Bicentenario del origen del ciudadano mexicano

- Alberto Saladino García - Sunday, 17 Oct 2021 07:06 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
En el Bicentenario de la Consumación de la Independencia, este breve repaso de las circunstancias y eventos que dieron origen a la condición de ciudadano en nuestra nación, sus derechos y obligaciones, es más que oportuno y necesario. No es cosa menor, pues, como afirmara Vicente Guerrero, “no hay título más honroso que el de ciudadano”.

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El surgimiento del ciudadano en México fue consecuencia de la firma del Acta de Consumación de la Independencia, el 28 de septiembre de 1821, al dejar de ser súbditos del poder español. Ciertamente, la incipiente práctica de la ciudadanía tuvo antecedentes en el período virreinal y se forjó durante el proceso de las luchas de independencia; la primera asunción pública la contiene el Manifiesto del ciudadano Vicente Guerrero a sus compatriotas, fechado el 16 de mayo de 1823.

Los antecedentes de conducta ciudadana lo constituyen acciones de intelectuales criollos durante la segunda mitad del siglo XVIII: 1) la de quienes difundieron las luces de la Ilustración al identificarse como pertenecientes a la imaginaria República de las Letras, premonitoria denominación que da cuenta del compromiso cívico de sus integrantes al promover el saber en tanto asunto de interés público y 2) de las personas interesadas en establecer o pertenecer a sociedades económicas de amigos del país, para coadyuvar al mejoramiento socioeconómico de los habitantes del virreinato.

El amanecer y clarificación de la necesidad de existencia del ciudadano aconteció durante el proceso de lucha independentista. El empleo temprano del término “ciudadano” correspondió a Servando Teresa de Mier quien, en su huida de cárceles del Tribunal de la Inquisición en Europa, se unió a la causa independentista y en Inglaterra lo manifestó públicamente en una misiva aclaratoria al periódico el Español, editado en Londres, acerca de la lucha libertaria de Venezuela.

La primera codificación del término “ciudadano” apareció en la Constitución de Apatzingán, promulgada el 22 de octubre de 1814, en cuya formulación intervinieron insurgentes e intelectuales criollos ilustrados de la talla de Carlos María de Bustamante, José María Cos, Ignacio López Rayón, José María Morelos y Pavón y Andrés Quintana Roo.

En el primer párrafo se señala como meta consolidar la existencia de la América Mexicana como nación independiente, para que “afiance sólidamente la prosperidad de los ciudadanos…”. Más aún, en el artículo 5 precisa: “… la soberanía reside originalmente en el pueblo y su ejercicio en la representación nacional compuesta por los diputados elegidos por los ciudadanos…”; en tanto el artículo 6 dispone que el derecho de sufragio corresponde a todos los ciudadanos.

La novedad de esta propuesta de carta magna estriba en dedicar un capítulo a los ciudadanos y muchas referencias a sus derechos y obligaciones. En efecto, el Capítulo III, De los Ciudadanos, dispone: “Art. 13. Se reputan ciudadanos de esta América todos los nacidos en ella. Art. 14. Los extranjeros radicados… y no se opongan a la libertad de la Nación, se reputarán también ciudadanos de ella, en virtud de carta de naturaleza que se les otorgará… Art. 15. La calidad de ciudadano se pierde por crimen de herejía, apostasía y de lesa humanidad.”

La propuesta de institucionalizar la existencia del ciudadano será acompañada por la práctica de valores que a la postre trazarán su perfil: igualdad ante la ley; identificarlo como persona ilustrada, de profundo sentimiento patriota; poseedora de patrimonio económico, como propietario digno; sujeto de la vida pública, con los derechos y obligaciones para poder ser electo y elegir a los gobernantes, de modo que esta carta magna, al configurar el ideal del ciudadano, puede apreciársele de revolucionaria; sustentó su contenido en las ideas de la filosofía de la Ilustración y encontró en la Constitución de Cádiz de 1812 su prototipo.

Tuvieron que pasar siete años, como consecuencia directa del retorno al poder de las Cortes Españolas, con hegemonía de los diputados liberales, para que los realistas de Nueva España, con Agustín de Iturbide a la cabeza, conciliaran con los insurgentes liderados por Vicente Guerrero, la Consumación de la Independencia. Este acontecimiento impuso el reto a sus habitantes de transformar sus costumbres, hábitos y formas de relación social y de pensamiento para acabar con la condición de súbditos ante el poder español durante tres siglos. El Plan de Iguala señaló en su numeral 12 que: “Todos los habitantes de él, sin otra distinción que su mérito y virtudes, son ciudadanos…”. De esta manera nació el país, consustancial a él nuestro gentilicio de mexicanos, y nacieron los ciudadanos, a quienes se interpeló la responsabilidad de construir la nación. En consecuencia, la conmemoración del Bicentenario de la Consumación de la Independencia lo es también del nacimiento de la condición de ciudadanos de los mexicanos.

Fue Vicente Guerrero quien realizó el perfil del nuevo protagonista de la historia mexicana:

Discurramos ahora sobre las obligaciones de los ciudadanos para con la patria, y procuremos llenar nuestros deberes respectivos. La verdadera libertad consiste en la rigurosa observancia de las leyes…

…seamos alguna vez los mexicanos el modelo de las naciones, seamos justos y benéficos, y desprendámonos de aquellas costumbres añejas con que nos educaron nuestros mayores, tan opuestas a nuestra libertad: reemplacemos nuestros usos con otros que correspondan a nuestros deseos, y formemos una nueva nación… no hay título más honroso que el de ciudadano, y que lo son el militar, el empleado, el magistrado, el eclesiástico, el potentado, el labrador, el artesano, el jornalero... porque el santo dogma de la igualdad nos ha nivelado de esta suerte ante la ley…*

El ciudadano, como sujeto de la vida pública, surgió en el régimen de la primera transformación nacional; por la práctica de la democracia representativa a partir de la creación de los Estados Unidos Mexicanos limitó el activismo ciudadano al focalizar la responsabilidad y toma de decisiones en los integrantes de los poderes republicanos. Por ello ahora resulta pertinente, con base en el compromiso del gobierno de la Cuarta Transformación, sellar el nuevo régimen con la praxis de la democracia directa y participativa, para elevar a un plano cualitativamente superior el accionar de las ciudadanas y de los ciudadanos, como mínimo homenaje a quienes nos dieron patria.

 

*Manifiesto del ciudadano Vicente Guerrero a sus compatriotas, en Varios, Independencia Nacional, II. Morelos –Consumación, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2005, p. 355.

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