Cartas desde Alemania

- Ricardo Bada - Sunday, 17 Oct 2021 07:31 Compartir en Facebook Compartir en Google Compartir en Whatsapp
El lado oscuro del Siglo de Oro neerlandés

 

En los Países Bajos la esclavitud recién se prohibió en el año 1863. Es decir, se prohibió en sus colonias, en la metrópoli no podía haber legalmente esclavos. Aunque sí que los había. Legalmente libres, pero con una collera, como los animales de carga. Una exposición hasta el 29 de agosto, en el Rijskmuseum de Ámsterdam, dio buena cuenta de ello con ejemplos tomados de los fondos de museos neerlandeses. El retrato ecuestre de Maurits von Nassau le Peq fue colocado más bajo que de costumbre para que se pudiera ver bien al joven negro a la izquierda del cuadro. Y en el retrato del mercader bátavo Peter Cnoll y su familia, de Jacob Janszoon Coeman, son bien visibles a la derecha un negro y una negra, sirvientes de la misma. Son sólo dos ejemplos. Me hicieron recordar un episodio vivido con mi esposa en Ámsterdam el 1 de julio de 2002 y del que dejé constancia detallada en mi diario. Rescato aquí esa entrada:

Acudimos a la inauguración en el Osterpark (Parque del Este) del monumento al pasado de la esclavitud. Muy emocionante, y al mismo tiempo muy testimonial de cómo se entiende todavía hoy la distancia que, al parecer, debe seguir habiendo entre amos y manumitidos. La plazoleta donde se alza el monumento estaba herméticamente cerrada al público, que sólo podía seguir en una pantalla de televisión, a unos 200 m del lugar vallado, los discursos y el develamiento del gigantesco grupo escultórico. No es de extrañar que se produjeran escenas tumultuosas, aunque no degenerasen en incidentes. Hay que agradecerlo a la sangre fría de los manumitidos. La policía de a pie, y sobre todo la de a caballo, imponían más respeto del necesario. Posiblemente todo se debiera a la asistencia de la reina a la inauguración. La psicosis de seguridad desde el 11s gringo ha hecho presa en todas las policías del mundo dizque civilizado. A nuestro lado, antes de que por fin se permitiese el acceso al monumento, una aguerrida negra de Suriname contestaba indignada a las preguntas de una reportera de TV, poniendo a parir a la organización del acto, y arguyendo además cómo era que allí se encontraban cientos de ciudadanos neerlandeses de piel con todos los matices de la oscuridad, cientos de ellos que habían venido a ver cómo por fin se rendía justicia a los miles y miles de africanos que fueron arrancados de sus hogares para ir a trabajar en régimen de esclavitud a las plantaciones de los blancos neerlandeses, ingleses, franceses, españoles y portugueses, regadas con su sudor en toda la geografía de las dos Américas: miles y miles de africanos tratados como mercancía por países que se decían cristianos: miles y miles de hombres y mujeres de Senegal, Gambia, Guinea, Mali, Ghana, Togo, Benin, Nigeria, Camerún..., a cuya indomable voluntad humana de supervivencia debemos hoy en día todo el riquísimo folclore afroamericano, desde el jazz hasta la bossa nova. Y ahora, a la hora de rendirles el debido homenaje, alrededor del monumento se instalaba un nuevo cerco protegido por la policía, un cerco aislante que protegía a unos blancos y rubios (que con ese monumento decidían expiar su culpabilidad) y también a algunos negros representantes de las clases privilegiadas de las excolonias. La aguerrida surinamesa argumentaba con bastante lógica, “Si nosotros estamos acá es porque ustedes [le decía a la reportera neerlandesa], ustedes estuvieron allá”, y añadía que si no eran ellos, los descendientes de los esclavos, los protagonistas del acto, ¿quiénes entonces? Interiormente le respondí: “La protagonista del acto es la reina de los Países Bajos, y ella, vicariamente, lo es de la mala conciencia de los esclavistas de antaño..., pero de ahí a pensar que se van a dejar robar el show por ustedes, gente de piel seria, como dice Álvaro Mutis, hay un abismo. Un abismo que nunca van a saltar.” Por suerte, al día siguiente, la prensa del país no destacó en primera plana a la ensombrerada reina Beatriz sino a los indignados negros contestatarios del cerco. Laus Deo!.

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