoro de igual modo que a la nocturna bóveda,
oh vaso de tristeza, oh inmensa taciturna,
y más te amo, hermosa, cuando tú más me huyes,
y cuando me pareces, ornato de mis noches,
acumular las leguas más irónicamente
que separan mis brazos de las inmensidades
azules. Y yo ataco y me lanzo al asalto,
como tras de un cadáver un coro de gusanos,
y adoro, ¡oh bestia cruel e implacable!, hasta esa
gelidez por la cual me eres aún más hermosa.
LIII
¡Mi niña, mi hermana,
piensa en la dulzura
de ir a vivir juntos, lejos!
¡Amar a placer,
amar y morir
en un país como tú!
Los mojados soles
en cielos nublados
de mi alma son el encanto
cual tus misteriosos
ojitos traidores,
que a través del llanto brillan.
Todo allí es orden y belleza,
lujo, calma y deleite.
Muebles relucientes,
por la edad pulidos,
adornarían el cuarto;
las flores más raras
mezclando su aroma
al vago aroma del ámbar,
los techos preciados,
los hondos espejos,
el esplendor oriental,
todo allí hablaría
en secreto al alma
su dulce lengua natal.
Todo allí es orden y belleza,
lujo, calma y deleite.
Mira en los canales
dormir los navíos
cuyo humor es vagabundo;
para que tú colmes
tu menor deseo
desde el fin del mundo vienen.
–Los soles ponientes
revisten los campos,
la ciudad y los canales,
de oro y de jacinto;
se adormece el mundo
en una cálida luz.
Todo allí es orden y belleza,
lujo, calma y deleite.
Los desechos
(poemas censurados en 1857)
El Leteo
Alma sorda y cruel, ven a mi pecho,
tigre adorado, monstruo de indolencia;
yo quiero hundir mis dedos temblorosos
en el denso espesor de tu cabello;
en tus enaguas llenas de tu aroma
sepultar mi cabeza dolorida,
y respirar, como una flor ajada,
el dulce tufo de mi amor ya muerto.
¡Más que vivir, dormir, dormir ansío!
En un sueño tan dulce cual la muerte,
pondré mis besos sin remordimientos
en tu cuerpo pulido como el cobre.
Para enterrar mis calmados sollozos
no me sirve el abismo de tu lecho;
vivir en tu boca el poderoso olvido,
y el Leteo en tus besos se desliza.
A mi hado, desde ahora mi deleite,
he de seguir, como un predestinado;
condenado inocente, dócil mártir,
cuyo fervor aviva su suplicio,
para ahogar mi rencor, he de chupar
la piadosa cicuta y el nepente
en las agudas puntas de este pecho,
que un corazón jamás ha aprisionado.
El rebelde
Airado un Ángel baja, cual águila, del cielo,
al descreído agarra del cabello, bien fuerte,
y dice, sacudiéndole, “¡Conocerás la regla!
(porque soy tu Ángel bueno, ¿me entiendes?) ¡Yo lo quiero!
Sabrás que es necesario amar, sin hacer ascos,
al pobre y al tullido, al malvado y al necio,
y así podrás hacerle a Jesús cuando pase,
siendo caritativo, una alfombra triunfal.
¡El amor es así! Antes de hastiarse tu alma,
tu éxtasis reaviva la gloria de Dios;
¡Es el único goce de encantos duraderos!”
Y el Ángel, ¡a fe mía!, castigando igual que ama,
al réprobo tortura con puños de gigante;
y el condenado siempre responde: “¡Yo no quiero!”
*Tomados de Las flores del mal, Cátedra, España, 17ª edición, 2015. Versiones de Luis Martínez de Merlo.