Artes visuales
- Germaine Gómez Haro | [email protected] - Sunday, 07 Nov 2021 00:58



Para Brian y la constelación Pecanins, con mi
profundo cariño
El pasado 21 de octubre recibimos con tristeza infinita la noticia de la partida de Montse Pecanins. Sus amigos no podíamos creer que nos había dejado. ¡Cómo que se nos escapó! A pesar de sus noventa y dos años y algunos trastornos de salud sufridos hace unos meses, se le vio radiante y juguetona como siempre en la reciente inauguración de la exhibición de su entrañable compañero de vida, el artista Brian Nissen, en el Seminario de Cultura Mexicana. A todos nos tomó por sorpresa su partida, porque Montse nos parecía eterna, un espíritu luminoso como un sol mediterráneo destinado a nunca extinguirse. Montse la incombustible, sinónimo de alegría, pasión y vitalidad, un manantial inagotable de ocurrencias y fina ironía que a un tiempo nos hacía reír y cavilar. Rebelde e irreverente, sabia, generosa, amorosa, la mejor amiga de todos sus amigos. Eternamente joven, Montse es la viva imagen de la joie de vivre, el gozo alegre que la llevó a vivir con una intensidad contagiosa contra viento y marea. Así lo expresó el año fatídico en el que perdió a su hija Beba y a sus dos hermanas, las gemelas Ana María y Tere: “En 2009 he pasado un año tremendo pero no quiero que se me vaya el humor. Mis hermanas y yo vamos a morir con una dignidad que muy poca gente tiene.” Y lo cumplió: se nos fue con esa elegancia y dignidad que cultivó a lo largo de su vida.
Las hermanas Pecanins –mejor conocidas como Las Pecas– emigraron de Barcelona a México con sus padres en 1950, huyendo de la Guerra Civil española. En 1964 abrieron la Galería Pecanins en la calle de Florencia, en la Zona Rosa, que se convirtió en una referencia obligada en sus cuarenta y cinco años de vida y un puente entre México y Barcelona. Con su espíritu lúdico y un verdadero amor al arte, las Pecas se distinguieron de otras galerías por sus proyectos innovadores y vanguardistas, y por hacer todo lo que quisieron con una libertad absoluta. Por su parte, Montse se dedicó por más de treinta años a la producción de sus cajas fantásticas que en 2013 presentó en la inolvidable exposición Teatrines y bataclanas en el Museo de Arte Popular (MAP). Este oficio, que ella consideraba un “divertimento”, surgió en los años setenta en Nueva York donde solía pasar largas temporadas con Brian, a quien dedicó su primera caja: “Te voy a hacer una güila porque ese nombre para decir prostituta me encanta.” En sus cajas construidas a la manera de los pequeños altares populares barrocos, Montse rindió homenaje a la pléyade de cantantes, rumberas, vedettes y bataclanas de todas las épocas en reconocimiento a su capacidad de alegrar a la gente. Inspirada en las muñecas de cartón de Celaya y en las “pepas” catalanas vestidas de tarlatana que le fascinaban de niña, modelaba a la perfección sus pequeñas figuras y con unas manos prodigiosas las vestía con prendas suntuosas confeccionadas con delicadeza, sin olvidar el más mínimo detalle en su maquillaje, tocados, joyería y toda la parafernalia que constituía la ambientación de cada personaje. Un delirante trabajo de miniaturista que poco a poco se fue sofisticando con la integración del movimiento y la iluminación: “Tengo suerte de que mi marido Brian me ayuda en todo: es mi amigo, mi ingeniero, mi gurú, mi todo. No lo hacemos científicamente, es muy espontáneo, por eso es tan distinto. Yo no uso computadoras, soy anticuada pero me divierto muchísimo.” Montse se nos escapó porque siempre hizo lo que quiso y como lo quiso. Ahora estará tapizando el cielo de pendejuelas de colores, risa y risa con su carita de traviesa y sus grandes ojos pispiretos que nunca dejarán de brillar en nuestra memoria.
(Las citas fueron extraídas de los documentales Montse Pecanins, teatrines y bataclanas, realizados por el cineasta Jaime Kuri, a quien agradezco siempre su generosa colaboración: https://vimeo.com/manage/videos/328851744 y https://vimeo.com/manage/videos/323191818.