Felicidad en la adversidad: la "filosofía maldita" de Spinoza
- José Rivera Guadarrama - Sunday, 07 Nov 2021 00:13



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Hasta ahora, ningún filósofo en vida se ha autodenominado como maldito. Sin embargo, muchas veces, el propósito de su pensamiento crítico va desarrollándose hacia lo libertario. Su pensar, sus reflexiones, derivarán en oponer la cultura a las fuerzas sombrías y gregarias, a reactualizar en cierto modo el mensaje y el poder desde el oprobio, desde la adversidad. De manera que, ante toda imposición, la mejor actitud deberá ser una contrapropuesta, individual o colectiva.
Pareciera una obviedad afirmar que todos los pensamientos son producto de un cuerpo en interacción con lo real, con los otros, con el mundo. El asunto es que, como se comprobará, en algunos casos la intensidad de las obras estará determinada por toda imprecación. Siguiendo el principio de Montaigne, la escritura es, de entrada, escritura de sí. Por lo tanto, en estos casos, la construcción de una obra filosófica y literaria será inseparable de la construcción de uno mismo en relación con su entorno.
Esta creatividad humana ha permanecido, además, inexplicable desde diversos aspectos científicos o filosóficos, sobre todo porque muchas de aquellas grandes obras no se escribieron desde la apacible tranquilidad de los templos, resguardados por sus enormes bibliotecas o al amparo de poderosos mecenas. Al contrario, se concibieron en la más absoluta de las persecuciones, durante el intranquilo recorrido de un lugar a otro, ocultándose para resguardar sus vidas, y sin dejar de desarrollar sus fundamentos filosóficos. Surgieron desde la adversidad.
El filósofo excomulgado
Es el caso del filósofo Baruch Spinoza (1632-1677), quien, a pesar de la distancia temporal, es un pensador que parece contemporáneo. Y hay una gran rareza en cuanto a su clasificación de maldito, puesto que, en realidad, su propósito es plantear el problema de la felicidad. En su obra Ética demostrada según el orden geométrico (1667), entre otros temas, trata de responder a la pregunta: “¿cómo podemos ser lo más felices posible?” Es decir, ¿cómo hacemos para aumentar al máximo nuestra potencia positiva? Pero esto no tiene nada de blasfemo, de injuria. Entonces, ¿de dónde le vino el adjetivo de maldito? Leamos el documento en donde así lo clasifican.
Decreto de excomunión de Baruch de Spinoza, año 1656:
Por la decisión de los ángeles, y el juicio de los santos, excomulgamos, expulsamos, execramos y maldecimos a Baruch de Spinoza, con la aprobación del Santo Dios y de toda esta Santa comunidad, ante los Santos Libros de la Ley con sus 613 prescripciones, con la excomunión con que Josué excomulgó a Jericó, con la maldición con que Eliseo maldijo a sus hijos y con todas las execraciones escritas en la Ley.
Maldito sea de día y maldito sea de noche; maldito sea cuando se acuesta y maldito sea cuando se levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea cuando regresa. Que el Señor no lo perdone. Que la cólera y el enojo del Señor se desaten contra este hombre y arrojen sobre él todas las maldiciones escritas en el Libro de la Ley. El Señor borrará su nombre bajo los cielos y lo expulsará de todas las tribus de Israel abandonándolo al Maligno con todas las maldiciones del cielo escritas en el Libro de la Ley.
Ordenamos que nadie mantenga con él comunicación oral o escrita, que nadie le preste ningún favor, que nadie permanezca con él bajo el mismo techo o a menos de cuatro yardas, que nadie lea nada escrito o trascrito por él.
Con lo anterior, la comunidad judía a la que pertenecía lo expulsó en 1656 y censuraron todos sus escritos. Se prohibió a amigos y familiares visitarle, hablarle y resguardarlo en sus casas. Además, se le impidió dedicarse a la actividad comercial de su familia; incluso un fanático religioso intentó asesinarlo. Al final, lo expulsaron de la ciudad. Spinoza se trasladó a un suburbio de Ámsterdam. Fue declarado ateo.
Sin embargo, sus ideas en ningún momento incitan a la violencia. Lo fundamental en sus obras es que pretende fortalecer el ejercicio de la reflexión libre. Ahí está el asunto nodal. Lo que pasa es que este filósofo holandés, en ese mismo texto citado, también refuta la idea de un Dios moral. Rechaza que su actividad imponga mandamientos a las personas. Por lo tanto, como Dios no puede ordenar nada, si Dios es omnipotente, entonces es imposible que tenga la posibilidad de ordenar cosas, sobre todo porque esto implicaría deseo o falta en su naturaleza, lo cual es contradictorio con su esencia.
Para llegar a lo anterior, Spinoza elimina el prejuicio de que Dios es un creador trascendente, que está interesado en nuestras vidas y que puede ser influenciado mediante rituales, oraciones o buenas conductas, para así poder servir a nuestros fines y a que los acontecimientos tengan el desenlace que deseamos. Por lo tanto, Spinoza destruye la creencia en un Dios antropomórfico. Con sus planteamientos va a descartar la creencia de que Dios es una persona que actúa como si tuviera una voluntad propia, ya que esto es tan sólo un producto de la imaginación humana. Esta facultad imaginativa del humano es el origen de los prejuicios, errores y supersticiones de la religión revelada.
Como se ve, Spinoza no incita a ningún tipo de violencia. Lo que está haciendo, en realidad, es cuestionar el actuar de las instituciones religiosas de esos años, además de los previos. Una vez establecido en La Haya, Holanda, publicará, de forma anónima, su otra gran obra, el Tratado teológico-político (1670). Igual que el anterior, este libro provocó enormes críticas y polémicas entre sus detractores y seguidores. Debido a eso, tomó la decisión de no volver a publicar nada en su vida, dejando ordenado que todas sus demás obras se editaran después de su muerte.
Pretender encasillar la obra de Spinoza a determinados temas es reduccionismo. Sin embargo, es válido resaltar el propósito de su proyecto ético. Para Spinoza, el objetivo de la ética es la consecución del mayor aumento de alegría. Lograr una felicidad lo más estable para el ser humano, fortaleciendo el ánimo para que cada individuo sea afectado lo menos posible por las inclemencias del destino. Lograr esta fortaleza de ánimo, que debe guiar la praxis, es posible a partir del conocimiento certero del funcionamiento de la naturaleza y de nuestra naturaleza, dirá este pensador.
Por eso, el problema central del spinozismo es contribuir a que alcancemos el grado máximo de potencia, que seamos lo más felices posibles a la vez que libres, es decir, causa adecuada de nuestras acciones y no meros sujetos pasivos ante el mundo circundante.
Además de aquellas persecuciones, en 1690 la obra de Spinoza fue decomisada y catalogada dentro del índice de libros prohibidos de El Vaticano. Minado por la tuberculosis, enfermedad que padeció durante buena parte de su vida, falleció el 21 de febrero de 1677, apenas a los cuarenta y cuatro años. Quienes lo condenaron, nunca se retractaron; por lo tanto, permanecerá como un filósofo maldito durante buena cantidad de siglos.