El cuaderno de sombras de Philippe Denis
- Philippe Cheron - Tuesday, 14 Dec 2021 19:51



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Elíptica es la poesía de Philippe Denis –en el linaje de un Paul Celan o un André du Bouchet, por sólo citar a dos obras mayores, en alemán y en francés, de la segunda mitad del siglo XX. En su intento por nombrar lo innominable, se expresa de manera deliberadamente antónima, llamando a “callar la lengua” como si el silencio fuera más capaz de discernir y designar “el dolor/ de ser”, de permitir que “mi palabra/ sost[enga] en el horror/ esta falta de signo”. De hecho, si bien hay que callar la lengua, al mismo tiempo se debe hacer el esfuerzo de arrancarle el habla al silencio, a lo inanimado, al aire: “Las palabras han remplazado a las piedras,/ al viento.”
Este juego dialéctico entre discurso y silencio, entre habla y mutismo, se vuelve herramienta de conocimiento y técnica poética, como lo anuncia uno de sus títulos al reclamarse de una “afasia lírica”. Sin la menor duda, Denis no ignora que el camino se hace al caminar, pero para él, además, es infinito y es una vuelta: “Lo que busco no es un lugar/ sino un punto de partida.” (Por lo demás, significativo es su manejo de la puntuación, con paréntesis o guiones que abren y no cierran.)
Sobrios, lacónicos, a veces muy concisos u oscuros, sus poemas están marcados por las cosas de la vida cotidiana (“estridencia del pan”), por una especie de homenaje a la realidad más humilde, a lo efímero y lo trivial, así como a la naturaleza. En ello reside el secreto, el “perfumado enigma” después de un trabajo agotador (“sobre esta página/ caigo hecho cenizas”) o de un largo paseo: “cuando una margarita sustraída/ no es más que un ligero temblor entre el pulgar y el índice” (Divertimenti, 1991).
Denis posee “una sensibilidad de infinita delicadeza –escribió Yves Bonnefoy– para celebrar la flor que se encuentra al borde del sendero”. Su sencillez induce a la profundidad, al misterio del sueño, de la ausencia, del tiempo, del lenguaje: “El presente está en el futuro de cada aliento.” Y es que “la poesía nace –dice Bonnefoy– cuando la frase se coloca más allá de sí misma, más allá de las palabras, cuando se encuentra con el mundo mudo”.
Poeta, ensayista, traductor del inglés (Emily Dickinson, Sylvia Plath, etcétera) y del japonés, Philippe Denis (1947) ha enseñado en Estados Unidos, Turquía y Portugal, donde reside desde hace años. Entre sus numerosos libros de poesía citemos Cahier d’ombres (“Cuaderno de sombras”), de 1974, que incluye los poemas cuya versión en español presentamos ahora; Les Cendres de la voix (“Las cenizas de la voz”, con dos grabados de Gisèle Celan-Lestrange), 1975; Carnet d’un aveuglement (“Libreta de una ceguera”), 1980; Souci de nuage (“Inquietud de nube”), 1984; Bruissements (“Zumbidos”, con un grabado de Gilles du Bouchet), 1984; Autour d’une absence (“En torno a una ausencia”), 1989; Nugae (“Nimiedades”, introducción de Yves Bonnefoy), 2003; Petits traités d’aphasie lyrique (“Pequeños tratados de afasia lírica”), 2011; Pierres d’attente (“Piedras de espera”), 2018.
PD. Poco después de entregar estos poemas a La Jornada Semanal nos enteramos de que Philippe Denis falleció el pasado 8 de noviembre, a causa de un cáncer. Valgan esta nota y estas versiones como homenaje mínimo a su obra y a su persona.
La vida invisible
Indomable es la altitud
para quien se asombraría–
Más ausencia es lo que elegimos
(Fiel
a lo que el dolor
habrá sido
–ella
que toda palabra balbucea
en el dolor
de ser.
⧫
Lo que ocurre aquí–
nieve sin fin…
(Turbulencia de un polo al otro
–escenas nuevas
por doquier–
donde el frío nos instruye del frío.
Rumor nuevo
al prestar atención,
si me empeño en demasía:
la angustia de siempre.
⧫
La luz del día no me deja escribir–
Sobre esta página
caigo hecho cenizas
hasta la noche.
(Alternancia de los postigos
–la casa es este sueño
donde ardo
–cuando el secreto de las lágrimas
me mantiene
–sal despierta.
⧫
De alta púrpura, lo que fue
verano de una estación por venir…
Origen del sueño
–que vivir no concilia
en la labor de vivir
siempre–
más allá de la más simple muerte.
(El presente está en el futuro de cada aliento
⧫
¿Es tiempo anterior a la noche
–en sí,
este tiempo
de un ensueño distinto?
En la sangre encorvada
–estoy fletando
naves de paciencia.
A imagen de las nieves
–lo inefable nos modifica.
⧫
En lugar del viento
sólo veo un incendio–
Pero sólo respiro
para reconocerme
y no deberle
sino a esta nieve
–cuya blancura
me ha encaminado.
Donde ve el cuerpo…
Norte arqueado–
(el ruido negro de las lámparas
El agua vacía ahora
que adquiere el color de nuestras manos…
Vestigio del lapso…
de un instante nuestro–
como aumento o mínimo
en la precisión de lo inverso.
Y esta parte ahora,
si me vuelvo,
de horizonte redoblado.
Callar la lengua
Callar la lengua
Lo imprevisible del agrandamiento.
Las palabras han remplazado a las piedras,
al viento, en medio del campo.
Ocre de dolor, cada vez,
(alveolos del plural
⧫
Voz, voz repentina –y lo que excede el nulo
criterio del habla–
–La herramienta…
y la palabra ya,
la imperiosa palabra, de donde en ella misma tengo que hablar
a contratiempo de un vacío,
hasta la ida de tal dolor
que habla.
Por un pedazo de tierra
Lentitud,
–estridencia del pan–
endureciendo el hambre
el soplo mismo
reencuentra
la sangre que los guiaría.
Vivaz imagen
–a la altura de los ojos,
el aliento se bifurca
donde sólo veo porvenir.
⧫
Oscura, oscura
la boca muerta, que besa
y soporta la palabra,
–la mentira
es su edad–
emblema de una vida incierta.
Pero somos aves
de mucha prisa,
calma
de animales ciegos–
tanto hemos de temer
por ser distraídos,
por estar ahí,
en el centro
de nuestras vidas
sucesivas.
El reparto
Por esta concha de memoria,
vengo,
abriéndome paso bajo mi muerte…
En el lindero de las sangres
filtradas por todas las desorientaciones,
mi palabra
sostiene en el horror
esta falta de signo.
Y para siempre,
hijo, soy
huérfano de esta memoria.
El trabajo la piedad
Gritamos con vocablos que la palabra
alcanza.
(el viento ataja por los campos
La frente de los rebaños
fluye
en lentos senderos de la montaña…
No hay otro aire sino éste–
que puntea
el esbozo de una respiración,
le sucede
al viento–
en el que me obstino en hablar.
⧫
Por la herida
lo que nos armoniza con lo desconocido–
Permanezco
insomne –como una lámpara
que tiene la edad
de esta ladera–
La nieve me emplea
en la noche –para recobrar
su blancura
en la saliente
de la lengua.
Lo que recorro…
Aquí, donde vivo, a la espera–
voy bordeando
la dura precisión del sueño.
Encuentro apoyo
en la desaparición
de todo apoyo.
(Funámbulo
en la página:
pacientemente
entre dos vacíos,
voy cosiendo
una línea
que me alcanzará
ahí donde me olvidé de mí mismo